• 26/03/2020 04:00

'Los maestros ya no son necesarios': coronavirus y educación

Un título provocativo para un problema cacareado con frecuencia: la crisis educativa. Sin embargo, este artículo no tiene la intención de llover sobre mojado.

Un título provocativo para un problema cacareado con frecuencia: la crisis educativa. Sin embargo, este artículo no tiene la intención de llover sobre mojado. Hace muchos años, mi hermano, quien ha sido mi guía en el área comercial, me enseñó que, si elevo una queja o problema a cualquier tipo de autoridad, debo llevar una idea o propuesta para solucionarlo. De otra manera, soy parte del problema, no de la solución. Las preguntas que todos deberíamos hacernos son: ¿Soy parte de la solución? ¿Y qué propuesta tengo?

La teoría de la crisis en Psicología afirma que la crisis es un cambio disruptivo y desorganizador, pero con una carga potencial dicotómica posterior que podemos aprovechar para adquirir nuevas destrezas y recursos; es decir, llevarnos a un estado superior, o permitir todo lo contrario. La crisis educativa que estamos viviendo, a raíz de la suspensión de clases por el coronavirus, es tan solo una punta de “iceberg”. No hay que ser profesional en la educación para darnos cuenta de que también se necesita urgentemente una vacuna contra el virus asesino que aqueja a nuestra educación académica.

¿Y si esta crisis es una oportunidad de abrir nuestra mentalidad hacia métodos educativos radicalmente distintos? ¿Y si los maestros no somos realmente tan necesarios como nos gusta creer? No es una idea novedosa, los que estamos en la profesión educativa venimos escuchándolo hace muchos años. Por ejemplo, un prestigioso asesor educativo reconocido a nivel internacional, sir Ken Robinson, brinda su opinión sobre el sistema escolar en una charla TED (2019): “La escuela mata la creatividad”. El año pasado, en el foro “El futuro ya está aquí”, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), uno de los expositores, experto en innovación educativa sentenció: “La Universidad está herida de muerte”. En otras palabras: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo”.

Pero podemos iniciar algo nuevo con la pregunta: ¿Y si Panamá finalmente se atreve a dar el primer paso en Latinoamérica y repensar el concepto de lo que es un aula? ¿Y si nos a atreviéramos a ser disruptivos? ¿Y si nuestros hijos utilizaran la internet o los aparatos electrónicos para instruirse con contenidos creados por profesionales, con un currículo simplificado, pero enfocado en prioridades, y así poder tener más tiempo para aprender de la vida real, la que está fuera del salón de clases? ¿Tengo miedo a ser reemplazada por un computador? Tal vez necesitamos salir de nuestra zona de comodidad y prestar atención a las necesidades de los que están creciendo en un mundo tan distinto al nuestro. ¿Es realmente necesario tener tantas materias especializadas desde grados tan elementales? ¿Por qué tantos de nuestros jóvenes no identifican con claridad en qué área les gustaría desempeñarse laboralmente? ¿Será que no les hemos dado la oportunidad de experimentar en proyectos más significativos, fuera de una escuela?

Nunca necesité aplicar álgebra ni geometría analítica en mi profesión. Pero a mí me habría sido útil la matemática aplicada a la vida real, como lo que necesitas comprender sobre intereses y tasas cuando pides un préstamo, por poner un ejemplo. Es un hecho, la matemática y el dominio de la lengua son fundamentales para comprender nuestro entorno. Deberían ser enseñados como parte natural de la vida. A ningún bebé le enseñamos a hablar diciendo: “A ver niño, diga un sustantivo común para nombrar a la que le parió”. Tan solo lo amamos y le decimos: “Mamá”. Nos toca darle el ejemplo de amar su idioma y utilizarlo elevadamente.

Sí, soy necesaria; sí, la vocación docente es necesaria, pero no de la manera que yo prefiero, sino de la manera en que los estudiantes necesitan. No debo dar una respuesta emocional y reactiva porque siento que amenazan la “materia” que doy en la escuela o universidad. Debo darme cuenta de que, para vivir en un mundo cambiante, lo que realmente necesitan los estudiantes es aprender a discriminar entre un mar de información disponible en la web, tomar decisiones informadas, madurar su inteligencia emocional, cultivar la espiritualidad, refinar sus destrezas en resolución de problemas y desarrollar su pensamiento crítico y aprender a adaptarse a los cambios. Pero resulta que ellos sí se están adaptando a las demandas educativas del entorno en pandémica crisis, y con naturalidad acuden a sus dispositivos a estudiar y hacer vida social, mientras nosotros los docentes estamos haciendo lo que tanto criticamos de ellos: “copiar y pegar” contenidos digitales en nuestras plataformas.

¿Y si nos atrevemos al ensayo y error para diseñar una escuela diferente? La crisis y nuestra posición geográfica y tecnológica tienen el potencial de permitirnos construir un aula diferente y brindar un modelo al resto de América Latina. Menos horas en el salón de clases y más horas en la vida.

Fundación Reconocer, profesora y psicóloga especializada en Educación.
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