• 16/05/2018 02:00

Afrodescendientes y cultura

Entonces hubo que arañar oportunidades para preservarla, así como su intimidad

Desde el momento en que irrumpieron en su pueblo, reunieron a todos los hombres y fueron escogiendo a los más fuertes para encadenarlos y llevárselos a destinos extraños, distintos y lejanos, su vida cambió totalmente. Entonces hubo que arañar oportunidades para preservarla, así como su intimidad; porque como diría un pensamiento Masai en Kenya, ‘la cebra no se deshace de sus rayas, ni la corteza de un árbol se adhiere a otro'.

Las embarcaciones salían de las costas en el oeste del continente africano hacia allende en el Atlántico; luego llegaron al Caribe y entraron por las orillas del territorio que más tarde habría de llamarse Centroamérica, el norte de Colombia y el estrecho istmo panameño, tan delgado que permitió salir a otro mar que sirvió para la colonización de los poblados en la orilla del poniente de ese territorio lleno de metales, piedras y especies para mandar a la corona.

Un mercado triangular, diría Diana Uribe, el trayecto fue desde las poblaciones africanas, rumbo a las nuevas tierras encontradas y allí se inició la producción de azúcar, licores; una explotación intensamente extractiva y sus productos se encaminaron hacia Europa para fortalecer las economías y crear condiciones de una competencia que se medía entre control de humanos con la tez de colores y generación de eso que ahora llaman ‘commodities'.

Las circunstancias que rodearon el establecimiento de las comunidades afrodescendientes en Panamá en los diferentes momentos, marcaron hitos en su evolución. Estas experiencias generaron una identidad, así como los rasgos de una cultura específica que tienden a darle una fisonomía propia a estas colectividades. Por mucho que el tronco seco permanezca en el fondo del agua, nunca se volverá caimán; dirían en Guinea, Mali y Costa de Marfil.

El rescate de estos valores es imprescindible pues por lo general tienden a ser conservados de manera muy íntima. Afirma García Canclini que ‘ese conjunto de bienes y prácticas tradicionales que nos identifican como nación o como pueblo es apreciado como un don, algo que recibimos del pasado con tal prestigio simbólico que no cabe discutirlo.' Quizás es como lo expresa un aforismo gabonés; ‘el mono se puso piel de jabalí; pero murió siendo mono'.

En su hogar dejaron visiones frente a la naturaleza, al entorno, a los animales y plantas que han quedado para la posteridad. En su obra, El caballo de la palabra, Rogelio A. Martínez Furé, lo expresa muy bien; ‘Bajo el lenguaje simbólico, o abriéndose paso directo, como un puñal, se ocultan profundas meditaciones, valores abstractos'. Acá debieron construir una cosmovisión marcada por las modalidades crípticas, la alteración y simulación.

Por eso las parábolas encerradas en el lenguaje confuso del congo colonense y su danza sensualmente rítmica. La cosmogonía religiosa también produjo una versión negra en Portobelo, Antón y hasta en algunos personajes de las festividades del Corpus Christi santeño. Posteriormente vinieron las manifestaciones musicales populares y expresiones metafóricas escondidas en el texto del bullerengue, calipso, primero y luego en el jazz.

Uno de los aspectos fundamentales en esta evolución de los grupos afrodescendientes en el país, es el relacionado con la ‘apropiación desigual' del capital cultural, sobre todo porque otros sectores han sido dominantes en la correlación de fuerzas en el país. Interesa este panorama porque los grupos humanos tienden a dar mucha importancia a los legados que dejan para las generaciones futuras.

De allí la importancia de una celebración como el mes de la etnia negra que se conmemora en mayo y que posibilita reconocer desde el valor inmaterial del arreglo de cabello, hasta fundamentar un orgullo que guarda su histórica esencia. Atrás quedó aquella verdad de la diferencia entre quien dio los golpes y aquél que los recibió.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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