• 24/06/2014 02:00

La evaluación del docente

Los educadores llevan una gran responsabilidad, cada día asistiendo a clases y haciendo un gran esfuerzo

Conceptuamos que los argumentos esgrimidos por los docentes en huelga reciente, eran inconstantes e inconsistentes y distaban de lo que realmente interesaba a la sociedad y a la inmensa mayoría de los que no la aprobaban, debido a sus contradicciones conceptuales y lo variante de sus posturas. Lo importante de todo fue que la luz al final del túnel permitió a las partes concertar acuerdos respecto al aumento salarial, la acreditación y el plan de mejoras, lo cual permitiría detener el deterioro del que era ya objeto el sector más sensible y vulnerable del proceso educativo, los estudiantes.

En la actualidad, un elevado número de huelgas y paros docentes han estremecido las sociedades de países del área, con la secuela de efectos negativos que notoriamente minan los cimientos y las estructuras del desarrollo económico, social y especialmente cultural de los naciones que las han sufrido.

En Colombia, por ejemplo, hace un par de semanas, terminó una huelga, promovida por los educadores, que se oponían ferozmente a un Estatuto Docente, creado hace doce años, que establecía la evaluación del docente y que condicionaba su aumento salarial y su ascenso de categoría, si se sometía voluntariamente a un proceso de evaluación de su desempeño y competencia.

Estos, al igual que algunos grupos docentes de Panamá, se resistían a la autoevaluación, añadiendo a su pliego de peticiones criterios diferentes a la evaluación. Al final, las autoridades no cedieron a sus pretensiones y las evaluaciones no se suspenderían, aceptándose nuevos criterios aportados por los sindicatos de educadores, pero orientados a mejorar la calidad de la educación. Igualmente, se convino, basados en el nuevo Estatuto, que, de los más de 300 mil docentes, el 40 % que ingresó con el nuevo Estatuto vigente se evaluarían, no así el 60 % restante regidos por el anterior Estatuto.

Por su parte, en Argentina no se evalúa en la práctica real, con lo que se quiere evitar confrontar con los sindicatos docentes y en su defecto consensuar reformas en lugar de enfrentamientos, lo cual creemos es la medida más práctica y conducente.

Igual sucede en Chile, que se ha constituido en un ejemplo para el área creándose un modelo de evaluación consensuada con los sindicatos docentes. En México, se analiza, para el 2015, hacer de la evaluación obligatoria del docente. ¿Será la reacción de éste igual a la de Panamá?

De todos los países, Finlandia es el país que mejor calificación ha obtenido en materia educativa, en donde la profesión de educador, equiparable con la Medicina, es altamente calificada y priorizada, de allí que de cada 10 aspirantes, solo uno califica, el cual deberá someterse a duras pruebas, como las de 80 horas de práctica supervisada, de aptitud, de inducción, de desempeño y otras, y es allí, al igual que en otros países asiáticos, en donde el salario es igual para todos los docentes.

Quizás esta última sea la clave para mejorar el nivel de la educación y estemos en Panamá orientados en esa dirección. Es esto lo que plantean estudiosos de la Universidad de Vanderbilt, la paridad de salarios para todos los docentes y que este reconocimiento debe venir de parte de estos hacia cómo se digiere y encamina mejor la escuela, dicho en otras palabras, un buen y asequible plan de mejoras.

Es lógico pensar que, si uno se esfuerza más, quiere que le reconozcan su esfuerzo y eso funcionaría por tener un pago diferenciado.

Creemos que es necesario articular esfuerzos para que la evaluación del docente sea internalizada por éste, que la vea como un paso adelante hacia el desarrollo, como una expresión positiva y no como un mecanismo de presión que le amenace y atente contra su dignidad, a la vez que no genere una presión negativa sobre él.

Los educadores llevan una gran responsabilidad, cada día asistiendo a clases y haciendo un gran esfuerzo, se le debe dignificar por el trabajo que realizan en forjar generaciones, pues no hay mayor atentado contra el progreso de la sociedad y de los estudiantes, que privarles del sagrado derecho a una educación de calidad. Hemos entrado en la era del conocimiento del trabajo mental, más que manual.

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