• 27/04/2019 02:00

La comarca Wargandí o la negación de derechos humanos

La comarca Wargandí es una zona reservada por ley, hace once años, para protección de derechos históricos y territoriales de una serie de comunida...

La comarca Wargandí es una zona reservada por ley, hace once años, para protección de derechos históricos y territoriales de una serie de comunidades de cultura Guna que se desplazaron espacialmente de norte a sur, siguiendo el curso del río Chucunaque en la provincia del Darién y que hoy está conformada por tres comunidades, a saber, Walla —la más grande en tamaño de población— Nurra y Mortí.

Desde el punto de vista de su situación sanitaria, me informaba preocupado uno de mis exalumnos —que resultó ser el director médico del Minsa - Capsi de Santa Fe—, esta comarca es responsable por poco más de la mitad de los enfermos de malaria de toda la provincia de Darién. Así como de la casi totalidad de los casos de desnutrición y complicaciones por diarrea que toca atender a este centro de atención, donde suelen ir los que alcanzan salir de sus comunidades cuando el transporte y los recursos se los permiten.

La escuela de Nurra, es todo un homenaje a la desidia gubernamental... le falta de todo y además su infraestructura física está en condiciones deplorables. No lejos de esta característica se encuentran los centros educativos básicos de las otras dos comunidades. Ninguna tiene luz eléctrica, lo que limita en exceso la eficacia del trabajo docente. ¿Educación de segunda clase?

En realidad se trata de pobres extremos, que hacen parte de una economía que transita de una vinculada a la explotación sostenible de los bienes de la naturaleza a otra de carácter mercantil monetaria que somete a todo el que participa de ella, de las actitudes propias de la insolidaridad y debilitamiento de los lazos culturales y sociales, otrora imperantes entre dichas poblaciones. Así como también impone el ímpetu depredador de los bienes ambientales, como consecuencia obvia de la entronización de la lógica de la maximización ilimitada de ganancias a costa de la naturaleza y del propio desarrollo humano.

Al decir del eminente economista Wim Dierckxens refiriéndose a las poblaciones indígenas —en su obra La transición hacia el postcapitalismo (2006)— ‘Al no estar vinculados con el mercado hoy, y sin perspectiva alguna para el día de mañana, son población sobrante, y en tanto ocupen ciertos territorios, a la vez un estorbo para el capital transnacional'.

En efecto, ser un estorbo para el capital —no solo el transnacional— significa para la población de la comarca Wargandí mantenerla sometida a las situaciones de subdesarrollo, gracias al olvido sospechoso de las políticas económicas y sociales de los Gobiernos que se han sucedido desde su creación, que revelan representar sus intereses económicos. Esto es negarles su ciudadanía, en cuanto a que no viabiliza el ejercicio de los derechos humanos a estas poblaciones.

Ya no solo el derecho a la salud o educación de calidad, sino el de la posesión de uno de sus principales activos: el territorio. Con la constitución de la comarca, fue reconocida y tolerada la presencia de colonos no indígenas en cerca de 90 hectáreas dentro de sus límites. A la altura de 2016, esta incursión de los que manejan el capital ganadero en la provincia se había multiplicado casi 10 veces, es decir, ya se habían posesionado de unas 900 hectáreas comarcales. Cabe esperar relaciones de tensión permanentes entre colonos e indígenas que ningún Gobierno ha querido solventar, haciendo valer el derecho territorial de esta comarca.

Por otro lado, la situación precaria de los pobladores ha sido terreno fértil para que incurran en una práctica contraria a su tradición cultural. Nos referimos a que se ven estimulados a talar árboles como medida para la subsistencia, entablando relaciones mercantiles monetarias con capitalistas madereros, que incluso han abierto un camino de varios kilómetros para que este intercambio pueda darse con mayor fluidez. Una permuta mercantil de Camino por depredacción del bosque, que conlleva a la inviabilidad de cualquier desarrollo sostenible para esta comarca. Hay camino, pero no hay medios de transporte.

Por algo no se quería tener contacto con el mundo occidental capitalista hasta hace unos años —nos ilustra el maestro Wilfredo de la comunidad de Mortí—, pero la pobreza ha puesto a la población, sobre todo joven, a expensas de esta relación que a la postre cambia la visión de protección del ambiente de la tradición Guna, por una de destrucción de su medio e insolidaridad con la comunidad y sus tradiciones culturales.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE DE LA UP.

‘Por algo no se quería tener contacto con el mundo occidental capitalista [...], pero la pobreza ha puesto a la población, [...], a expensas de esta relación [...]'

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