• 16/07/2017 02:02

Los alimentos nutritivos son más caros

 El costo por caloría de los vegetales y las frutas es mucho más alto en promedio que el de harinas refinadas, azúcar y aceite vegetal.

Nadie está en desacuerdo: los panameños comemos mal. Comemos pésimo porque ingerimos demasiadas calorías, demasiados alimentos procesados y casi nada de frutas o vegetales.

¿Por qué? Esta pregunta tiene diversas respuestas, lo cual es entendible para un asunto tan complejo como la dieta de un país. Pero una de las respuestas que siempre burbujea a la superficie es porque los alimentos nutritivos cuestan más.

Surgen entonces dos preguntas relevantes. La primera es empírica: ¿por qué son los alimentos saludables más caros? Y la segunda es conductual: ¿qué factores se interpone entre el costo de los alimentos y una mejor dieta? Si utilizamos una métrica sencilla, el costo por caloría (una medida razonable, ya que las calorías son la única cosa que todos los alimentos tienen en común, y todos necesitamos unas 2 mil de ellas diariamente), la alimentación saludable realmente cuesta más. El costo por caloría de los vegetales y las frutas es mucho más alto en promedio que el de harinas refinadas, azúcar y aceite vegetal.

En general, un supermercado ofrece una variedad de calorías a precios asequibles para corresponder con el desafío de preparar un menú diario que cueste menos de $4 por persona. Efectivamente, existen los habituales alimentos procesados que son calentados en microondas o cocinados ‘al instante'. Ejemplo, el Kraft Macaroni & Cheese con un precio de 14 centavos por cada 100 calorías, el burrito congelado de 16 centavos, raviolis enlatados de carne de 18 centavos, la sopa china instantánea Nissin de 11 centavos y la salchicha de pollo, rellenas de harina y aceite vegetal, de 8 centavos. Sin embargo, el honor de la fuente más barata de calorías de todos los alimentos de la dieta panameña es el azúcar, de 3 centavos por cada 100 calorías.

No importa lo barato que sean los alimentos procesados, las materias primas que los conforman son aún más baratas. Imagine que Kraft, Quaker, Kellogs, General Mills o Nestlé pueden fabricar un alimento, empacarlo, transportarlo, comercializarlo, promoverlo y venderlo por centavos. Aun así, muchas veces se puede comprar los ingredientes por separado, cocinarlos en casa y terminar con una comida más barata que los productos enlatados. En 2016, en un estudio que realizamos haciendo compras directas a productores y en mercados de abastos, encontramos que el precio de una dieta saludable puede ser hasta $1.50 más barata por persona por día que una a base de productos procesados.

Aunque $1.50 no suena como mucho para hacer una gran diferencia en la calidad de la dieta, también se puede comprar una variedad de alimentos básicos baratos y nutritivos: mantequilla de maní (12 centavos por cada 100 calorías), harina integral (5 centavos), huevos (10 centavos), avena entera (7 centavos), harina de maíz (6 centavos), arroz integral (14 centavos) y frijoles negros secos (10 centavos). Por supuesto, el precio no es el único problema: no todos tienen acceso a un supermercado ni tampoco todas las viviendas cuentan con cocinas equipadas para preparar alimentos.

Y allí está la clave. Las comidas saludables que compiten con los alimentos procesados están anclados a la preparación de arroz, frijoles y granos enteros, y no todas las personas tienen el tiempo o la habilidad para combinarlos con muslos de pollo (13 centavos), papas (38 centavos), zanahorias (30 centavos), maíz congelado (35 centavos), nueces (30 centavos), yogur (36 centavos) o brócoli (43 centavos), y comer suficiente por menos de $4 por día.

Pero por otro lado, nadie puede disputar la realidad de que la gente prefiere las papas fritas al coliflor. Igualmente, la mayoría prefiere el sabor del arroz blanco al arroz integral y el pan molde sobre el pan de centeno. Con lo cual queda en evidencia que la obesidad no es solo un problema económico por los precios altos de los alimentos saludables, sino también por la inhabilidad y falta de tiempo para cocinar.

La comida no es solo nutrición. También es placer, algo para lo que las personas de bajos ingresos tienen muy pocas alternativas. Por eso, las autoridades deben asumir el costo político y hacer que los alimentos saludables sean más asequibles a toda la población. La noción errónea de que nuestra dieta fue heredada y que nada se puede hacer, siendo los pobres los más vulnerables, no resuelve el problema. Al contrario, hasta que reconozcamos que todos por igual somos cómplices de un sistema alimentario en el que compramos por preferencia y cocinamos por conveniencia, es muy improbable que lo mejoremos.

EL AUTOR ES EMPRESARIO, CONSULTOR EN NUTRICIÓN Y ASESOR EN SALUD PÚBLICA.

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