El índice de Confianza del Consumidor Panameño (ICCP) se situó en 70 puntos en junio pasado, con una caída de 22 unidades respecto a enero de este año,...
Al inicio de su cuestionado mandato anuncié en las redes sociales que se retiró de la escuela secundaria aprobando solo once materias dos (Educación Física y Artística), nunca pensé que su falta de preparación académica sería tan perjudicial para los venezolanos en el tiempo que ha estado al frente del gobierno.
Al margen de que su vida laboral se desarrolló detrás del timón de un metro, con algunos desconocidos cursos de activismo político en Cuba, su final en la vida pública, en un país que todo indica no es el suyo, podría terminar muy mal. Nunca ha aportado prueba alguna que despeje las dudas sobre si es o no venezolano de nacimiento.
Siendo miembro de la Junta Directiva del Metro de Caracas, empresa pública, en 1999 es electo a la Asamblea Constituyente y luego diputado, presidiendo hasta 2006 la Asamblea, para ser ministro de Relaciones Exteriores. Allí destruyó la tradicional capacidad diplomática de su país; sin preparación académica, y menos en el área internacional, no quería a su lado expertos de índole alguna.
Al lado de Chávez en sus periplos alrededor del mundo. En octubre de 2012, luego de su triunfo electoral del 7 de ese mes, y previendo su posible ausencia ante su galopante cáncer, es designado vicepresidente. Antes de operarse por última vez en Cuba, el 8 diciembre, Chávez dice que si no llegara a regresar, quiere que el candidato sea Nicolás Maduro.
Gobierna como vicepresidente desde ese día; Chávez nunca más regresó, especulándose que murió tras la operación. Así estuvo hasta el 5 de marzo del 2013, cuando el régimen decidió anunciar la muerte del comandante, aunque nunca se mostró certificado de defunción, ni médico alguno haya señalado causa y fecha de su deceso. Nombrado sucesor temporal de Chávez cuando no le correspondía, amañaron las elecciones del 14 de abril y asumió cuatro días después con un cuestionado mandato.
Su paso por el gobierno ha sido devastador. Destruyó lo poco del aparato productivo dejado por los 14 años de Chávez. Devaluó la moneda a niveles que no se conocían. Profundizó divisiones entre venezolanos. Continúo patrocinando la corrupción que tantos miles de millones de dólares de robo ha causado. Quiso imitar a Chávez, particularmente en los amenazas que profería y los imaginarios atentados que le han preparado colombianos, salvadoreños, gringos y recientemente hasta uno del Medio Oriente, que resultó un comerciante.
El principal problema de Maduro es que no ha sido ni parecido a Chávez en su carisma, y mucho menos en el control que tenía sobre los diferentes sectores del chavismo, incluyendo los paramilitares, llamados colectivos, que siguen haciendo los que le venga en ganas y ni el ejército los puede contener.
A lo interno del régimen ya se muestran fisuras. Militares detenidos porque se niegan a reprimir; grupos de izquierda que no le ven futuro al ritmo que llevan; constantes protestas estudiantiles que han puesto en jaque al gobierno, violencia promovida por el Estado, sumado a la pérdida de la credibilidad internacional por la que tanto apostó Chávez, que se desploma en últimas semanas. Particularmente la inseguridad y la escasez que ya no distingue entre opositores y chavistas, afectando a todos por igual.
El hecho de que Maduro caiga, lo cual quizás haga reaccionar a la moribunda Organización de Estados Americanos, no significará de modo alguno que el régimen se desplome con ello.
Es fácil deshacerse de él, solo retirándolo del cargo por no haber probado su nacionalidad colombiana.
Quienes queden, de una u otra forma tendrán, si no quieren probar la misma suerte, que buscar mecanismos para entenderse con las fuerzas vivas del país, enrumbándose hacia una transición a un gobierno democrático capaz de representarlos a todos.
Solo así se podrían evitar más muertes y daños de las generadas hasta el presente.
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