• 23/05/2018 02:03

Venezuela: ¿y ahora qué?

La deuda pública externa de Venezuela se acerca a US$150 000 millones, que incluye una importante porción a Rusia y a China. 

El resultado anunciado era perfectamente previsible: su ‘amado pueblo,' compensándolo por su ‘patriótica' labor que ha enfrentado malignos designios extranjeros, reeligió al actual presidente por un período adicional de seis años a partir del 2019, derrotando por amplio margen a su más cercano rival. La sombría expresión de la presidenta del CNE cuando anunció los resultados oficiales y el flaco entusiasmo de la multitud reunida para escuchar el discurso triunfal del candidato ‘victorioso' fueron imágenes antipáticas que confesaban, con desparpajo y desvergüenza, una manipulación de la información oficial que no lograba embaucar ni dentro ni fuera de Venezuela. Fue el resultado esperado de elecciones inclinadas a favor de la candidatura oficial, con líderes de oposición presos o perseguidos, candidaturas anuladas ilegal e inmoralmente, presiones ejercidas sobre los votantes, frases amenazadoras del propio presidente, como ‘Votos o Balas', y áreas de proselitismo oficialista —Puntos Rojos— en las inmediaciones de los centros de votación para confirmar la obligada asistencia de funcionarios.

Pero el control político que pretende seguir teniendo el régimen actual no le resolverá los problemas financieros, económicos, sociales y diplomáticos de su Gobierno y del pueblo. Todo lo contrario: comenzando por la bajísima producción del petróleo —históricamente su principal producto de exportación— de 3.5 millones de barriles diarios a mucho menos de la mitad hoy, y a un precio también a mitad de lo que fue en recientes épocas de bonanza. Al caer el precio, unido a una escasa producción por falta de mantenimiento y de renovación de equipos de exploración y de refinamiento inoperantes, los ingresos disminuyeron considerablemente. Expertos aseguran que el consumo interno demanda cerca de 600 mil barriles diarios, lo cual deja solo cerca de 800 mil barriles de petróleo ‘pesado' para vender en el mercado internacional.

Para complicar el panorama petrolero, la empresa Conoco, que ganó un arbitraje contra Venezuela por US$2000 millones por la confiscación de sus refinerías por el presidente Chávez, ha embargado en Curazao los ingresos del petróleo refinado allí en una refinería estatal venezolana. Tan serio es el problema que el presidente Maduro ha suspendido envíos adicionales de petróleo venezolano a esa refinería e hizo retornar rápidamente a dos tanqueros con petróleo surtos en Curazao para ponerlos a salvo de un posible secuestro. La amenaza de Conoco no termina allí: persigue también en Estados Unidos a gasolineras CitGo de propiedad venezolana, cuyas acciones supuestamente ha adquirido la empresa petrolera rusa Rosneft intentando ponerlas a salvo de Conoco.

La deuda pública externa de Venezuela se acerca a US$150 000 millones, que incluye una importante porción a Rusia y a China. Si bien Rusia le permitió refinanciar pagos inminentes hasta US$3000 millones, China, más estricta, no ofrece aliviar los pagos y le exige la cancelación en especie —petróleo— lo que no le significa ingresos frescos a Venezuela por la venta de su petróleo.

Por otro lado, el régimen de Maduro ha quedado huérfano de relaciones internacionales; el Grupo de Lima, Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y otros países rehúsan reconocer el resultado de las elecciones del domingo. En ese caso, ¿qué futuro le depara el campo internacional diplomático y el mercado financiero mundial? Por ahí parece que se vislumbraría el final del régimen de Maduro y su clan, que quedarían aislados. La fórmula política interna ejecutada, lejos de poder contribuir a mejorar ese panorama sombrío, lo empeora. Si ‘ganó' con escasamente del 28 % de electores habilitados, significa que un 72 %, compuesto por votos de oposición y absentismo, no legitimó su régimen y se imponen nuevas elecciones supervisadas internacionalmente. Nada menos que eso tendría efecto positivo.

EXDIPUTADA

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