• 11/11/2016 01:01

Ausencia del escritor nacional en los medios

Tomando en consideración la impresionante cantidad de escritores que hay en Panamá

Tomando en consideración la impresionante cantidad de escritores que hay en Panamá, uno se pregunta por qué prácticamente ninguno escribe artículos de opinión en los periódicos locales. En otros países no se da este fenómeno; por lo contrario, los novelistas, poetas, cuentistas y ensayistas acostumbran reflexionar cada tanto tiempo en los medios de difusión en torno a la realidad nacional e internacional, o de manera específica acerca de problemas culturales, filosóficos, sociales o políticos, sobre todo. Es lógico que así sea.

En primer lugar, al hacerlo llegan de forma puntual y expedita a un mayor número de lectores locales sobre una variedad de temas de interés. Además, en la mayor parte de estos países, les pagan por la publicación de sus textos en los medios escritos. Es decir, el trabajo intelectual en esos sitios es respetado y, por tanto, remunerado, aunque nada más sea simbólicamente. Y hay leyes de derecho de autor que así lo determinan. Pero también ocurre que existe una larga tradición al respecto. Para ilustrarlo traigo a colación el caso de México, país en donde viví y trabajé 15 años, por lo que es el que mejor conozco. Ilustres autores como José Joaquín Fernández de Lizardi, Justo Sierra, Ignacio Manuel Altamirano, Amado Nervo, Manuel Gutiérrez Nájera, Mariano Azuela, Alfonso Reyes, Ramón López Velarde, José Vasconcelos, Renato Leduc, Rosario Castellanos, Jorge Ibarguengoitia, Ricardo Garibay, Edmundo Valadés, ElenaPoniatowska, Vicente Leñero y Carlos Monsiváis, en los siglos xix y xx, acostumbraban publicar artículos de opinión en periódicos y revistas de la localidad. También, en cierta medida, escritores de más renombre, como Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura 1990), Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, entre muchos otros.

En Panamá lo hacían ocasionalmente Guillermo Andreve, León A. Soto y Ricardo Miró; y por supuesto Gaspar Octavio Hernández, Mario Augusto Rodríguez y Joaquín Beleño, así como Nacho Valdés, Moisés Castillo, José Franco, Herasto Reyes y Guillermo Sánchez Borbón, periodistas empíricos todos; y ocasionalmente Roque Javier Laurenza, Eduardo Ritter Aislán, Ricardo J. Bermúdez, Rogelio Sinán, César Young Núñez y Ernesto Endara, entre otros. Pero eran otros tiempos. Hoy en día la pluma e ideas de nuestros escritores en los medios nacionales casi literalmente ‘brillan por su ausencia', por repetir un lugar común. Y por supuesto, es lamentable. Por el solo hecho de que los buenos escritores suelen tener una sensibilidad muy particular y un fino poder de observación y análisis, no deja de ser una verdadera lástima. Sus reflexiones en torno al acontecer nacional, los problemas sociales o cualquier otro tema de interés, serían sin duda bien acogidas, y acaso darían lugar a sabrosas polémicas intelectuales o simplemente humanas. De esas interesantísimas discusiones de altura de otras épocas, las cuales hacen falta más que nunca en un momento de creciente crispación social en que la politiquería y la nota roja se han tomado en buena medida los medios, complaciendo el supuesto morbo subyacente del pueblo.

Escribir es un oficio maravilloso. Implica un talento innato y, sobre la marcha, mucha preparación, disciplina y oficio cotidiano perseverante. Pero además de escribir novelas y cuentos, de poemas y obras teatrales, incluso de ensayos de densa lucidez, los creadores literarios tenemos una responsabilidad social: la de convertirnos en antenas del acontecer social e individual, auscultadores de la experiencia humana. Expresar sus opiniones fuera de los libros, en otros medios, incluyendo hoy en día los electrónicos, es una manera de expandir la comunicación y de ser congruentes con la seriedad inherente a su quehacer literario.

El país, y los medios mismos, ganarían con una presencia más visible de algunos de nuestros más talentosos autores en espacios destinados no sólo a comentar las noticias como tales sino, también, a expresar otras aristas igualmente relevantes del complejo entramado de fenómenos y comportamientos que solemos llamar Realidad.

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