• 26/03/2014 01:00

El famoso cura de Villa Rosario

Cristo recibió con amor a prostitutas, ladrones, flacos, feos.

De los 4,500 habitantes de Villa Rosario, corregimiento del distrito de Capira, el 80 % es católico. Sin embargo, el 100 % del pueblo ha recibido con cariño a todas las carpas protestantes que comenzaron a invadir las montañas y rastrojos capireños desde 1960 para acá, llenando parte de un vacío moral y espiritual que aún persiste y con más énfasis en Villa Rosario. De todos los curas que hemos recibido en esa comunidad tocada por Dios, Miropes Polanco parece ser el único que no comprende que la religión la acogemos los feligreses, no tanto por el interés mezquino de ganarnos la vida en el más allá, sino porque allí se establecen las bases morales que rigen los comportamientos y valores de toda la población. De toda la población, repito y ahora Miropes Polanco nos viene a cambiar la tónica, apartando de los quehaceres de la iglesia a las viejas pellejas respetadas en el pueblo, a los amanerados, al coro de la iglesia y a los incumplidos, cuando sabemos que el hijo de Dios jamás fue excluyente.

Cristo recibió con amor a prostitutas, ladrones, flacos, feos. ¡Ah! Pero el santiagueño Miropes da a entender que durante sus estudios se lo pasó viendo todos los programas de Chespirito, único que ha dicho en el mundo: ‘Síganme los buenos’. Para que sepa el sacerdote Miropes Polanco en Villa Rosario necesitamos de Dios y le pedimos encarecidamente que imparta la fe con algo de tolerancia.

Cristo nunca se disgustó hasta la histeria porque no le instalaran a tiempo un micrófono (Bueno no había en ese tiempo, pero como ejemplo nos sirve). Seré el menos indicado para comentar, pero antes en ese santuario habían perros misteriosos como caídos del cielo, que antes de echarse hacían hasta tres cruces, con palomas que cagaban en todos los lugares, menos en la cabeza de la Virgen del Rosario, pero hoy, ante tanta soberbia sacerdotal, ni los perros sarnosos de la Pita, Agua Buena y Llano Santísimo se arriesgan a visitar la capilla. Paradójicamente quienes son los más vulnerables a los abusos de las iglesias, los creyentes, terminan siendo sus principales encubridores, aunque los pongan a comer grama.

ESCRITOR

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