• 04/05/2020 00:00

La difícil tarea de las correcciones

En las últimas dos semanas he evitado a toda costa el tema de la corrupción. Esta es la tercera vez en los últimos 10 años que publico elementos que incluyo hoy porque creo que los modelos nos retratan muy bien.

En las últimas dos semanas he evitado a toda costa el tema de la corrupción. Esta es la tercera vez en los últimos 10 años que publico elementos que incluyo hoy porque creo que los modelos nos retratan muy bien. O sea, poco, muy poco ha cambiado y me temo que no hay vuelta atrás. Esta sociedad de –qué hay pa'mí de millones o subsidios– está irremediablemente condenada al salvajismo y la barbarie. Una sentencia que muchos me discutirán, pero por el momento, no veo otra salida si no “pateamos la mesa” y comencemos de cero.

Los últimos meses (con todo y pandemia), han sido de esos en que cuesta mucho lidiar con tanta desfachatez. Si pensábamos que se iban a dar giros importantes en la conducta de los que pueden comenzar a enderezar las cosas, parece que nos hemos equivocado… otra vez. Corregir males tan enraizados, como la corrupción y el juegavivo, ha probado ser más que difícil.

Por docencia, en el pasado había presentado las impresiones de Ngozi Okonjo-Iweala, ex ministra de Finanzas y Relaciones Internacionales de Nigeria, cuando expuso el tema: “Corrupción: mitos y realidades en el contexto de un país en desarrollo (Corruption: Myths and Realities in a Developing Country Context) en un evento en el año 2007 auspiciado por la Institución Brookings y el Centro para el Desarrollo Global.

Ngozi presentó argumentos de significativo valor contextual sobre los problemas de corrupción en las naciones en vías de desarrollo que muy bien nos servirían de referencia en el nuestro. Ella subrayó que en muchas instancias “el debate sobre la corrupción se centra en la corrupción económica en casos como los de la captación de renta, fraude en los procesos de contrataciones y despilfarro en los presupuestos gubernamentales…”.

La exministra también sostuvo que: “la corrupción política, particularmente relacionada a las finanzas de los partidos y a las finanzas de las campañas políticas, gradualmente se viene constituyendo en un reto de proporciones mayores en los países en vías de desarrollo. (…) Los partidos políticos y el proceso político en las democracias emergentes, invariablemente tienden a caer en corrupción.” Me preocupa, dice Ngozi, “que la corrupción política en sus formas más perniciosas se esté apropiando del continente africano, mientras se buscan los mecanismos para emular de los países occidentales, los procesos de control de los financiamientos a las campañas políticas, pero sin la fortaleza en las instituciones fiscalizadoras para su salvaguarda”

La corrupción, igualmente, se ha apropiado de los países de la América Latina: Chile, Colombia, Argentina, Nicaragua, Venezuela, por mencionar algunos. En Panamá, lo vivimos en carne propia y cuando todo parecía que iniciaría las correcciones, ya no se perciben señales claras. Por la línea que algunos transitan de supuesta rectitud y decencia, no es más que un camino sinuoso en donde, sabiendo lo que ocurre, prefieren no atender la responsabilidad para enderezarlo.

Lo que vivimos hoy era previsible. Que no iba a ser fácil desmontar un sistema corrupto que ha existido por décadas. Toca tener coraje y determinación; valentía y entereza. Y eso no solo involucra al Ejecutivo, sino a todos los que de una u otra manera están en una posición de negarle espacio a los que escogen continuar por ese camino de juegavivo. No solo es que los malandrines tienen por naturaleza utilizar todas las herramientas posibles para mantener sus espacios mal ganados, sino que también las utilizan sin escrúpulos para desprestigiar a cualquiera, desacreditar a los que pueden encausarlos y, efectivamente, poner en duda la entereza de cualquiera.

En algún otro escrito señalé que un Gobierno debiera proponerse como único objetivo (léase bien: ÚNICO), la lucha frontal y decidida contra la corrupción, tan funesta y mortal como cualquier pandemia. Ese único objetivo con los castigos y los programas de educación para establecer las bases de una nueva conducta social. El esfuerzo debe cerrarles esos espacios e invertir en los necesarios para las investigaciones que haya que hacer contra copartidarios, amigos, familiares y socios: caiga quien caiga. Al final no habrá construido obras multimillonarias para hacer actos públicos ni cortar cintas, pero habrá trabajado para no ser un ejemplo más de la lista de los países señalados y de gestiones fallidas y cuestionadas. Si se atreve, la historia lo reconocerá por haber adecentado el país.

Comunicador social.
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