• 26/11/2016 01:03

¡Añorando una candidatura independiente!

¿Existe esta posibilidad? ¡Opino que Sí! No obstante, subrayo que mi conclusión no es ofrecida como un paliativo ni es producto de un idealismo desenfrenado

Son pocos los meses que faltan, según los requisitos de nuestro Tribunal Electoral, para iniciar, en todo el país, la recopilación de firmas necesarias proponiendo una candidatura presidencial independiente; es decir, una que no emane del vientre de los partidos de rigor.

Esta realidad la menciono porque los partidos políticos han estado, no sigilosamente, posicionándose, como es de esperar, para seleccionar y colocar sus respectivos ‘caballos' en la gatera de los próximos comicios electorales y aún no se vislumbra una candidatura independiente que ofrezca a nuestro pueblo la posibilidad de deshacerse de las oprimentes cadenas neoliberales desafortunadamente arraigadas en el útero de nuestros partidos de reciente historia que, opino, han empeñado el futuro de la nación, nuestras clases media y pobre, colocándolas en las manos de aquellos quienes históricamente se han nutrido de la ignorancia política —engendrada por ellos— de un pueblo que se ha dejado manipular por las promesas falsas y vacías o, peor aún, incumplidas; prefiriendo recibir migajas en vez de controlar y dirigir su propio destino.

Sostengo que un futuro solvente y emocionalmente saludable para nuestro país requiere y demanda una reestructuración fundamental que se sedimente en un intento genuino de proveer posibles soluciones a los problemas básicos que históricamente han afectado y siguen afectando a las clases marginadas y de aquellos quienes —posiblemente sin saberlo— están en vísperas de ser marginados. Además, es mandatorio que dicha política cultural y económica reviente de abajo hacia arriba y no lo contario.

¿Existe esta posibilidad? ¡Opino que Sí! No obstante, subrayo que mi conclusión no es ofrecida como un paliativo ni es producto de un idealismo desenfrenado. ¡Les aseguro que NO! Existen dos modelos que atestiguan la viabilidad de candidaturas que capturan la imaginación y el corazón de una nación: Barack Obama y Bernie Sanders.

Es cierto que ambos corrieron como demócratas, pero su apoyo e infraestructura política inicial vino de las bases populares y continuó durante sus campañas. Empero, una candidatura de esta índole en Panama requerirá, de nuestra parte, un compromiso inquebrantable, firme, despojado de agendas personales o egoísmos ideológico. Tendrá que encontrar la manera de poder aglutinar cohesitivamente las voces populares divergentes existentes sin condicionarse a los intereses Machiavellanos de algunos y por ende los ‘caballos de Troya' que indudablemente cabalgarán.

Los sacrificios serán abrumadores. Las tentaciones de dejar el campo de batalla a los partidos políticos para que ellos —poseedores de millones de balboas para difundir; de extraordinaria influencia en los medios; de una estructura política y estratégica que ya ha visto combate— son argumentos potentes y tal vez persuasivos para aquellos carentes o de poca autoestima y fervor nacionalista.

A mi juicio, antes de huir y sacrificar nuestro futuro sobre un campo mendaz de miedo y terror, acordémonos de lo que perderíamos si no intentamos colocar las riendas del poder transformativo nacional en las manos de los que han sufrido y siguen sufriendo. Acordémonos también de lo que nos ha traído a esta coyuntura electoral: La corrupción estatal; la partidocracia; la inequidad económica; la privatización; la globalización que presagia un Panamá que no será nuestro —comprado en las casas de valores o empeño por capitalistas extranjeros.

De que la contienda será difícil es innegable; si fuera fácil, ya se hubiera obtenido y no hubiese necesidad de luchar. Exhorto a que, ‘sin miedo ni tembladera', nos adueñemos de los versos de Gaspar Octavio Hernández: ‘... Si ves que el Hado ciego en los Istmeños puso cobardía desciende al Istmo convertida en fuego y extingue con febril desasosiego a los que amaron tu esplendor un día'.

Inspirémonos con la memoria nostálgica de Ricardo Miro, quien nos enseñó a soñar. Nunca podremos digerir torres de acero y cemento.

DOCENTE, POLITÓLOGO Y ESCRITOR.

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