• 26/12/2014 01:00

Cambio en la corruptela

"Entonces el gentío observa sin sobresaltos a los nuevos funcionarios favoreciéndose de los recaudos como si fuesen de ellos" 

Algunas señales del mandato de los ñames recién instalado, parecieran indicar ya, que también podría sufrir la peste endémica en nuestros Gobiernos, en donde el furor humano de la ansiedad por la plata hacen recular asombrada la pobre esperanza del pueblo que relegan a los limbos del olvido. Entonces el gentío observa sin sobresaltos a los nuevos funcionarios favoreciéndose de los recaudos como si fuesen de ellos. El cambio de corruptos y corruptores parece ser la constante cada cinco años. Y así vemos cómo con El Toro se apertrecharon muchos, con Moscoso metían la plata en neveras y letrinas. Con Martín la lista de bribones superó al número de los paseos del Muñeco, pero con El Loco parece no tener fin.

Lo más lindo, es que no existe la reelección, el istmo votó ¡NO! aquella vez que el Toro intentó repetir. La gente no quiere, bajo ningún concepto, que las bandas repitan, dando más valor aún a las palabras que le escuché a Mijaíl Gorbachov, ‘ningún mandatario debe gobernar diez años’.

Pero nadie me quita que nuestra hermosa democracia alterna del robo es dependiente de los poderes económicos legales de lado y lado. O sea que cambian los pitongos, pero la jeringa contaminante es la misma ni siquiera la lavan. Y es que se siente que la mayoría ciudadana es una masa casi dogmatizada y preparada para entender que nuestro sistema es aquel que permite compartir el botín cada período, pues el laberinto de las leyes reglamentada por los bárbaros lo permite, esto es lo más parecido al mapa de Bangkok. Ya ven que no hay cárcel para ningún pillo juzgado.

Muchos abogados están por quitarle el trabajo a los especialistas de la medicina: ortopedas, loqueros, cardiólogos y psicólogos. Ellos mismos enferman a sus clientes, los trepan en sillas de ruedas y, de ser posible, los ahorcan en la puesta de un cuello ortopédico. Se suman a este carnaval de disparates las televisoras que cambiaron las leyes del profesor Carreño sobre el periodismo (por el ‘rating’), convirtiendo a muchos de sus noticieros en la famosa Tremenda Corte de Tres patines, cuyo único hecho positivo es la terapia nacional que producen a la salida del alba y también con la llegada del crepúsculo, para que el pueblo bochinchoso se entretenga las 24 horas.

Lo más chistoso de nuestro sistema es el exhibicionismo de la ineptitud. Aquí nombran cada cinco años, dependiendo del bando (¿banda?), gente a quien si usted le enseña una ‘micha de pan’, es capaz de contestarle, sin arrugar la cara, que es un coco. Si con el Toro, Mireya, Martín y Ricardo emergieron funcionarios que podríamos elevarlos al nicho de los clásicos de lo absurdo, cuidado que con los ñames nos pasa algo peor. Esto parece genético, dirían aquellos profetas de la servidumbre y la sapería.

ESCRITOR COSTUMBRISTA.

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