• 31/01/2018 01:03

La impronta del Quijote y de Cantinflas

Escogido el candidato de consenso del campo opositor, se inició una campaña nada fácil.

Los valores del ingenioso caballero de la triste figura concebido por el Manco de Lepanto y del más fino comediante de la cinematografía universal fueron exaltados por Guillermo Endara y aplicados a la política panameña cuando, para ridiculizarlo, un banquero extranjero y un presidente de la República, respectivamente, lo asociaron despectivamente con ambos personajes. Guillermo Endara, lejos de sentirse ofendido por sus burlas, refutó la superficialidad e ignorancia del banquero y del presidente y resaltó, en cambio, sus valores que deben ser siempre ejemplos de principios y conductas dignos de ser imitados.

Estos y muchísimos otros detalles interesantes han sido traídos al tapete en el trabajo de Manuel Cambra en su enjundiosa obra presentada al público panameño la semana pasada. Esa obra, ‘En la Senda del Quijote: Biografía de Guillermo Endara Galimany', es el resultado de un serio esfuerzo de investigación y de un sinnúmero de entrevistas a quienes lo conocieron y trataron en el difícil contexto histórico que le tocó vivir y gobernar. Se brindan luces no solo sobre su vida y los principios que lo guiaron sino, además, sobre el estado de deterioro político, moral, social y económico del país de entonces.

Se presentan en el libro, con bastante detalle, muchos aspectos de la época poco conocidos. O conocidos por pocos. Uno de ellos, a título de ejemplo, fue la lucha por la escogencia del candidato de la ADO-Civilista, cuando había muchos factores entremezclados en la contienda por liderar la oposición: unos abogaban por no participar del todo en elecciones de antemano claramente fraudulentas; otros favorecían vehementemente a sus respectivos candidatos con sus testimonios de que ‘las reuniones eran peleas de verdad… la cosa no era fácil… La reuniones fueron violentas, duras, fuertes, descarnadas' entre los que apoyaban a uno u otro precandidato. Además era evidente que los militares, en apoyo del candidato del oficialismo, intentaron fraccionar parte de la oposición tomándose el control de algunos partidos tradicionalmente democráticos.

Escogido el candidato de consenso del campo opositor, se inició una campaña nada fácil. Aceptar una candidatura en aquellas circunstancias era en sí una decisión valiente. Había mucho temor por represalias violentas contra simpatizantes o manifestantes, como después lo hubo contra las protestas de ‘pañuelo, pito y paila', y por los atropellos de los ‘batallones de la dignidad', como el ocurrido días después de las elecciones en la Plaza de Santa Ana. Se luchaba en una contienda desigual donde el dinero oficial corría a raudales a favor de sus candidatos respaldados por una exagerada propaganda oficialista.

A pesar del apoyo desmedido a la candidatura oficialista, el triunfo opositor fue tan arrollador que forzó la anulación de las elecciones ganadas por un candidato que había sido atacado por los alabarderos de la dictadura con el apodo de Pan de Dulce por su ‘contextura gruesa… un gordito… un payaso... un tonto… sin capacidad para gobernar'. Sin embargo, ese candidato resultó ser un presidente no revanchista, demócrata hasta la médula, reconocedor del valor de una oposición para la democracia, respetuoso de los derechos humanos y, sobre todo, capaz de reírse de sí mismo y de sus torpezas humanas.

En fin, quienes quieran conocer muchas interioridades de la época y sus circunstancias, relatadas por muchos de los contemporáneos que las vivieron y aportan testimonios desinteresados sin prejuicios, encontrarán en esta excelente biografía, en sus aspectos positivos y no tan positivos, la historia de un hombre que lideró el inicio de la tarea de reconstrucción y de reconciliación nacional. Tarea en que aún hoy estamos comprometidos, en gran medida inspirados por el Quijote y Cantinflas.

EXDIPUTADA

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