• 15/04/2015 02:00

Lo positivo de la Séptima Cumbre

Fue un éxito para todos los panameños que mostraron civismo

La opinión casi unánime, dentro y fuera del país, es que la VII Cumbre de las Américas fue el éxito esperado por décadas. Lo fue para un sistema interamericano con renovadas esperanzas; lo fue para los participantes que vinieron a escuchar, más que a agredir; lo fue para los integrantes de foros paralelos, cuyas conclusiones ratificaron las aspiraciones de los pueblos americanos.

Fue un éxito para todos los panameños que mostraron civismo. Fue un éxito para nuestros gobernantes, desde un presidente y una primera dama empeñados en enseñar los mejores valores del panameño y una vicepresidente capaz de dirigir la organización eficiente del evento, hasta el más humilde colaborador en tamaña empresa. La calidad y buen gusto de todo lo panameño presentado nos llena de legítima satisfacción.

¿Qué ganó Panamá con estas reuniones que costaron B/.15 millones al Estado y otro tanto al sector privado, según la Cámara de Comercio, por la paralización de actividades económicas esos días? Si nos limitamos a flujos de efectivo, basta con citar a empresarios del sector turismo que calcularon en más de B/.100 millones lo gastado por los visitantes extranjeros. Eso fue bueno y los beneficios no quedaron ahí.

Panamá proyectó al mundo el ambiente de libertad, tolerancia y democracia que respiramos. No fue una careta colocada en ocasión de las visitas extranjeras; las confrontaciones violentas que se escenificaron por razones políticas entre grupos visitantes comprueban el valor de lo que tenemos. Sobre todo, lo que debemos cuidar.

Panamá proyectó al mundo el espíritu y energía de progreso y desarrollo que tenemos. La firma de un contrato privado, en presencia de los presidentes de Estados Unidos y Panamá, por un valor que excede el costo de la ampliación del Canal, demuestra la capacidad empresarial del panameño y es un rotundo mentís a quien osó desfigurar el origen de los capitales que ayudan al crecimiento del país.

Panamá se proyectó al mundo como un destino turístico atractivo. El solo hecho de poder alojar a autoridades extranjeras de tanto alto rango y, al mismo tiempo, a otros tantos miles de visitantes con una oferta hotelera de primer mundo, no puede dejar dudas de que estamos preparados para ofrecer hospitalidad de calidad. Añadamos las imágenes enviadas al exterior de nuestra cocina, nuestros artistas, nuestro folklore, nuestra música, nuestro deporte, nuestros grupos originarios, nuestra historia colonial, nuestro canal y su ampliación, nuestra juventud que se prepara para el futuro, nuestros estamentos de seguridad que respetan la libertad de expresión.

Nada de eso tiene precio. Como tampoco tiene precio lo que hemos aprendido de nosotros mismos, porque ciego es quien no quiere ver que respiramos libertad. Tenemos muchas necesidades y carencias y, precisamente el tema central de la Cumbre propuesto por Panamá, apunta al derecho que tenemos todos de aprovechar y beneficiarnos del desarrollo económico que disfrutamos. Por eso igualmente pertinentes fueron las discusiones y conclusiones de las cumbres paralelas de juventud, de rectores, de sociedad civil, de los Pueblos y la empresarial; en ellas hay muchos objetivos en los cuales se centrará el Gobierno panameño.

No importa que no se haya firmado una declaración final de la VII Cumbre; muchas veces resultan frases muertas. Lo importante es el espíritu que nos queda y la energía que cada mandatario se lleva. A muchos nos quedó el espíritu visionario de líderes como Barack Obama, Raúl Castro y José Manuel Santos, que señala nuevos caminos. Y el de Juan Carlos Varela, que nos hizo sentir orgullosos de nuestra nacionalidad.

Ya retornamos a la realidad de nuestros reconocidos problemas. Debemos enfrentarlos con renovada inspiración.

EXDIPUTADA

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