• 20/12/2017 01:03

Las barricadas el 20 de Diciembre

Así lo confirmaban los reportes de los ciudadanos

Recientemente, en las redes, apareció un comentario sobre mi participación en aquellos días después del 20 de Diciembre de 1989. Se dijo que yo era un informante de los ‘invasores gringos' señalando a ‘los patriotas que luchaban contra los invasores'. Palabras más palabras menos. En pocas palabras, que yo era ‘un traidor' y ellos eran ‘los patriotas', aunque los que hicieron esos comentarios en las redes no hayan luchado contra los invasores, que nosotros conozcamos.

Pero, esta mención me da la oportunidad de refrescar la memoria en un episodio histórico de nuestra lucha por la democracia, por la paz, por la libertad de la cual carecíamos por aquellos días de diciembre de 1989.

Derecho tienen los que apoyaban a Manuel Antonio Noriega, militares y civiles y los que lo adversaban, militares y civiles, a conocer un poco de historia, no contada, para lo cual voy a tratar sin la pasión ni el rencor de un ciudadano torturado en dos ocasiones por varios días por las Fuerzas de Defensa en mayo y agosto de 1989.

El 20 de Diciembre de 1989, a eso del mediodía, cuando ya la intervención militar norteamericana se había apoderado del Cuartel Central, Amador, Tocumen, Panamá Viejo y había provocado la huida del general Noriega, del Estado Mayor y de los militares y policías de sus cuarteles y la tropa quedaba sin mando, sin dirección, sin guía y lo mismo pasaba con los famosos Batallones de la Dignidad, que terminaron usando el Hospital Santo Tomás como cuartel central de sus operaciones, recibí una llamada del amigo Miguel Vanegas para darme algunas ideas de los alrededores del barrio donde vivía, lo mismo que las AK-47 abandonadas, seguramente por los militantes de las Fuerzas de Defensa y los Batalloneros. La llamada además me informaba que la televisora y la radio que tenían los militares norteamericanos en la Zona del Canal estaban transmitiendo noticias, comentarios y llamados a que se apoyara al Gobierno del nuevo presidente Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford, los candidatos de la ADO-CIVILISTA, que habían ganado las elecciones de mayo de 1989 y que el general Noriega había anulado con la complicidad de los magistrados del Tribunal Electoral. Que le parecía, continuaba Vanegas, que era una ofensa y que los civilistas nada decíamos al respecto por los medios de comunicación. Que algo deberíamos hacer en esa dirección, para que estos puertorriqueños dejaran de transmitir a nombre de los panameños. Las televisoras y las emisoras estaban silenciadas por los gringos y por sus propios miedos.

Escuché atentamente a Vanegas. Le dije, que solo una emisora con potencia nacional podría hacer una tarea de orientación a la ciudadanía y que para esa actividad debíamos tomarnos una emisora por la fuerza, con algunas armas, que ya Vanegas tenía en sus manos. Le dije igualmente que para manejar la emisora debíamos tener conocedores de la misma, para ser efectivos. Le pedí que me diera tiempo, que iba a consultar con unos amigos periodistas.

Llamé a mi amigo Chito Montenegro y le pedí que nos reuniéramos con Leeroy Hubbard Joseph y Juan Barrera Salamanca para conversar en su casa al respecto. Chito aceptó mi solicitud y nos reunimos para plantearnos la toma de una emisora. Todos decidimos que Radio Mía era la más próxima al proyecto, además contábamos con Juan Barrera Salamanca que era amigo personal de su propietario, Ramoncito Pereira, porque había que obtener el cristal que hace funcionar los equipos de la emisora. Juan Barrera Salamanca y yo nos fuimos a la casa de Ramoncito en Carrasquilla. Se habló con él, se le convenció, le prometimos que cuidaríamos sus equipos y que necesitábamos el apoyo de José Laguna, locutor estrella de Radio Mía. Recibimos el cristal y organizamos el equipo de trabajo. Leeroy, Juan Barrera Salamanca, Chito Montenegro, Nino Macías y yo, a los micrófonos, nos alternábamos de día y de noche. Miguel Vanegas, Roberto Broce, Erick Muñoz (q. e. p. d.), Jorge Flores, Julio Lobón y Chichi Moreno, con armas en las manos, a cuidar la emisora y a defender la trinchera democrática y civilista que iba a transmitir a favor del Nuevo Gobierno. Ni los nuevos gobernantes ni sus partidos políticos ni la cruzada ni los gringos nos pidieron que nos atrincheráramos, fue una decisión personal, considerábamos que era un deber político de nuestra parte para consolidar el régimen democrático por el cual habíamos luchado e iniciamos la tarea.

