• 27/07/2016 02:02

Remarcables aspectos del actual proceso electoral en EE.UU.

La recta final hasta noviembre pinta interesante, sobre todo los ilustrativos debates públicos entre candidatos

Al redactar estas cortas reflexiones aún no se celebra la convención del Partido Demócrata en Filadelfia, aunque ese paso resultará de mero trámite para oficializar su candidatura presidencial. Entonces quedarán formalmente conformadas las opciones que ese partido y el Partido Republicano le presentan al electorado en las elecciones de noviembre. No ha sido difícil seguir ese proceso, porque los medios locales han sido pródigos en noticias relevantes; no podemos negar que alguna repercusión —mucha o poca— tendrá el resultado final en las relaciones con nuestro país.

En nuestro caso, algunos aspectos de esa campaña electoral merecen ser imitados o ser evitados. El hecho de tratarse de la nación más desarrollada y más votantes no debe impedir el reconocer semejanzas y contrastes familiares, porque las ambiciones de todos los políticos son parecidas. Una peculiaridad es que ambos partidos lanzan candidaturas con características inéditas: una mujer política y un empresario sin experiencia pública. Parecido a nuestro caso en el 2009.

Un resultado negativo de ambas campañas son las heridas que las primarias estatales dejaron en cada partido, sobre todo cuando las acusaciones y ofensas entre precandidatos se llevaron al plano personal, incluyendo cónyuges y padres. Se comenta que nunca antes se había descendido a un nivel tan prosaico de ataques personales cuando un candidato acusa a la otra de ser corrupta, mentirosa, torcida y tramposa; nos recuerda nuestras pasadas campañas. La desunión resultante obligó a la escogencia de un compañero de nómina como vicepresidente basada principalmente en su capacidad para curar las heridas internas.

La campaña negativa ha sido ampliamente utilizada. Se enfatizaron supuestas fallas inexcusables en la experiencia anterior de cada uno: en el desempeño censurable como funcionaria de una candidata, incluyendo responsabilidad por víctimas de actos de terrorismo que pudieron evitarse; y en el desempeño fracasado del empresario privado que llevó a la quiebra a varias de sus empresas e impidió la formación de sindicatos de trabajadores en algunas de ellas.

Un aspecto interesante son algunas medidas de transparencia, sobre todo en aspectos financieros. Debido a que esa información es pública, hace algunos días se informó que la candidata demócrata contaba, hasta ese momento, con una ‘bolsa' de US$42.0 millones, mientras que su contrincante solo contaba con US$1.9 millón. Ese es un elemento tabú entre nosotros. En ese mismo tema de transparencia, se conmina a ambos candidatos a hacer públicas sus declaraciones de impuestos de los últimos años. Medida ilusoria en Panamá.

Ambas ofertas coinciden en objetivos comunes, como el mejoramiento del nivel de vida de la población; pero cada una ofrece diferentes rutas para lograrlo, dándole al elector informado la posibilidad de analizarlas y escoger. Solo como ejemplo: una campaña se opone a tratados comerciales de libre comercio como causantes de pérdida de puestos de empleos a favor de economías extranjeras; en cambio, la otra aboga por extender la apertura de mercados que, alega, a la larga benefician la economía local. Uno, con cajas destempladas, construye una muralla física contra la inmigración ilegal; la otra enfatiza el aporte que los inmigrantes hacen a la cultura y economía del país. Uno critica el nivel de inseguridad pública y responsabiliza a políticas del partido gobernante; la otra propone restricción en la venta de armas.

La recta final hasta noviembre pinta interesante, sobre todo los ilustrativos debates públicos entre candidatos. ¡Acá algunos políticos de pacotilla sugirieron eliminarlos! Evitemos epítetos ofensivos, incentivemos el debate de ideas y propuestas, exijamos la transparencia del monto de donaciones políticas, exijamos conocer las finanzas personales de los candidatos, limitemos las campañas negativas. Y mucho más.

EXDIPUTADA

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