• 27/10/2014 01:00

Educación y politiquería

Columna de opinión de Saúl Rolando Cortéz Chifundo del 27 de octubre del 2014

Ser docente es un servicio social que muchos hemos acogido con vocación auténtica. Sin embargo, vemos con profunda tristeza cómo la politiquería en nuestro país flagela las bases de la educación. Hemos olvidado que la educación es la base cultural de la sociedad y que la sociedad es la base de la educación, de ahí, que inculcar valores sociales sea misión de todos.

La labor docente constituye nuestro aporte personal al bien común y ello implica, incluso, sacrificar nuestros propios intereses, particulares o de grupos. Como educadores apostamos a la educación, sin importar quién es el regente, bandera política, sexo, religión y nos consideramos defensores de la misma, pues malo, feo, nefasto, atrasado, desorganizado, politizado o como sea, la mayoría de los buenos profesionales panameños que hay dentro y fuera de nuestras fronteras, somos producto de nuestro sistema educativo.

De hecho, todos los involucrados o actores de este sistema debemos apuntar hacia aquella frase mistraliana: ‘Todo para la escuela muy poco para nosotros’, la cual tiene una fuerte connotación filosófica y de auténtica política, toda vez, que invita al bien común y a la vez hace un llamado de atención a nuestra función social desde una perspectiva pedagógica.

La politiquería que se arraiga bruscamente en nuestra sociedad lesiona nuestra escala social de valores, puesto que han surgido propuestas de subsidiariedad (pandilleros, jóvenes embarazadas, estudiantes de nocturnas y otras) que deforman el tejido social y desvirtúan a la educación como tal, dado que contienen una carga subliminal inmoral que atenta contra la verdadera justicia social. Dicha subsidiariedad malsana e infame apunta hacia un paternalismo ridículo, el cual despierta suspicacia y mofa entre la población. Si toda esa millonada que se pretende utilizar para los mismos, se destinaran a reparar y equipar las escuelas de modo que constituyan verdaderos santuarios de aprendizaje, seguramente, tendríamos una sociedad con verdaderas personas, ciudadanos y sobre todo estaríamos emprendiendo toda una cruzada para rescatar aquello de ser gente decente.

Por otro lado, tanto ha calado la politiquería en nuestro sistema educativo que aquellos que dicen representarnos y defender nuestros derechos como educadores, han sido secuestrados por el egoísmo politiquero. Su investidura de docente ha degenerado en una especie de politicastro, cuando observamos que la maquinación ruin, las intrigas, la chabacanería, la bajeza y los ataques personales son sus aliados para quitar del camino a cuantos directivos obstaculicen sus mezquinos ideales, totalmente, ajenos a la educación. Comportamiento éste que ojalá nuestra nueva ministra de Educación logre detectar pronto.

Finalmente, bueno será implementar los proyectos de Escuela Singapur en nuestro país, como bien lo prometió el Gobierno. Sin embargo, me gustaría saber qué tanto se atrevería nuestro Gobierno a proponer el proyecto de seguridad jurídica implantado en la propia Singapur. Seguramente, barreríamos con el aprovechamiento egoísta del poder o de la posición pública para fines de simple vanidad, oportunismo y enriquecimiento que carcomen nuestra sociedad y desvirtúan las actitudes valóricas que resultan de nuestra educación.

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