• 11/07/2015 02:01

La política, parte del folclor

Recuerdo que mi padre, quien gozaba de mucha simpatía en nuestro pequeño corregimiento, lograba conquistar muchos votos

Desde la década de los cuarenta del siglo pasado, los políticos se las ingeniaron para de alguna forma ayudar a los copartidarios campesinos santeños, utilizando los recursos del Estado, (asumo que lo hacían en las diferentes provincias); cuento con referencias y algo de experiencia.

Recuerdo que mi padre, quien gozaba de mucha simpatía en nuestro pequeño corregimiento, lograba conquistar muchos votos; gracias al partido político al cual pertenecía, conseguía durante el período electorero una ‘chambita', trabajando provisionalmente durante los meses de la estación seca, reparando o construyendo puentes, ‘cortando' los caminos de penetración, los cuales durante la estación lluviosa se tornaban intransitables, instalando alcantarillas, formando parte de las ‘cuadrillas' de obreros en la llamada Junta de Caminos, lo que hoy está bajo la jurisdicción del MOP.

De lo que nunca tuve conocimiento fue de lo que luego, con el pasar de los años se convirtió en una ingrata realidad como fueron las ‘botellas' o personas que cobraban un salario sin trabajar; situación que se agravó cuando los pagos o salarios de las ‘botellas' fue en aumento; los ‘caciques políticos' ya utilizaban la mala práctica de quitarle la cédula a los campesinos, inscribiendo sus nombres en las planillas de la Junta de Caminos. Los días de pago el político recogía los cheques por el valor de la ‘botella'; le daba en efectivo una cantidad miserable al dueño de la cédula, pero queda claro, que sin tener que trabajar recibía un aporte, pero el político se quedaba con la parte más jugosa del salario que le correspondía al dueño del documento, al campesino de mi tierra.

El día de las votaciones habían ‘chivas gallineras' habilitadas por los diferentes ‘caciques políticos', para trasladar a los copartidarios para que depositaran sus votos en el corregimiento que les correspondía. Como luego de depositar el voto había que colocar el dedo índice de la mano derecha en un recipiente con tinta generalmente negra, supuestamente ‘indeleble', muy cerca de la mesa de votación, con la tinta aún fresca en el dedo, habían casas con equipo humano experto con toda clase de quita manchas entre ellas: jabones muy fuertes, clorox, aguarrás, para limpiar y borrar cualquier evidencia de haber votado. Una vez se les brindaba comida o algún ‘preparo' a los votantes, eran trasladados a otros pueblos distantes para que depositaran nuevamente sus votos, tantas veces como fuera posible.

No existía padrón electoral ni listas de votación oficiales, lo que permitía que todo ciudadano que portaba una cédula, mayor de 21 años, era apto para votar en cualquier mesa de votación del país; aunque en 1930 se había realizado el primer censo de conformidad a los levantamientos metodológicos modernos y en 1948 se creó el Departamento Nacional del Censo, era precaria la forma de detectar la cantidad de votantes en las provincias y en todo el país.

Para estas fechas, los políticos tenían plena conciencia de que solo el 38 % de la población total panameña vivía en las ciudades y el 62 % restante, estaba repartida en la campiña o áreas rurales; lo que convertía la contienda electoral en un verdadero problema de movilización. Para cautivar esos votantes, utilizaban diferentes métodos, entre ellos, reuniones en determinado pueblo; donde, tanto a los candidatos como a los votantes se les facilitara converger para escuchar los discursos llenos de promesas, las cuales una vez ganaban o perdían la elección, eran olvidadas, tal como ocurre ahora.

La política criolla, debemos reconocer, no es una política que se ejerce con vocación, ideología o doctrina alguna. Se ejerce desde tiempos inmemoriales, exclusivamente para lograr un beneficio propio, de su familia y de los grupos que apoyan en los partidos políticos.

Es por ello que el juegavivo, el ‘¿qué hay pa' mí?', distinguen al político panameño de todos los tiempos, incluyendo muchos de los que han alcanzado la Presidencia de la República; también por ello es que nos sobran dedos en las manos para contar los presidentes que han dejado huellas de servicio honesto, aunque todos suelen colocar ‘al pueblo primero'.

Definitivamente, la educación de políticos pulcros y consagrados del futuro es tarea de nosotros los padres, los educadores, los grupos cívicos y de todos los ciudadanos honestos de este país.

ESCRITOR, COMPOSITOR Y FOLCLORISTA.

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