• 09/05/2018 02:00

Nicaragua, ¿una nueva revolución?

Se despierta el nicaragüense y viene la contrarrevolución. Nicaragua pone de nuevo una cuota de muertos

Después de cuarenta años de los Somoza, Nicaragua tuvo suficiente. Un país entero —industriales, comerciantes, indígenas, trabajadores, juventud de todos los estratos sociales—, todos, se levantan como un solo país, con un solo corazón, con una sola pasión: liberar Nicaragua para que sea el pueblo el que se dé un Gobierno justo, solidario y democrático.

Sonaron las balas, los morteros caseros, las piedras; en las montañas, en las ciudades, en los caminos; se conspiró, se planificó la victoria y se pusieron los muertos. Nació una ilusión, la esperanza de un cambio, pero casi de inmediato, por mediación de los Castro, la esperanza fue arrancada de cuajo, cuando acababa de florecer y se esclavizó a Nicaragua nuevamente. Con propaganda, violencia y sin pausa, se impuso una nueva política que tomó desprevenidos a los nicaragüenses que todavía soñaban con la Nicaragua prometida.

Se despierta el nicaragüense y viene la contrarrevolución. Nicaragua pone de nuevo una cuota de muertos, nacen nuevas ilusiones y se consigue que el inicio del sueño comience a tomar forma. Se va al diálogo, vienen elecciones y las pierde Ortega. El sueño solo duró tres mandatos presidenciales: Chamorro, Alemán y Bolaños. Ortega de nuevo toma el poder, por la estupidez de la oposición que se dividió en minúsculos partidos; cada quien en busca de una cuota de poder y unas migas del botín.

‘Despacito', Ortega que aprendió su lección, no arriesgaría más su presidencia, fue imponiendo una férrea dictadura, aparentemente democrática. Los Ortega ya manejan todos los poderes del Estado: civil y militar. Fueron comprando conciencias, doblegando voluntades, usando negocios particulares en los que participan militares, políticos, burócratas, con la ayuda económica de Venezuela a través de Albanisa; flujo de dinero manejado directamente por Ortega y familia, respaldado por el dinero de los contribuyentes.

La desvergüenza, el enriquecimiento voraz de la familia gobernante, de los burócratas y algunos militares, con el silencio cómplice de la empresa privada, está quemando la piel de un pueblo empobrecido.

Las pinzas están listas para cerrarse y estrangular a Nicaragua, al mejor estilo de la revolución cubano-venezolana. Hay que advertir que Cuba escribe la hoja de ruta revolucionaria para todos los países simpatizantes de izquierda.

Los nicaragüenses han realizado que van camino a un absolutismo total, manejado por una camarilla incapaz y corrupta; por eso están dispuestos a dar la vida. Si los Ortega no renuncian y no dejan el mando, los nicaragüenses no cesarán en sus demandas y habrá más muertos.

Es hora de que los organismos internacionales reaccionen y detengan lo que será una nueva guerra civil en Nicaragua. Lo muestran las continuas guerras históricas y revoluciones en Nicaragua. Se puede afirmar, sin temor a error, que cada generación ha tenido una guerra. Los nicaragüenses no se rinden fácilmente.

El problema del aumento de cuota a los cotizantes al seguro social y la reducción de subsidios a los jubilados fue solo el disparador de las protestas. Las protestas no pararán mientras los Ortega y sus adláteres no salgan del poder. La destrucción de todos los símbolos del orteguismo: árboles de lata, banderas, vallas de carretera, etc., así como las multitudinarias concentraciones de protesta, autoconvocadas, demuestran hasta dónde está harto el pueblo de ser manipulado y que está dispuesto a todo para detener la opresión que se le avecina, antes que sea demasiado tarde.

La OEA y demás organismos internacionales no deben esperar más para pronunciarse; de lo contrario, demostrarían ser inoperantes y nuevamente caerían en negligencia.

LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y MBA.

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