• 18/01/2020 00:00

¿Quién dijo que los empresarios privados odian la solidaridad?

Hace un año atrás, al realizarse la JMJ, el Papa Francisco antepuso en más de una vez el principio de la solidaridad, como un principio intraficable, frente a las diversas formas del pecado de egoísmo que se incurre como parte de las políticas de “desarrollo”

Hace un año atrás, al realizarse la JMJ, el Papa Francisco antepuso en más de una vez el principio de la solidaridad, como un principio intraficable, frente a las diversas formas del pecado de egoísmo que se incurre como parte de las políticas de “desarrollo” basado en la competitividad —que no es la sana competencia— la avidez de ganancias y las relaciones de dominación para explotar al prójimo dentro y entre países.

Ante las autoridades istmeñas y el cuerpo diplomático proclamó con toda la solvencia moral que lo reviste, que en la búsqueda del BIEN COMÚN debe estar la prioridad de las políticas, poniendo a la persona humana en el centro (…) y reprobó “las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, la avidez o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el juego de la competitividad, de la especulación y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil…” (Papa Francisco, Mensaje, 24 de enero de 2019).

Resulta irónico que quienes se autoproclaman fervientes y rabiosos creyentes de las doctrinas cristianas, diáfanamente recordadas por el Papa actual, incurran en acciones de políticas que niegan tales principios, como ocurre en la lucha social acerca del sistema de salud y pensiones.

En primer lugar, desde su origen hasta el gobierno de Martín Torrijos, el principio de SOLIDARIDAD orientaba el sistema de pensiones en la CSS. Como lo define nuestro compañero, doctor Carlos Him: “el sistema solidario es el único que permite que los que podemos un poquito más, ayudemos a los obreros más pobres. Es un principio cristiano de solidaridad” (@CarlosHimGonzal, 15/01/2020).

Lamentablemente, la administración Torrijos adulteró el sistema introduciendo el principio egoísta en el programa de IVM: el famoso “régimen mixto”. Este, trasladó el aseguramiento de los trabajadores de buenos salarios al sector privado, dejándole los grupos de menores ingresos a la CSS, con lo cual ocurrió una privatización de las ganancias del sistema y la socialización de las pérdidas en la entidad pública. Hoy, explota esta medida, peligrando su agotamiento en un par de décadas si se mantiene este modelo anticristiano.

¿Cuál es la razón principal de este acontecimiento? Por un lado, si se pasó del principio solidario al egoísta —competitividad del sector privado— el resultado es el traslado de los beneficios al grupo que se convierte en más fuerte en este sistema, el privado. Sin duda, el Papa tiene absoluta razón de reprobar todo sistema social basado en la insolidaridad.

Ahora bien, ¿quién dice que los empresarios de los seguros —y sus beneficiados indirectos— odian la aplicación del principio de solidaridad? La verdad es que esto, ni ellos se lo creen. Para que la privatización de sus ganancias tenga éxito, se requiere que este principio opere, pero solo en su subsistema. Tal como lo plantea el prestigioso neurocirujano, doctor Francisco Sánchez Cárdenas, “las Cías aseguradoras, por ser empresa privada (…) cada año planifican mayores ganancias y esas cosas las pagamos quienes tenemos seguros privados (…)” (@pachi142, 15/01/2020).

Ciertamente, sus ganancias salen de la aplicación de un principio solidario: que la mayoría pague lo que la minoría no usa. Esa mayoría con altos estipendios, en este caso, no usa los servicios hasta el momento en el que otros se los pagarán también a ellos. Como esto no podían dejarlo a la libre elección del trabajador, Torrijos y sus legisladores lo convirtieron en ley… siendo esto una coacción, disimulada con libre elección.

Así, la solidaridad que odian los empresarios de los seguros privados es la que involucra a los trabajadores de bajos ingresos, ya que no les generaría ganancias. Estos grupos, sí que usan los servicios a cada rato, por sus precarias condiciones de vida.

Ergo, los empresarios privados favorecen la solidaridad, pero solamente aquella entre los no pobres, manejando este negocio ellos y no el Estado. Éste, que se conforme con la socialización de los seguros con pérdidas… lo que hoy se vislumbra en la CSS.

Solución: Regresar al sistema solidario para pobres y no pobres —el que sí odian los empresarios de aseguradoras— permitiendo pasar al régimen privado únicamente por libre elección. Esto, simultáneamente con poner mano fuerte a la evasión de los empresarios en el pago de las cuotas obrero-patronales y admitir que la CSS haga inversiones en negocios rentables, medida que se le impide.

Sociólogo y docente de la UP
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