• 25/07/2020 00:00

¿'Virus democrático'?

No sé por qué oír la frase del título me llena el corazón de tristeza y disgusto. Los veragüenses de mi generación que estudiamos magisterio éramos, en general, jóvenes pobres, cuyos padres confiaban en que la educación les permitiría mejor vida.

No sé por qué oír la frase del título me llena el corazón de tristeza y disgusto. Los veragüenses de mi generación que estudiamos magisterio éramos, en general, jóvenes pobres, cuyos padres confiaban en que la educación les permitiría mejor vida. No nos cuenten acerca de desigualdad, la conocemos perfectamente: no había acueducto ni centro de salud, la luz eléctrica funcionaba de las seis de la tarde a las 12 de la noche y la escuela terminaba en VI grado.

Desde la década del 50 los campesinos emigraron a la capital y alrededores y muchos encontraron una situación similar a la que habían dejado atrás, con la desventaja de no tener un pedacito de tierra donde sembrar para mal comer. Surgieron los “mercados en los semáforos”, la buhonería en la avenida Central y creció la “economía” informal. O sea que los campesinos pobres criaron hijos urbanos pobres.

Con la construcción del Canal, hubo “ríos de leche y miel” y, aunque los gobernantes eran panameños, permitieron que la minoría usufructuara del dinero que entraba y se enriqueciera, mientras casi no hubo leyes para que la distribución de la riqueza significara educación, salud y vivienda para todos, y mucho menos desarrollo agropecuario y creación de industrias en todas las provincias, para no depender solo del comercio y servicios.

Posterior a la invasión de EUA, casi todo prosperó: la inmoralidad, el neoliberalismo, el consumismo, el crimen organizado y -como secuelas- los millonarios pasaron a ser multimillonarios, la pobreza pasó a ser pobreza crítica.

En el siglo XXI Panamá volvió a ser una “tacita de oro”, porque lo que el canal produce es mucho, pero la distribución no varió significativamente. Entonces llegó el coronavirus y encontró que mucha población sobrevive sin agua potable, que la salud pública no llega a todos, que la vivienda de muchos da dolor, que los tres órganos del Estado son ineficientes, que las cárceles son para los que roban poco, que hay violencia institucionalizada, que los ricos tienen mucho poder sobre los gobernantes y que, como dijo Ángela Merkel, “el problema de los latinoamericanos es que los ricos no quieren pagar nada”.

A cuatro meses de la primera víctima -el 8 de julio- había 41 251 infectados en Panamá, ¿cuántos de ellos son ricos? Esta estadística debe ser hecha y divulgada a todos: investigadores, profesionales, sindicatos obreros, estudiantes, clubes de beneficencia, sacerdotes y pastores, las hijas de María, en fin, a todos los panameños.

Hay que reconocer que la pobreza es caldo de cultivo del virus y la desgracia que estamos viviendo debe obligar al Gobierno a hacer una distribución de la riqueza que sí sea verdaderamente democrática, que use el poder que le dieron las urnas para exigir a los otros dos órganos el cumplimiento de sus responsabilidades según la Constitución, y que esta sea reformada con la participación del pueblo que es mayoritario y de donde provienen los votos, que los impuestos deben ser mayores para los ricos, porque hasta ahora son las capas medias las que más contribuyen y que se olviden de reformas al Código del Trabajo que golpeen a los trabajadores, pues eso lo que lograría sería incrementar la pobreza.

Amemos a nuestros hijos y nietos: actuemos para evitar que otra epidemia encuentre a Panamá en una situación como la actual.

Doctora en Educación y Mediación Pedagógica.
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