El día 23 de diciembre de 1989, empezamos a transmitir el programa LA VOZ DEMOCRÁTICA Y CIVILISTA, día y noche. El programa dio inicio a una campaña de apoyo al Nuevo Gobierno de Endara, Arias Calderón y Ford, a solicitarles a los panameños que no derramaran sangre entre hermanos, que los batallones y miembros de las Fuerzas de Defensa entregaran las armas y acataran al nuevo Gobierno, que se evitara el enfrentamiento con las tropas norteamericanas, porque era inútil la resistencia, que abandonaran el saqueo y el pillaje que fue provocado por los batalloneros, en la idea de provocar un enfrentamiento entre los gringos y los civiles. Alertados los gringos, por sus informantes, dejaron que los panameños saquearan a su gusto y terminaran celebrando sus mejores navidades.

Después de dos días de una campaña continua día y noche, por la radio a nivel nacional, decidimos abrir los teléfonos de la emisora para que los ciudadanos cooperaran con las denuncias que tenían que hacer sobre la violencia que los militares y batalloneros seguían realizando por las calles, barrios y urbanizaciones, haciendo de estas acciones un objetivo de guerra y poniendo en peligro la vida de civiles desarmados. Las miles de llamadas que fueron llegando fueron asombrosas. Las denuncias fueron de toda naturaleza: armas escondidas en casas, militares de rango escondidos, autos, contenedores y depósitos de armas. Todas esas denuncias, para lo cual le pedíamos a los ciudadanos la mayor responsabilidad en las denuncias, las difundíamos, para que los autores, los cómplices de estas actividades guerreristas se fueran en fuga y evitáramos males mayores. Como las denuncias ciudadanas se mantenían, decidimos llamar a todos los panameños de nuestros barrios a que LEVANTÁRAMOS BARRICADAS para defender nuestras casas, nuestros barrios, las urbanizaciones y las empresas para que no fueran atacadas ni saqueadas. Los ciudadanos se armaron con valor, con lo que tenían a la mano: palos, machetes, revólveres y no pocas AK-47 recogidas en la huida de los militares y batalloneros.

La respuesta ciudadana fue positiva. Las BARRICADAS se levantaron en toda la ciudad para evitar que los batalloneros y los militares de las FFDD que, sin dirección, sin guía, sin metas, deambulaban por la ciudad, algunos en su nerviosismo, disparando sobre civiles o poniendo en peligro la vida de los ciudadanos. Así lo confirmaban los reportes de los ciudadanos. Las BARRICADAS CIVILISTAS se mantuvieron hasta que pasó el peligro.

Nuestra campaña civilista y democrática apoyando al Nuevo Gobierno ayudó a consolidar la tranquilidad en la ciudad. A informar y orientar a la ciudadanía. A llamar al desarme a los batalloneros y militares de las FFDD que anárquicamente y armados recorrían la ciudad, poniendo en peligro a ciudadanos indefensos y que se abandonara el saqueo de tiendas, almacenes y depósitos. No habían otros medios transmitiendo.

Una semana después, los miembros del Estado Mayor se entregaban a ‘los invasores gringos'. Los demás rangos huían, se escondían. Las tropas en general apoyaron al nuevo Gobierno. Los torturadores, los sapos, los aguerridos norieguistas de izquierda y de derecha, escondidos. El Gobierno se organizaba y se consolidaba, sin lugar a dudas, con el apoyo de los gringos que habían intervenido en la vida nacional, en gran parte autorizados por el Tratado de Neutralidad que fue aprobado en el Plebiscito de octubre de 1977 y del cual Omar Torrijos había señalado que debía ser bien administrado y que el Paraguas del Pentágono cubría los cielos panameños. Noriega y sus seguidores, creyeron que el ‘imperialismo era un Tigre de papel', como decía Mao. Al final se dieron a la fuga y se entregaron.

