• 08/04/2020 00:00

Un barco redondo y azul

Saliendo de mi programa de radio, la aseadora torcía por tercera vez el trapeador. En el pasillo largo y limpio, la señora me dijo, con sabiduría honda y sencilla, en su voz apesadumbrada: “La tragedia es maestra”.

Saliendo de mi programa de radio, la aseadora torcía por tercera vez el trapeador. En el pasillo largo y limpio, la señora me dijo, con sabiduría honda y sencilla, en su voz apesadumbrada: “La tragedia es maestra”. Es cierto. Aprendimos que la economía no es teoría, sino que es cada uno de nosotros. Lo comprendemos ahora que estamos confinados, enfermos y asustados.

El país está frente a un dilema cruel: salud para los enfermos o hambre para los que no se enfermaron. Procedo a explicar.

Por un lado, hay que “aplanar la curva”. Minimizando el número total de infectados, detenemos el avance del virus. Quedándonos en casa, el sistema de salud no se desborda y salvamos vidas. Ese es el plan…

Por otro lado, quedarse en casa destruye la economía. La restricción de la movilidad deprime la producción, la distribución y el consumo.

Algunos asalariados pueden teletrabajar para generar ingresos. Pero informales e independientes (plomeros, albañiles, billeteros, manicuristas, buhoneros de “souvenirs” turísticos, taxistas, etcétera), no pueden teletrabajar. Están a merced de la solidaridad paliativa de un bono o bolsa de comida.

Así pues, si fuese cierto el dilema que les presenté en mi tercer párrafo, ¿es posible combatir el virus y a la vez mitigar destrucción que el combate tiene en la economía?

Ya pellizcamos el FONDO AHORRO PANAMÁ y emitimos exitosamente bonos (deuda). Ambas acciones fueron correctas y suministrarán recursos. ¿Es suficiente?

El presidente Cortizo fue claro al indicar que el Gobierno decide “en base a lo que indican los científicos, no a los caprichos”. ¡Muy bien! Por eso citaré aquí palabras del doctor Xavier Sáez Llorens.

El 8 de marzo, nos propuso “verificar si una prueba negativa durante la fase asintomática de la enfermedad es fidedigna en descartar diagnóstico, [para] acortar el confinamiento de la persona y pueda regresar a su trabajo”. El 5 de abril indicó que está a la espera de “estudios cuyo objetivo es determinar la gente que ya padeció COVID-19 sin darse cuenta, pudiera ser inmune [y se] les permita regresar a su vida normal”. Si la medida no desencadena un rebrote, sugiero estudiemos tres pasos para mitigar la destrucción de la economía.

Comenzar por masificar mucho más las pruebas. El énfasis sería en los menores de 50 años sin enfermedades crónicas.

Seguidamente, gracias al primer paso, distinguir a los no infectados para “liberarlos” y salgan a producir, distribuir y consumir.

Finalmente, masificar los créditos. Diligentemente, los bancos deben encontrar un balance. Por un lado, como lo manda la ley, ser responsables con el dinero de los depositantes y por el otro, como lo manda el sentido común, ser flexibles con seres humanos que se hundirán, si no reinician muy rápido sus emprendimientos y actividades.

Toda esta situación nos tiene viviendo intensamente el presente, pero miremos hacia lo que vendrá. “El día después”, es la frase utilizada por el presidente Cortizo. Se refiere a la reconstrucción al final de la guerra.

En materia económica, Horacio Estribí, académico en IESA, enumeró medidas que será oportuno considerar.

Primero, implementar una ley de tecnología financiera, que bancarice a los excluidos. Pronto Panamá logrará que la cédula sea una tarjeta de débito. Buen paso.

Segundo, por sus beneficios en la eficiencia gubernamental, acelerar la digitalización de gestiones, como la urgencia actual ya nos obliga y según lo recomendó por Apede hace once meses, en la presentación de su “Visión País 2050”.

Tercero, atraer Inversión Directa Extranjera orientada hacia la alta tecnología. Así, atenuamos la excesiva dependencia que tenemos hoy en nuestras excelentes industrias del transporte, el turismo y la logística.

En la misma línea del argumento de “el día después”, Felipe Argote, también de Apede, nos invita a meditar sobre nuestro modelo. Procedo a explicar.

En calle arriba, unos sostienen que el individualismo y una mínima intervención estatal, resuelve los problemas. Lo que hay que distribuir son las oportunidades, no la plata, nos indican.

En calle abajo, otros sostienen que el Estado debe ser grande y cobrar los impuestos altos con los cuales se logra bienestar general y se rescatan rezagados.

Sospecho que Argote ve innecesarias las posturas extremas. Señala que debe abrirse espacio a nuevas tendencias de colaboración Público-Privada “en la onda China”. Estoy seguro de que su recomendación no implica caer (quiero decirlo elegantemente) en las imperfecciones que ese país sufre en materia de libertades.

“La tragedia es maestra”. Aprendimos que nos necesitamos mutuamente. Por eso, cierro recordando que todos, como indicó Roberto Brenes, vamos en el mismo barco y “remando en aguas desconocidas”. Solo hay uno. Es redondo, azul y navega alrededor del Sol.

Consultor
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