• 04/12/2017 01:03

Se cosecha lo que se siembra

Esto, sumado a todo lo que venimos aprendiendo cada día sobre los casos de corrupción que se discuten en la palestra pública

La pobreza se manifiesta de diversas maneras. El Banco Mundial señala que es: ‘... un fenómeno multidimensional que incluye incapacidad para satisfacer las necesidades básicas, falta de control sobre los recursos, falta de educación y desarrollo de destrezas, deficiente salud, desnutrición, falta de vivienda, acceso limitado al agua y a los servicios sanitarios, vulnerabilidad a los cambios bruscos, violencia y crimen, falta de libertad política y de expresión'. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe dice: ‘La noción de pobreza expresa situaciones de carencia de recursos económicos o de condiciones de vida que la sociedad considera básicos de acuerdo con normas sociales de referencia que reflejan derechos sociales mínimos y objetivos públicos. Estas normas se expresan en términos tanto absolutos como relativos y son variables en el tiempo y los diferentes espacios nacionales'.

En este ambiente de descalificación y de crítica destructiva, opinar es un ejercicio que se debe hacer con el mayor cuidado para trasmitir la idea... sin que se pierda en el torbellino malsano que vivimos a diario en los medios, particularmente las redes sociales. La gente de la comunidad de Cabo Verde debe pagar por los servicios que reciben: no hay titubeos sobre eso. Viendo las cosas de reojo cuando transitamos por esa misma avenida que bloquearon, las parabólicas del servicio de Cable TV abundan y se especula sobre lo que gastan en celulares, tarjetas de celular y otros ‘espejismos' que le dan algo de validez a los cuestionamientos sobre su indiferencia para pagar el servicio de energía eléctrica.

Se cosecha lo que se siembra. Sin justificarlos, la actitud de los pobladores de Cabo Verde es producto de una cultura atizada por políticos incultos que han explotado su condición social y de pobreza por décadas, acostumbrándolos a vivir de lo fácil y del ‘juegavivo'. Días antes, los miembros del Sistema Nacional de Protección Civil vieron sus vidas en peligro por una turba que les exigía colchones y aparatos de línea blanca cuando realizaban las verificaciones necesarias y levantaban un censo después de una inundación.

Lo que yo cuestiono es la rapidez con que la Policía está presta para caerles, arrolladoramente, con gases lacrimógenas, gas pimienta y violencia desmesurada. El juegavivo de ese grupo no es tan diferente a los de los empresarios que no le pagan las cuotas que descuentan del Seguro Social a sus empleados. Hay gente que llega a su edad de jubilación para luego enterarse de que les falta una cantidad de cuotas que le descontaron. Cuando ese tema sale a la luz pública, rápidamente se cubre. Ese problema no se ha resuelto.

En la cultura del juegavivo que hemos cultivado, los de Cabo Verde no quieren pagar y deben ser responsabilizados por eso. Igualmente, los empresarios en mención tampoco quieren pagar lo que le deben a sus colaboradores. Esto, sumado a todo lo que venimos aprendiendo cada día sobre los casos de corrupción que se discuten en la palestra pública.

A pesar del cacareado crecimiento, los problemas sociales están insistentemente presentes. A las clases más necesitadas les asfixian dificultades que no parecen superables por múltiples razones; entre esas, su propia condición de rebaño a disposición de los poderes constituidos y la politiquería. Eso ha generado corrupción, tráfico de estupefacientes, lavado de dinero, proliferación de armas y la violencia que produce. Esa gente que no quiere pagar la cuenta de energía, es la misma gente que el sistema educativo va dejando atrás y que los sistemas de salud no les resuelven. También es la misma gente que a la hora de ver el noticiero, con energía robada, se enteran de los millones de dólares que ‘los cocotudos' y ‘yeyés', como ellos les dicen, se han robado.

La pobreza no es alguien que no tiene dinero; es ‘multidimensional', como señala el Banco Mundial. Siembren para cosechar bien. Las comunidades pobres y en riesgo social, necesitan una intervención más a tono con la realidad que viven a diario. Hay que educarlos, dejar de utilizarlos en la politiquería y darles esperanzas dignas para poder aspirar a una mejor vida. Si no le caen a palo a unos, tampoco deben caerles a palo a los otros. Busquen la manera de negociar y conversar con esos panameños mientras desciframos qué hacer para acabar con el juegavivo generalizado.

COMUNICADOR SOCIAL.

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