• 29/07/2020 00:00

Si a Nito le va mal, al país le irá peor

“La pandemia ha transformado por completo al jovial y dicharachero presidente de los primeros meses. […]. No sale […] y, cuando lo hace, sus mensajes son grabados y sin sentido, […]”

Como le dije personalmente en una ocasión: “Si a ti te va bien, al país le irá bien”. Considero que es eso lo que teníamos en mente en julio de 2019. Estrenábamos un nuevo presidente que todo indicaba, para los negativos de siempre ilusamente, que podría llevarnos por senderos diferentes a las arbitrariedades que caracterizaron las administraciones de Martinelli y Varela. Aunque veíamos que su escogencia como vicepresidente mostraba falta de experiencia y más cancha en asuntos de Estado, le dimos el beneficio de la duda: se trataba de un joven profesional con larga relación con el nuevo mandatario. Lo más importante: no había sido impuesto por la cuestionada cúpula PRD. Si bien ganó con el 33 % de los votantes, menos del 20 % de la población, la esperanza que se generó en las primeras semanas de su mandato motivó que su popularidad aumentara.

No supo enfrentar el principal obstáculo que se enfrentó: la Asamblea, donde, de haberse parado firme, habría recibido el total respaldo ciudadano. Molestó que rápidamente pactara dándole B/20 000 para la planilla a cada diputado. Hacía lo mismo que en los dos Gobiernos anteriores, cuando se compraron o alquilaron diputados para que apoyaran a un presidente que carecía de mayoría legislativa. Permitió que la Asamblea le impusiera su particular agenda. El plan de Cortizo de tener un Gobierno serio y efectivo chocaba con el deseo de más y más de los diputados y de un grupito cercano a él, solo interesado en los negocios alrededor de Palacio. La planilla legislativa siguió en ascenso, al punto que, si todos fueran a trabajar el mismo día a la Asamblea, tendrían que sentarse uno encima de otro. Las promesas de transparencia se las llevó el viento muy temprano.

La pandemia ha transformado por completo al jovial y dicharachero presidente de los primeros meses. Se ha enconchado. No sale en público y, cuando lo hace, sus mensajes son grabados y sin sentido, como ese en el que planteó construir un monumento a los fallecidos por la COVID-19. El mandatario campechano, que prometió gobernar sentado en su taburete, pareciera haber desaparecido. Como que ha decidido no oír las críticas que se dan por su inacción y la corrupción de funcionarios cercanos a él; como que se desentiende de lo mal que nos va con la pandemia. Esta desconectado de la realidad del país. A nivel internacional estamos mal, no solo por la pandemia, sino por el mal desempeño en su gestión que, a cuerpo entero, ha retratado un medio tan referente a nivel global como The Economist de Londres. Y esto debe preocuparnos más por la espada de Damocles que significa la enmienda DeConcini, que daría pie unilateralmente a una intervención norteamericana, si ellos determinan que el país se ha salido de madre, como dirían los mexicanos. Lo del paraguas del Pentágono, para recordar al general Torrijos.

Las constantes peleas dentro de su gabinete y su partido no han tenido en él al líder que solventa crisis y pone a la gente en orden. Como que le son indiferentes. Nos habla constantemente del equipo que tiene, pero nadie lo conoce. El que más funcionaba, el de Salud con la doctora Turner y sus asesores, lo desintegró sin explicación alguna. Falta liderazgo y que se trace un camino por donde seguir cuando se acabe la pandemia.

Hay gente que pide locuras donde el remedio es tan malo como la enfermedad. ¿Qué renuncié, como algunos ya plantean, al haberle sobrepasado la crisis? En los tiempos donde los militares eran los árbitros, al igual que ocurrió con Arnulfo Arias en 1941, 1951 y 1968, el escenario estaría cocinado para un golpe de Estado, ante el fracaso de una gestión a la que aún le faltan cuatro años. Gracias a Dios que los árbitros desaparecieron y tenemos que defender el sistema democrático que tanto dolor costó conseguirlo. En este tiempo los más jóvenes no entienden lo que vale la democracia.

Hay movimientos que el presidente sí puede hacer: ¿Un verdadero revolcón, como bien nos dijera años atrás el dilecto colega José Salvador Muñoz, que nos llevara a una constituyente preparada por los mejores? ¿Un pacto social que incorpore a los sectores más importantes del país? Hacer una revisión de la gente que lo rodea y empezar a trabajar con los mejores, aunque no sean amigos suyos ni miembros de su partido y explorar, desde ya, proyectos vitales que le darían el capital financiero que el país necesita. Los monumentales problemas que tiene el país ameritan trabajar con un equipo de lujo.

Presidente: el partido lo tiene prácticamente perdido. ¿Qué haría cualquier otro director de equipo? Usted no tendrá otra temporada.

Debemos estar claros que hay quienes apuestan para que todo fracase y precisamente no son inspirados por objetivos democráticos. Presidente: usted es inteligente, está preparado, tiene buenos sentimientos y buenas intenciones, no se deje. Si a usted no le va bien, al país le irá peor. Vuelva a darle uso a su taburete.

Abogado y político.
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