• 02/08/2017 02:03

Las ‘fake news' despreciables y peligrosas

Ambas herramientas son útiles para lograr torcidos objetivos financieros o políticos.

Desde tiempos inmemoriales han existido los ‘fake news', pero ha sido últimamente cuando el presidente Trump quien se queja, desde su campaña electoral, de ser victimizado por lo que interpreta como campaña personal y política en su contra. La única diferencia, entre el ayer y el hoy de Internet y redes sociales, es el nuevo mote. Es una vieja costumbre que en nuestro país conocemos como ‘bochinches' o ‘chismes', que son útiles a quienes quieren hacerle daño a la reputación o al carácter de cualquier hijo de Dios.

En esencia se trata de información deliberadamente falsa que se hace circular por Internet y que, en ocasiones, algunos profesionales o empresas carentes de valores éticos pueden difundir también en medios de comunicación tradicionales. Se ha calificado como una guerrilla de comunicación que se apoya en el principio de que una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad. Esta política del engaño se vincula también al nuevo concepto de la posverdad, según el cual, cuando algo aparenta ser verdad, resulta solo por ello más importante que la misma verdad. Ambas herramientas son útiles para lograr torcidos objetivos financieros o políticos.

Un ejemplo reciente fue el intento de victimizar al candidato Emmanuel Macron, sobre todo en las postrimerías de la segunda vuelta de su campaña electoral, cuando se hicieron circular supuestas facturas de consumo de drogas, evasión de impuestos, gastos pasados al partido político que no correspondían a su actividad política, etc.

El presidente Trump por su lado ha sido un acérrimo crítico de las noticias falsas con las que lo han vinculado: que planeaba ordenarle a más de 100 mil guardias recoger y detener a millones de inmigrantes en su país; o que, en una omisión descortés con el presidente italiano, durante una conferencia de prensa no se colocó un auricular para comprender el discurso que pronunciaba su colega; o que, en gesto racista, había removido el busto de Martin Luther King Jr. de su despacho presidencial. Todos fueron negados como absolutas falsedades y aclarados con pruebas.

Igualmente los ministros de su gabinete también han sido objeto de noticias falsas. El ministro de Hacienda fue acusado de que una empresa de su propiedad le había secuestrado una propiedad a una anciana de 90 años por una deuda de 97 centavos en los pagos mensuales de su hipoteca; mientras que a otro ministro se le acusó de haberse referido, en un discurso público, a los inmigrantes mexicanos como ‘basura'. Ambos fueron aclarados y desmentidos con pruebas.

Pero en algunos casos, las ‘fake news' pueden acarrear consecuencias trágicas. El caso del ‘pizzagate' mediante el cual se acusó a un restaurante de la capital norteamericana de dedicarse a la pedofilia y al abuso sexual de niños, llevó a un ciudadano indignado a irrumpir y atacar con arma de fuego otro restaurante para hacerse justicia por sus propias manos.

De igual manera hemos sido testigos de información perjudicial a competidores comerciales, cuando se ha divulgado que insectos fueron supuestamente encontrados en bebidas refrescantes o larvas en productos cárnicos.

Si por allá llueve, por acá no escampa. Ya han asomado grabaciones de hechos ocurridos en otros países, divulgados como ocurridos aquí. Aunque hay quienes abogan porque las noticias falsas deben ser publicadas porque interesan al público, no hay duda de que la política del engaño debe ser combatida y detenida. En Internet y en las redes sociales, todo el mundo puede hablar, pero no todo el mundo será escuchado. Debemos estar vigilantes porque las mentiras descaradas pueden constituirse en parte del discurso político que se nos viene encima.

EXDIPUTADA

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