• 12/10/2017 02:00

El dilema electoral en Venezuela

Es un país que muere de mengua, en una agonía que rebasa los límites de la tolerancia, que despierta la ira de un pueblo humillado.

Una de las cosas que más sorprende en los venezolanos es el sentido de lucha que rezuma en su gentilicio. Después de casi dos décadas de un chavismo destructor y obsceno, aún quedan arrestos entre la población para hacerle frente a la peor ignominia política en la historia de ese país.

Lo digo con conocimiento de causa. Viví gran parte de mi vida en una Venezuela pujante, luchadora, armoniosa y positiva, llena de vida y dueña de sus sueños. Y también viví la debacle, la caída y el rotundo fracaso que ha significado la llegada del populismo exacerbado y avasallador.

Hoy, Venezuela es un país lleno de heridas, de tristezas y de muchos desencuentros, como si una lava ardiente hubiese arrasado con la esperanza, calcinando todo a su paso y evaporando el sueño de grandeza que durante años nos inculcaron nuestros ancestros, dejando a su paso un pueblo polvoriento, con el alma acribillada de tantos errores.

Hoy, Venezuela vive el dilema más grande de su historia, el dilema que supone votar en medio de una atroz dictadura, casi como las reses que van al matadero. Votar hoy en Venezuela se ha convertido en un acto de supervivencia, en una prueba de pulso para ver quién cede primero, en una guerra psicológica que no deja el más mínimo resquicio para la reflexión sino para la acción inmediata, y donde no cabe ni siquiera el perdón.

Venezuela se enfrenta a una dura tarea: decidir restarle espacios a un régimen autoritario y felón, que se riñe con la lógica y no admite siquiera la menor crítica, a sabiendas de que ha perdido escandalosamente todo el apoyo popular. Si el venezolano vota, seguirá dando ejemplo de lucha, pero si no lo hace, también puede ser considerado un acto digno y principista, al no avalar elecciones en medio de una dictadura. Es el gran dilema del venezolano de hoy, una trampa que un régimen de baja ralea como el de Maduro es capaz de ejecutar, sin cortapisas ni vergüenza alguna.

Votar o no votar. El problema no es solo recuperar espacios, sino lo que viene después, el intento de subsistencia de un modelo carcomido en sus propios hígados, que destroza todo a su paso. Es un país que muere de mengua, en una agonía que rebasa los límites de la tolerancia, que despierta la ira de un pueblo humillado.

Cualquier cosa que hagamos para desmontar esta vergonzosa patraña, es un paso gigantesco. Cualquier decisión popular para acabar con la ignominia chavista, es un logro monumental. Pero todos sabemos el riesgo que corremos los ciudadanos en un proceso electoral tan irregular como el que se avecina el próximo 15 de octubre.

La luz roja queda entonces encendida. Sufragar o abstenerse, es un ‘ser o no ser' que ha sido vilmente orquestado, a sabiendas de que el régimen de Maduro es largamente inconstitucional, con un prontuario de abusos que es del dominio mundial. Un Gobierno como el de Venezuela, herido y abandonado por la voluntad popular, es más peligroso que nunca. Vienen momentos aún más duros para un país, donde la sobrevivencia se ha convertido en moneda cotidiana y la agonía se estira sin misericordia.

Por eso creo que todavía la solución está en la calle, que la vía electoral por sí sola será insuficiente. Es posible que resucite el espíritu de lucha y que la memoria de los caídos sea honrada con valentía. Vienen tiempos aún más difíciles para Venezuela.

PERIODISTA, ESCRITOR.

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