• 07/03/2016 01:00

Trump: el vino amargo de los republicanos

Ya debiéramos saber que el juego de las predicciones políticas a ocho meses de las elecciones en los Estados Unidos es un juego de ilusos

Ya debiéramos saber que el juego de las predicciones políticas a ocho meses de las elecciones en los Estados Unidos es un juego de ilusos. No se trata de poder señalar quién tenía razón o no cuando se den los resultados finales. Para hacer predicciones y ‘acertar', es necesario entender que se puede estar totalmente equivocado. ‘Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario', una conmutación de palabras que, en broma y en serio, todo aquel que quiera meterse a analista político debe tener en cuenta. Hace tan solo unos seis meses nadie (entre esos este servidor) le daba opción a Donald Trump como candidato, suficiente ejemplo para entender la máxima planteada.

Como observador social, más que observador político, creo que la sociedad estadounidense sí está cambiando, asunto que en el escenario más amplio y transcendental es favorable y significativo. Ese cambio viene ocurriendo hace ya varias décadas. Unos, los conservadores, señalan a rabiar que Estados Unidos está perdiendo su hegemonía mundial; mientras que otros sectores aseguran que ese país está en decadencia. Yo no creo ni lo uno ni lo otro, aunque el desespero de los más recalcitrantes puede ser peligroso para todos.

Esa sociedad está en transición; redefiniendo poco a poco, década por década, su cultura a una más incluyente y tolerante ante los grandes retos que la humanidad como conjunto viene experimentando. Esa redefinición de la cultural, invariablemente, irá rediseñando la conducta política en todas sus esferas de influencia y, consecuentemente, irá redefiniendo su cultura económica y financiera. Pero todos los grandes cambios humanos y sociales toman mucho tiempo y el camino que queda seguirá siendo áspero y peligroso, lleno de amenazas y retrocesos.

Las millones de personas que apoyan al candidato Bernie Sanders, por ejemplo, son la muestra de ese grupo de la sociedad que cree realmente que ese país puede ser mejor con el concurso de todos y para todos. Los que llevaron a Barack Obama a la Presidencia (los que tenían 18 años que ahora tienen 26, hasta aquellos que tenían 40 y ahora tiene 48 años de edad), en términos generales, ven un Estados Unidos que puede ser diferente e inclusivo, pero con una serie de problemas que excluye a gran parte de la población de las riquezas y oportunidades de las cuales debieran estar beneficiándose.

¿Dónde está el peligro y la posible definición de los comicios de noviembre? Está en el desinterés y la apatía en participar de un proceso que no da muestras de que pueda seguir allanando el camino hacia el cambio que ellos aspiran. Un proceso obsoleto que no necesariamente toma en cuenta el voto de la mayoría, que por el balance transicional que viene produciendo el cambio social y cultural, hace difícil la definición electoral (‘Remember Al Gore'). Allí es cuando uno de los dos sectores debe salir abrumadoramente a dar su opinión en las urnas, como ocurrió con Obama en 2008 y 2012.

Según datos del New York Times analizados por el diario US News and World Report, concluyeron que el pasado martes 1 de marzo (‘Super Tuesday'): ‘En los estados del sur, donde Clinton acumuló las mayores victorias —Alabama, Arkansas, Georgia, Virginia, Tennessee y Texas— la participación fue anormalmente baja'. Pero eso es en comparación al proceso electoral del 2008 y 2012. Mientras que, comparativamente, dicen los analistas, ‘los republicanos están viendo un aumento masivo en el número de votantes al comparar este supermartes a 2008'. El riesgo de que gané Hillary Clinton la nominación radica en que le será difícil incorporar a los seguidores de Bernie Sanders, sumado a la baja de participación que se señala.

Los republicanos, a pesar de su rechazo al Donald Trump que parece encaminado a asegurar la nominación por ese partido, han jurado apoyarlo a como dé lugar. Lo aseguraron todos los candidatos a quienes de una u otra manera Trump ha humillado, incluyendo a Jed Bush (ya retirado) y Marco Rubio con sus críticas mordaces y descalificaciones de Trump. A mucho pesar del patriota y poeta cubano José Martí. Rubio y un sector de los republicanos parecen resignados a aceptar como suyo ese vino por el bien de su partido, muy a pesar de lo amargo. El problema es que nos lo van a servir al resto del mundo.

COMUNICADOR SOCIAL.

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