• 26/02/2018 01:02

Otra perspectiva sobre Panamá Bilingüe

‘Decidamos apostarle a nuestra educación'

Mi nombre es Franklin Morales. Soy miembro del servicio exterior en la Embajada de Panamá en los Estados Unidos y en mi función he podido apoyar al programa Panamá Bilingüe. Sin embargo, no escribo como un servidor público, sino como un ciudadano comprometido, sin interés de ser asociado con ningún partido o agenda política. Escribo para compartir por qué, desde mi perspectiva, la misión de Panamá Bilingüe debe contar con el respaldo de todos los panameños.

Hoy, el crecimiento de Panamá exige a todos dominar el idioma inglés como prerrequisito para acceder a mejores oportunidades. En ese sentido, es indispensable inspirar a aquellos docentes en cuyas manos hemos puesto a nuestra niñez y nuestro futuro. No podemos seguir dejando rezagada a la mayoría de los niños que no pueden acceder a una educación privada. Debemos juntos encontrar la salida de este largo túnel de desigualdad en el que nos vemos encaminados.

Mis padres, de Bocas del Toro y Chiriquí, ambos crecieron en circunstancias de pobreza. Como hijo, no pude evitar ver en ellos y en sus historias reflejada la realidad de muchos panameños. Crecí viendo con frustración cómo las iniciativas de ‘desarrollo nacional' muchas veces no beneficiaban a los más vulnerables. Panamá Bilingüe, por el contrario, está transformando la vida de personas en todas nuestras provincias y comarcas.

He podido conocer a cientos de maestros que han llegado a los Estados Unidos de todos los rincones de nuestro país. Son profesionales cuyo nivel de inglés es superior al necesario para beneficiarse de la experiencia y suficiente para dedicarse a profesiones más egoístas que la docencia. Ellos aprenden liderazgo y metodologías de enseñanza de inglés como segundo idioma en instituciones cuyo prestigio y trayectoria son incuestionable. Además, visitan escuelas bilingües estadounidenses y construyen una visión de lo que puede lograr nuestro país.

Siempre he sido crítico de la educación en Panamá. Sin embargo, conocer a estos docentes me hace confiar en que un cambio es posible. Y así como apoyamos a nuestra selección de fútbol, así mismo debemos apoyar a los maestros que están en la cancha escolar todos los días. Los que lo dan todo, a pesar de nuestras duras críticas. Ellos quizás no nos llevarán al mundial, pero estoy convencido de que están abriendo el camino para aquellos que lo harán. Por eso, ahora más que nunca, debemos apostar a la educación.

La inversión que se ha hecho en la educación bilingüe es para el beneficio de todos. Aquellos que han indicado que la formación internacional de maestros no resolverá los problemas de educación probablemente tienen razón. Sin embargo, eso no significa que no es necesaria o que debemos hacer menos. Por el contrario, hay que hacer más. Si Panamá puede presupuestar e invertir más de dos mil millones de dólares en obras que benefician solo a algunos en la ciudad capital, ¿por qué es un exceso invertir 5 % de esa suma en el futuro del país? Si además de lo que hacemos se necesita más entrenamiento local o becar a más estudiantes y profesionales para acelerar el proceso de cambio, entonces propongamos. Pero seamos realistas, el impacto de los programas de cambio educativo no se verá en el plazo inmediato. Es por eso que debemos tener paciencia.

No caigamos víctimas de la desinformación. No es cierto que los maestros que llegan a Estados Unidos no saben inglés ni que vienen solo a pasear. Tampoco es cierto que $130 millones invertidos en educación son una pérdida para el país. Sigamos pidiendo a nuestros gobernantes de turno transparencia, reportes de progreso y políticas basadas en evidencia. Eso es señal de que estamos avanzando y que nunca más toleraremos la corrupción. Establezcamos un debate constructivo para mejorar, pero tengamos presente que la idea de Panamá Bilingüe, sin importar cuál sea el nombre que se le quiera dar, merece el apoyo de todos los panameños. Solo así una niña de las provincias tendrá la misma oportunidad que una de la capital o un niño de una escuela pública podrá soñar igual que uno de la escuela privada. Ya es hora de que empecemos a poner fin a la injusticia social con la que nos hemos acostumbrado a vivir.

DIPLOMÁTICO Y MIEMBRO DE GLOBAL SHAPERS.

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