• 26/03/2016 01:00

Arrogancia en las "encuestas"

Las encuestas son un instrumento de medición

Las encuestas son un instrumento de medición. Es un estudio metodológico que a través de datos e informaciones precisas y sin falsear, trata de comparar u obtener resultados que nos permitan conocer qué tan aceptado es un producto, un programa, una política de Estado, una persona, etc., por un conglomerado de personas o ciudadanos, aptos para emitir criterios sobre el particular, en un determinado territorio o circunscripción, que se puede tomar como referente general. La base tradicional utilizada para captar dichas informaciones son preguntas cerradas o abiertas, mismas, que deben ser iguales para todos los consultados y sin sesgos malintencionados, que pretendan conducir a los generadores de las mismas a propósitos ulteriores de ventaja, para favorecer en un determinado placer a uno de sus clientes.

Dicho instrumento, es casi el más practicado en todo el orbe en la época moderna para casi todas actividades del ser humano, en las que se compite. Comparándonos y midiéndonos vivimos, como si de una gran contienda humana permanente se tratara la vida. Cada quinquenio en Panamá, la vía electoral pacífica para arribar al poder, nos lleva a disputar los cargos públicos. Un gran número de candidatos actúa como buitres ansiosos, en un inmisericorde frenesí de ‘máscara contra cabellera y sin árbitro '.

Algunos, en competencia desleal y con una prepotencia desmedida, abusan del poder económico, político y social que poseen. No hay límite o tregua; cada quien con su librito maquiavélico en el bolsillo, para justificar los medios, practica con saña y arte todos los malabares que a sus oponentes criticaba, mientras era ‘oposición '. Unos, para acceder al poder y los que están en él, para mantenerse. La soberbia, uno de los vicios capitales más dañinos al ser humano, pareciera ser la mejor consejera.

Eso lo conocen en propiedad los dueños de las empresas encuestadoras. Ciertas mentes estratégicas, se prestan a los intereses de los poderosos, que detentan el poder político o económico, los cuales pagan para producir despreciables tareas de confundir. Hasta en los villorrios de esta patria enmarañada, hasta los jefes de las bandas encuestan. Algunas ‘encuestadoras ', que nacen al calor de la contienda, apuestan a quien paga mejor, para tratar de arrastrar las masas por vía de resultados previamente ordenados a obtener propósitos falsos e ilegítimos, con tal de lograr cuantiosas sumas de dinero del delincuente ideológico que los costea.

He visto, en cinco contiendas electorales postinvasión, caer en picada a candidatos de probada reputación y valor para la sociedad, producto del síndrome de las encuestas, contra verdaderos malandros que te dicen en su propaganda ‘quiero tu voto '. En tres, las brujas de Monagrillo y la escoba patas para arriba tras la puerta, hicieron morder el polvo al sainete. Esta injusticia social, muchas veces impulsada por vía de los instrumentos de comunicación masiva al servicio de algunos propietarios de medios, ayuda en parte a que se cree otro elemento de inequidad en las disputas electorales, mientras una lúgubre y moribunda Constitución Política nos recuerda el pacto ciudadano de ‘igual derecho para todos '.

Las encuestas nos las sirven como plato fuerte en la mesa sin control, por más de seis (6) meses, en contraste a la canasta básica que sigue flotando en bolsas de helio cada vez más grandes e inalcanzables y los delincuentes nos roban las carteras. Mientras nos babosean con cifras y valores que fueron plantados por los gurúes importados y falseados, nos bolsean de lo poco que tenemos en los bolsillos.

Otros, con más suerte, su ‘papi' les financia parte de la campaña en los partidos políticos. A estos, nunca les ha importado lo lugareño y prefieren el Cartier de ‘consultores ' foráneos y pagan por exóticos personajes que conocieron en una noche de juerga en Palm Beach y que, entre orgías, les garantizaron que lo imposible se podía, con el toque mágico de computadoras, preguntas, manejos, entuertos y muchas llamadas telefónicas. Lo que no se logró, al final, se justifica con cualquier expresión cursi.

Por la suma de todos estos males que son intolerables y que nos han aplastado por tantos años, se hace urgente que actuemos con conciencia hacia la convocatoria de una Constituyente que establezca un nuevo pacto nacional en la sociedad, que, de una vez por todas, reivindique a los más débiles y desposeídos. Con una nueva ley electoral justa y garante de un verdadero derecho para todos los ciudadanos, que nos libre de sistemas de oprobiosas encuestas. Con leyes fuertes y una administración de Justicia libre de la inherencia de los partidos políticos y con autoridades electas por su valentía para actuar, capacidad, honor y dignidad humana.

POLITÓLOGO Y ESCRITOR.

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