Las versiones de aquellos días y las de ahora, a la distancia, pueden variar. Hoy no pocos quieren señalar la heroica ‘resistencia contra la invasión yanqui', los miles de muertes que provocó la invasión, se llegó a decir que fueron 10 000, ‘las barricadas' formadas por los panameños, decía una emisora sandinista eran para detener a los ‘tanques gringos' y un largo etcétera de verdades, medias verdades, medias mentiras y mentiras enteras.

La invasión o liberación yanqui, se dio y se fueron a los años. La democracia se consolidó. Los Tratados del Canal se cumplieron. Los detenidos del régimen norieguista, los que pelearon, que fueron los pocos y los muchos que se entregaron almidonados y afeitados, también se fueron para sus casas. Sus cuentas bancarias fueron liberadas. Sus familias fueron respetadas. Ningún militar ni batallonero fue fusilado ni masacrado en horas de la noche como sucedió la noche del 3 de octubre de aquel año por parte de los gringos ni por la Policía Nacional que se organizó, a pesar de tantas violaciones, atropellos, muertos, torturas, detenidos y vejaciones causadas por los sectores más recalcitrante y sectarios norieguistas.

LAS BARRICADAS CIVILISTAS y nuestra programación de RADIO MÍA apoyando al Nuevo Gobierno de Endara, Arias Calderón y Ford, merecen que no queden en el olvido, como tampoco los muertos y heridos de aquel 20 de Diciembre de 1989. Tampoco deben quedar en el olvido los causantes de ‘esa invasión o liberación de Panamá' a causa del Estado Policiaco de las FFDD y sus mandos del Estado Mayor, únicos culpables de la intervención norteamericana, con el triste colofón del general Manuel Antonio Noriega asilado en la Nunciatura del Vaticano el 24 de diciembre de 1989 y rendido ante las tropas norteamericanas aquel 3 de enero de 1990 y juzgado y condenado en Miami el 20 de octubre de 1993. El poderoso general, abandonado por la izquierda y por la derecha que lo endiosó y se benefició durante su reinado.

Este escrito quiere ser un reconocimiento a los amigos periodistas Chito Montenegro, Leeroy Hubbard Joseph, Juan Barrera Salamanca (q. e. p. d.), Nino Macías y a los amigos Miguel Vanegas, Roberto Broce, Julio Lobón, Chichi Moreno, Jorge Flores y Erick Muñoz (q. e. p. d.), que expusieron sus vidas por defender la democracia y la libertad por la cual había luchado el pueblo panameño en las calles y en las urnas, lo mismo que en las cárceles. A los difuntos Chinchorro Carles, Leonidas Aragón, Gonzalo Menéndez Franco, a Tomy Paredes y otros que llegaron a solidarizarse.

Abandonamos la emisora RADIO MÍA el día 2 de enero de 1990 y se la devolvimos a su propietario, Ramón Pereira, hijo, cuando estaba por entregarse el general Manuel Antonio Noriega. Ya habíamos cumplido nuestro objetivo.

Este episodio vivido fue nuestra traición según los derrotados norieguistas. ¿A quién traicionamos? ¿A las Fuerzas de Defensa y a los Batalloneros que habían sembrado la violencia, la muerte, las torturas, las vejaciones entre los panameños? ¿A los defensores del fraude electoral de 1989? ¿Al régimen policiaco de terror y violencia conque reinaron los amigos del régimen de Noriega?

La patria y los panameños están por encima de la izquierda, de la derecha y de los oportunistas que se prestaron para la farsa del régimen policiaco.

Vale recordar que muchos de los héroes anónimos, muertos y vivos, de aquellas jornadas civilistas y democráticas, que han permitido el funcionamiento de esta democracia, con sus virtudes y sus vicios, no han sido reconocidos ni por el Gobierno de Endara ni por los Gobiernos que le siguieron.

Hemos tratado de encontrar las grabaciones de aquellos días, como parte de la memoria política, todo ha sido imposible.

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