• 07/10/2019 00:00

Una difícil encrucijada

Con los asesinatos y la inseguridad, sumado a la impunidad con que algunos logran escapar de sus culpas, una visión atrevida, diferente es necesaria y obligante.

Con los asesinatos y la inseguridad, sumado a la impunidad con que algunos logran escapar de sus culpas, una visión atrevida, diferente es necesaria y obligante. Creo que todos entendemos la seguridad nacional como un asunto sumamente complejo. Va desde los programas más puntuales de atención primaria de salud hasta las preocupaciones más complejas concernientes a las interrelaciones globales y las amenazas terroristas en la dinámica mundial en donde nuestro país, por nuestra posición geográfica, puede considerarse blanco de un hecho violento de proporciones incalculables.

Los crecientes niveles de delincuencia amenazan nuestra seguridad nacional y atentan contra nuestro desarrollo. La nación debe alinear a todos sus ciudadanos para que juntos podamos asumir la responsabilidad de llevar esta país a esferas de convivencia más estables y seguras. “Ningún hombre es una isla”, decía John Donne, por eso debemos hacer un esfuerzo por incluir a cada miembro de la sociedad y no propiciar marginalización y resentimiento sociales. Proteger a la sociedad, pero de la misma manera velar porque los sectores que se han desviado en su comportamiento social, tengan derecho a la rectificación. Es hora de evaluar los caminos menos transitados, como dice el poema de Robert Frost “The road less travelled”.

Donne reflexionó que “La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad”. El ministro de Seguridad tiene la tarea más difícil en estos momentos por las constantes muertes y actos de violencia en nuestro territorio. Seguro comparte nuestros temores de inseguridad. Pero las soluciones no dependen de un hombre o de una sola institución. Como sociedad debemos asumir parte de las responsabilidades.

Si se les da un pase cómodo a los maleantes de “cuello blanco”, por lo menos oportunidades de resocialización deberían tener los demás. Igual para todos: programas efectivos de resocialización para aquellos que comenten faltas sociales, desde las más banales hasta aquellas que violentamente afectan la condición humana de los asociados y entrelazar la lucha contra la delincuencia a otros retos dentro de un programa sistemático que inicie con una revisión de las compromisos que todos tenemos en la construcción de una mejor sociedad.

Debemos ver el efecto que ejercen todas las actividades que influyen en el crecimiento y desarrollo de los ciudadanos, en especial de los menores. Revisemos las oportunidades en todas las áreas del quehacer social de los sectores más humildes y marginados de nuestro país. Revisemos el proceso educativo con una visión que realmente nos impulse hacia el llamado primer mundo. Revisemos las ofertas de entretenimiento y distracción. La inversión en cultura con contenidos realmente educativos y que involucren a los jóvenes en la creación y evaluación estética de las expresiones artísticas. Revisemos el papel de los medios. Revisemos nuestro papel de servidores sociales y tengamos un poco más de cuidado a la hora de opinar en los medios —frustrados— sobre el futuro social de la nación.

Mucho de los que delinquen no le tienen miedo a las cárceles, porque sencillamente no tienen nada que perder: vida familiar, casa, propiedades, trabajo, membresías en clubes exclusivos, etc.

Hay que trabajar de la mano para diseñar programas preventivos o de inclusión social. Estos, constituyen una parte importante de un proceso de desarrollo general y estratégico de la población que beneficia a todos. Si no hacemos esto, el mar del deterioro social seguirá llevándose poco a poco una porción de nuestra sociedad “como si fuera un promontorio / o la casa de uno de tus amigos / o la tuya propia”.

En el video que circuló sobre la ciudad de Colón en las redes (propaganda o no), el narrador dice al final: “… Necesitamos que el presidente nos ayude al 100 por ciento, y nosotros le vamos a corresponder a él, como debe ser... Por favor”. Ese grito de ayuda incluye acabar con la violencia. Hay que hacer lo difícil. “Dos caminos se divergen en un bosque, y yo... Yo tomé el menos frecuentado, Y eso hizo toda la diferencia”. (“Two roads diverged in a wood, and I-- I took the one less traveled by, And that has made all the difference”).

El reto está en tomar el mejor camino, el que tiene la mejor posibilidad de perfeccionar nuestra vida en sociedad a mediano plazo. Eso hará la diferencia, como sentenció Robert Frost.

Comunicador social.
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