• 22/06/2019 02:00

Educación pública: entre tecnócratas y esclavistas mentales

‘Sería provechoso que los gremios reorientaran sus demandas hacia la construcción de una educación que no siga reproduciendo la esclavitud mental de nuestro pueblo; [...] sería un enorme aporte a la liberación social'

La educación a través de la historia, ha tenido un doble papel en el desarrollo de las sociedades, por un lado, la educación ha cumplido mal o bien con una función instrumental, esto es, dotar de una serie de herramientas que le permiten ejercer oficios, manejar instrumentos para comunicarse dentro del engranaje de la producción y reproducción de las condiciones materiales de vida. Por otro lado, ha desempeñado una función social de forjar el tipo de individuo que la sociedad o una parte dominante de esta requiere para su funcionamiento y permanencia.

Para muchos, la educación ha perdido la eficiencia en la primera función —es lo que se mide en la pruebas internacionales—, más no necesariamente en la segunda; empero, en los tiempos de las revolucionarias ofertas tecnológicas (tecnologías digitales, escenarios virtuales, etc.) que las instituciones escolares no cumplan con su función instrumental para manejar y estar a merced de estos en la rueda de la cultura consumista; significa no (de)formar a los niños en la racionalidad económica que los somete a la esclavitud mental desde años tempraneros. Esto representa la función que las élites del poder económico le asignan hoy a la educación.

A despecho del ímpetu tecnocrático, la incorporación masiva de tecnologías informáticas y digitalizadas en las escuelas nunca ha demostrado que mejora significativamente la calidad de la enseñanza-aprendizaje, siendo la calidad una deuda pendiente de nuestra educación pública.

El ímpetu tecnócrata no dirige, por ejemplo, su mirada hacia las tutorías que se hacen harto ineludibles en las condiciones de desigualdad social de las poblaciones que acceden a la instrucción escolar en nuestros campos y barrios populares. Paradójicamente, los y las ‘gurús' que suelen imponer sus criterios en cuanta mesa de ‘concertación‘se ha creado, dicen que debemos caminar hacia el modelo de la escuelas del sector privado (eufemísticamente denominado sector particular).

Allí, hay reforzamiento permanente de los estudiantes a través de mecanismos como las tutorías, pero que son costeados por cada padre de familia, lo que no están en capacidad de hacer los padres de los estudiantes de las clases populares. Pero ¿es posible incorporar esto mismo en el sector público a cuenta del tesoro nacional? Por supuesto que sí; no solamente posible, sino absolutamente necesario para reducir las desigualdades que el contexto social impone.

A contrapelo, cuando se introdujo tímidamente en el Meduca este mecanismo nivelador de desigualdades, no demoró mucho tiempo para ser castrado prácticamente de raíz. Antes que ampliar el programa de tutorías, fue preferible hablar de introducción de tecnologías de punta en las aulas, aunque no tuvieran impacto en el mejor aprendizaje de los estudiantes, pero sí en las arcas de los vendedores de los equipos (recordemos el proyecto de una laptop para cada estudiante de la administración Martinelli-Molinar).

Creo que buena parte del problema está en que los agentes del sistema escolar —principalmente los docentes—, otrora agentes de cambios, no se han percatado de su potencial liberador, modificador del engranaje de la producción de esclavos mentales. En el común de sus demandas gremiales no aparece la introducción con firmeza de programas como las tutorías; menos, desterrar el ímpetu tecnócrata de poner la escuela al servicio de la industria tecnológica y no al revés, más aún cuando aquella ha desplazado fuera de las escuelas su función social.

Cuando los gremios docentes están más preocupados de que el Gobierno aumente el presupuesto educativo al 6 % del PIB que por someter al análisis crítico todo lo aprendido por la población escolar en las ‘nuevas escuelas' que vienen a ser esos productos de la oferta tecnológica digital, informática, televisiva y demás, se revela que lo visto en las facultades de Educación sobre Paulo Freire y la educación liberadora, solo fue eso, algo visto mas no aprehendido.

Pareciera que no se han percatado de que aumentar el presupuesto sin una orientación de hacia dónde dirigir la asignación de los recursos, les da mejores condiciones a los tecnócratas para incorporar los productos que aceitan el engranaje del aprendizaje de la cultura consumista moderna y con ello la esclavitud mental. Sería provechoso que los gremios reorientaran sus demandas hacia la construcción de una educación que no siga reproduciendo la esclavitud mental de nuestro pueblo; creo que sería un enorme aporte a la liberación social.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE DE LA UP.

‘El ímpetu tecnócrata no dirige [...] su mirada hacia las tutorías [...] harto ineludibles en las condiciones de desigualdad social [...]'

‘[...] buena parte del problema está en que los agentes del sistema escolar [...], no se han percatado de su potencial liberador [...]'

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