• 07/12/2016 01:01

Luchemos para ser libres

Traicionados, porque ante este criminal atropello, ..., nuestro fantasmagórico Gobierno, ..., ha escurrido el bulto; se ha salido cobardemente de la escena...'

‘Si siguen luchando, algún día ustedes recuperarán su libertad', Ramsey Clark, exfiscal general de Estados Unidos. Panamá, marzo de 1990. Las palabras de Ramsey Clark me dejaron atónito. No era para menos. No solo venían de un admirado exfiscal general, sino de quien lideró una Comisión Independiente sobre la Invasión a Panamá y había recibido el Premio Gandhi para la Paz.

Ramsey Clark, miembro del Tribunal Internacional por Crímenes contra la Humanidad, leyó (1996) la retahíla de acusaciones por Crímenes contra la Humanidad endilgadas al Consejo de Seguridad de la ONU por haber prohijado la invasión de EE.UU. a Irak.

Me sentí atónito, como pudo sentirse un esclavo en una plantación en Virginia Occidental ante un abogado libertario que le dijera lo mismo: ‘Si siguen luchando, algún día ustedes recuperarán su libertad'.

Los que no pudieron comprar su libertad tuvieron que pelear por ella en, y después, de la Guerra Civil, cuando EE.UU. se convirtió en Nación, ya que ninguna Nación ni ningún Estado existe sin independencia y sin libertad.

Sus palabras me hicieron sentir como si me hubieran cambiado de piel. Más bien, como si me hubiesen despellejado. Si no se tratara de Ramsey Clark, pudiera sentirme ofendido y hasta burlado. Pero no. Era una conversación solemne entre dos personas sentadas sobre una pila de 4000 a 7000 panameños asesinados por el ejército (entonces) más poderoso y bárbaro del mundo.

A sus inquietudes, le expliqué al Dr. Clark que la invasión nos cayó cuando me aprestaba a presentar una demanda contra el Gobierno de EE.UU. ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, para lo cual había sido nombrado embajador y Agente de la República de Panamá. Pero no encontré manera de salir del país de incógnito, en vista del control total por los invasores de puertos y aeropuertos.

El no tener libertad no nos convierte en esclavos, pero sí nos despoja del carácter de Nación y, por lo tanto, de nacionalidad. Eso que tenían los mandingas antes de perder su libertad de manos de piratas negreros. Eso que hemos perdido los panameños con la invasión y el bárbaro aplastamiento de nuestra independencia.

Por eso, no solo este humilde servidor sino los panameños de verdad (descuento a los apátridas de hoy y de siempre) nos sentimos despellejados en carne viva y huérfanos o, para citar tres palabras justicieras de Doris Hubbard-Castillo, admirable panameña que labora en La Decana , los panameños estamos y nos sentimos todos frustrados, indignados y traicionados.

Frustrados, porque el Imperio nos ha cercenado o guillotinado la libertad de expresión, la libertad para informar y ser informado, al condenar ilegal e injustamente a la muerte comercial, judicial y moral a La Estrella de Panamá , uno de los más antiguos del Continente, y a El Siglo , el diario de mayor circulación en nuestro país.

Frustrados, porque el Departamento del Tesoro mata de hambre (en el mes de Jesucristo) a cientos de familias que perderán sus empleos, así como también sus casas, su sustento y su futuro.

Indignados, porque no es la primera vez que el Imperio agrede a Panamá sin Justa Causa: Ni La Estrella de Panamá ni El Siglo , como tampoco ninguna de las empresas sindicadas por Washington han cometido los supuestos delitos que se les atribuyen, en violación del debido proceso, de la presunción de inocencia y de los más esenciales derechos contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo aniversario 68 será el próximo 10 de diciembre.

Traicionados, porque ante este criminal atropello, al igual que con los Papeles Mossack-Fonseca, nuestro fantasmagórico Gobierno, haciendo mutis, ha escurrido el bulto; se ha salido cobardemente de la escena; se ha invisibilizado y nos ha dejado sin representación y en garras de los lobos.

Pero los panameños vamos a luchar, porque no es verdad que, luego de responder dignamente un Nueve de Enero con la ruptura de relaciones diplomáticas con EE.UU., nos quedaremos con los brazos cruzados aguardando a que la guillotina caiga sobre nuestros pescuezos. No es verdad que, después de conquistar parcialmente la soberanía, vamos a dejar que se sigan llevando sus despojos las hienas del Averno.

A luchar, entonces, porque como reza una de nuestras décimas:

‘¡Ya está bueno de relajo! / No aguantamos la agresión / ni la discriminación / que impones en el trabajo! / ¡Ya está bueno, qué carajo! / ¡Ansiamos otro destino! / No tu dinero mezquino / con que a muchos has comprado. / Que los tiempos han cambiado / ESCUCHA, YANQUI ASESINO'.

*ANALISTA INTERNACIONAL, EXASESOR DE POLÍTICA EXTERIOR Y ESCRITOR.

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