• 04/09/2016 02:03

La educación de la juventud

La educación pública y la educación particular constituyen una gran empresa que nos compromete a todos los panameños

Tenemos que abrir de una vez los canales y concretar impulsos, los sistemas, los servicios, las posibilidades para que todo niño sea una esperanza más, una seguridad mayor de realización y de avance en la vida del país, y no la amenaza de lo que pudo ser muy bueno y se convirtió en una rémora difícil de vencer, y al fin y al cabo en cuestión lacerante para el destino de nuestra nación.

El maestro panameño no es ni quiere ser un autómata repetidor de lecciones a tiempo cronometrado sino una inteligencia ávida de mayores conocimientos y de un corazón desbordante de amor, para la creación de todo lo bueno y lo noble de que es capaz el niño panameño.

Tenemos que abrirle a nuestros hijos y a nuestros alumnos, la visión clara de un mundo nuevo que no podrá lograrse con el menosprecio de valores fundamentales como los que el cristianismo ha defendido y representa en la dignidad, en la libertad, y en la integridad del ser humano, sino que podrá ser construido, logrado y realizado en la medida en que la fuerza del entusiasmo sea canalizada a través de nobles objetivos, en forma constructiva, depurando de mezquindad y de odio el corazón del hombre.

La educación pública y la educación particular constituyen una gran empresa que nos compromete a todos los panameños; que compromete al Gobierno por la responsabilidad que incumbe al Estado, que compromete a quienes en virtud de un ideal superior, dedican su vida con abnegación y generosidad, al noble ejercicio docente; que compromete también a los padres de familia, sin cuya colaboración todos los esfuerzos educativos se estrellarían.

Lo que se invierte en educación, cuando la educación es provechosa, cuando la educación tiene éxito, cuando promueve las capacidades potenciales de los individuos, no son gastos perdidos, son gastos de inversión y estos gastos crecen necesariamente.

La inmensa mayoría de los panameños siente legítima satisfacción por ver a su juventud militar sana de cuerpo, sana de espíritu, decidida firmemente a entregarse al estudio incansable y a la cooperación en la obra del desarrollo que nos está exigiendo, con un mandato imperativo, el actual momento nacional.

El concepto de juventud, se ha señalado ya con una observación aguda, representa un concepto nuevo, característico de nuestra civilización. Es el progreso, la civilización, la responsabilidad, la necesidad de prolongar el sentido de la formación, lo que va creando esa situación intrigante, admirable, apasionante, inquietante que se llama juventud; una palabra cargada de mil significados y que todos encontramos a cada momento en nuestra experiencia vital.

El tema de la juventud es inagotable; ella representa una extraordinaria fuerza potencial; más de una vez ha sido comparada con las corrientes de nuestros grandes ríos. Utilizada en la producción de energía creadora y constructiva, puede realizar verdaderos milagros. Desbordada, en actitud de arrase, puede producir daños incalculables. En ambos casos, no aprovechada para la transformación del país, o convertida en factor de ruina y desolación sería como una riqueza perdida, que veríamos pasar a nuestro lado sin que ella produjera los inmensos frutos que está llamada a rendir.

La juventud es energía y promesa, inquietud, preocupación, en cierto modo, preparación y espera impaciente por entrar a cumplir responsabilidades de dirección en las distintas actividades que integran la vida social. La juventud, hoy, no termina con la madurez biológica. El tiempo intermedio entre la niñez y la edad adulta, se va extendiendo, con lo que va aumentado no solo su importancia numérica, sino su significación en los distintos aspectos del quehacer colectivo; pero sin duda la atención a los adolescentes, hasta llevarles a la plenitud en los diversos órdenes de valores, es de esencial importancia.

En gran parte los llamados problemas de la juventud dependen de la medida en que nos mostremos capaces de abrirles campo, de permitirles y asegurarles a los jóvenes que por una complejidad social creciente no son todavía sujetos plenos en el proceso de la actividad social, que serían atendidos y escuchados dentro del mecanismo misterioso que el hombre va construyendo para sus relaciones de convivencia.

MAESTRO DE CIUDADANOS.

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‘... sin duda la atención a los adolescentes, hasta llevarles a la plenitud en los diversos órdenes de valores, es de esencial importancia'

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