La Universidad de Panamá cumple, este octubre de 2014, 79 años. A lo largo de ese periodo ha cumplido un papel protagónico en la profesionalización de la población panameña. Las cifras de los graduados han crecido significativamente, gracias a una mayor apertura y cobertura universitaria en el país. Solo en 22 años (1990-2012), la institución entregó títulos a 139 596 panameños. Esto dice que se ha contribuido, de manera sostenida, con el desarrollo nacional, generando los recursos humanos que sustenta el sustrato material de la intelectualidad de la Nación.
Es necesario seguir modernizando e innovando la plataforma académica-administrativa que garantice calidad institucional. Es lo que llamamos ‘democratización de nuevo tipo’, que para nuestros docentes e investigadores, además del funcionariado, significa el desenvolverse en un ambiente saludable y un entorno físico, académico y administrativo adecuados y cordiales, que estimulen el trabajo intelectual y la producción científica y social al más alto nivel.
Asimismo, la Universidad de Panamá tiene que transitar por un proceso permanente de renovación, sobre todo porque la calidad de gestión no es una condición que se alcanza y se mantiene por sí sola. Digamos que hay que mantener encendido el motor de las nuevas transformaciones, y cuyo eje es la más amplia participación de los estamentos universitarios. Hay que dar impulso a la innovación que mejore el desempeño institucional con el que responderemos a los compromisos institucionales en un escenario lleno de incertidumbre, pero también de oportunidades.
Una mirada sobre la naturaleza de la democratización universitaria es impostergable. Hay que reorientar el esquema electoral en que se desenvuelve la democracia institucional, fortaleciendo y ampliando su contenido siempre a beneficio de la academia en su sentido más amplio. Nuestra institución debe seguir caracterizándose, entre otras de sus cualidades, como aquella que, al margen de las dificultades financieras, se mantiene con las puertas abiertas a todos los panameños y panameñas sin distingo de su condición económico, social y étnica.
Hablamos de una visión estratégica para el país que se expresa en sus tareas básicas. En la enseñanza de calidad, en la investigación como instrumento para generar nuevos conocimientos y, en la extensión para llegar a las comunidades. En cada uno de estos procesos funcionales, se manifiesta ampliamente lo que hace la Universidad a beneficio de la comunidad nacional. Es necesario, entonces, que el contenido de estos impulsos se fortalezca; que no se debilite ni que hayan limitaciones que desmedren esa esencia.
La democratización, desde esa perspectiva, deberá tener como soporte la representatividad de los diversos estamentos comprometidos con la calidad académica y la innovación institucional. Esto conlleva a que el modelo democrático que actualmente se practica en nuestra institución tendrá, en su momento, que reevaluarse, especialmente en lo relacionado al sistema de elección, tan extendido, pero con poca funcionalidad a los intereses esenciales de la academia. La ‘democracia de nuevo tipo’ debe sustanciar la fortaleza institucional a partir de la inserción del quehacer universitario en el escenario nacional con la suficiente capacidad de construir y orientar la base de la intelectualidad de la nación panameña.
Hay que mirar el futuro con optimismo y con la fuerza moral que prepare el camino para hacer realidad el ideal de progreso, y de ser LUZ en el camino de la nación. Acojamos con altruismo y espíritu esperanzador el papel que en el siglo XXI le corresponderá desempeñar a nuestra Universidad y a los universitarios.
*DIRECTOR DEL IDEN, UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.