• 21/07/2017 02:03

Sembrar noticias y matar la crítica

Estas tácticas mediáticas utilizada por las industrias en contubernio con periodistas pagados se han filtrado poco a poco

La inocuidad de los alimentos es una cuestión de intensa preocupación pública, y por buenas razones. Millones de casos se reportan todos los años por intoxicaciones alimentarias que provocan alarma no solo por la comida que sirven en restaurantes sino también por alimentos comprados en supermercados. Muchos expertos sostienen que la inocuidad de los alimentos incluye más que lavarse las manos o cocinar a altas temperaturas. Implica una política de salud pública. Y cuando se trata de salud, entran en juego miles de millones de dólares, y la industria, el Gobierno y los consumidores chocan sobre cuestiones de valores, economía y poder político que no siempre convergen en el interés público.

Infinidades de casos demuestran la forma en que muchas empresas dentro de la industria de alimentos se han opuesto a las regulaciones de salud, negando su responsabilidad y culpando a los consumidores cuando algo sale mal. Definitivamente, su comportamiento corporativo ha sido tan contraproducente que ha dañado la reputación de toda la industria. Tomemos de ejemplo el caso de Monsanto, que ahora se dedica a convencer a periodistas de que la biotecnología alimentaria es la solución a los problemas alimentarios del mundo y que cualquier crítica a sus productos es una amenaza a la ciencia en la misma categoría que la negación del cambio climático.

El año pasado, Monica Eng de WBEZ, una estación de Chicago, publicó una historia contundente que revelaba que Monsanto había pagado a un profesor de la Universidad de Illinois para viajar, escribir y hablar sobre organismos genéticamente modificados (OGM), y para presionar a funcionarios a suspender la regulación de OGM. En una investigación de más de un año, Eng descubrió documentos que demostraban que Monsanto hizo los pagos al profesor Bruce Chassy, quien aconsejó a Monsanto depositar dinero en la fundación de la universidad donde los registros están protegidos contra la divulgación pública.

Lo que ella nunca imaginó fue el masivo contraataque de la empresa y la universidad, que la acusaron de ser una activista, al punto que fue perseguida en Twitter por seguidores pagados que le emprendieron una campaña para desacreditarla personal y profesionalmente. ‘He trabajado como periodista en Chicago durante más de tres décadas, he descubierto actividades cuestionables en instituciones gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro y empresas privadas. Pero nunca había visto a un grupo tan decidido a tratar de atacar personalmente a un periodista que cubre un tema'. La experiencia de Eng es solo un ejemplo de una estrategia inventada por primera vez por las tabacaleras para difamar a los críticos, rotar a los reporteros y apagar la información que podría dañar la imagen de la industria.

En los últimos años, los medios de comunicación han sido testigos de una preocupante tendencia hacia un periodismo patrocinado por empresas. El British Medical Journal (BMJ) expuso una campaña de varios años de Coca-Cola para influir en reporteros que cubren la obesidad, mediante el financiamiento secreto de conferencias de periodismo. En un artículo reciente, se descubrió que dinero de Coca-Cola sirvió para influenciar encubiertamente a periodistas con el mensaje de que la falta de ejercicio físico es un problema mayor que el consumo de azúcar en la epidemia de obesidad. Según el BMJ, para Coca-Cola la obesidad es más una consecuencia de la inactividad física que de beber el líquido azucarado regularmente.

Sin duda, la campaña de siete cifras que la industria de sodas ha montado para financiar este tipo de conferencias a periodistas ha cumplido su cometido, al lograr publicar decenas de artículos favorables a sus empresas. No obstante, para los promotores de salud, el obtener este tipo de evidencia documentada sobre la influencia encubierta de una industria en los medios es muy raro. En 2004, el público tuvo acceso a documentos secretos solo después de terminar los litigios en los casos fallados de la industria del tabaco. Anteriormente a eso, las tabacaleras habían premeditadamente logrado publicar historias sobre la debilidad científica en su contra y sembrar dudas razonables en consumidores y autoridades.

Estas tácticas mediáticas utilizada por las industrias en contubernio con periodistas pagados se han filtrado poco a poco, al igual que la fuerte represión y amenazas contra cualquiera que pregunte o publique historias sobre el daño que causan sus productos. Conocemos sobre esto de primera mano, y es por eso que necesitamos de inmediato un debate abierto para definir una política verdadera de salud pública. Sentimos que ya es un buen momento para comenzar.

EL AUTOR ES EMPRESARIO, CONSULTOR DE NUTRICIÓN Y ASESOR DE SALUD PÚBLICA.

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