• 07/09/2020 00:00

Educación virtual: sobreexplotación docente y engaños perversos

El maestro Luis ofrece sus capacidades docentes a una población escolar de adolescentes, localizada al norte del distrito de Penonomé. Luis, consciente de que lo indicado por el Meduca no le sirve a la realidad social que enfrenta, le destina 200 dólares por quincena a una estudiante universitaria de informática que le apoya a dar las clases, le graba las clases, y en general, se las organiza de forma distinta a la enseñada por el Ministerio, pero, a pesar de todo su entusiasmo por la docencia… sus alumnos no tienen computadoras y algunos ni siquiera celular.

El maestro Luis ofrece sus capacidades docentes a una población escolar de adolescentes, localizada al norte del distrito de Penonomé. Luis, consciente de que lo indicado por el Meduca no le sirve a la realidad social que enfrenta, le destina 200 dólares por quincena a una estudiante universitaria de informática que le apoya a dar las clases, le graba las clases, y en general, se las organiza de forma distinta a la enseñada por el Ministerio, pero, a pesar de todo su entusiasmo por la docencia… sus alumnos no tienen computadoras y algunos ni siquiera celular.

“En esta situación -me contaba el profe Luis- participé del apagón que convocaron los gremios, pero aquí de nada sirve protestar por internet gratis y esas cuestiones, si no le hemos resuelto a la gente tener el recurso para tener los equipos y peor, saber usarlos bien”. El amigo Luis, también me decía, con mucho pesar, que “los estudiantes han perdido su seguridad alimentaria… en sus casas no siempre tienen para comer debidamente y en la escuela, tenían un comedor donde se alimentaban diariamente”.

Por otro lado, en una populosa comunidad de Arraiján, eran las 7:30 de la noche y la maestra Magda Pilón aún estaba atendiendo a sus estudiantes de primer grado, vía WhatsApp. Había comenzado su faena a las 9:00 a.m., “porque no hay otra forma que atender uno por uno a sus niños/as”-según me decía- a falta de plataformas, a falta de computadores, a falta de celulares con data, porque el que tienen en la familia deben compartirlo varios hermanos(as) en distintas clases… no por la falta de internet gratis.

La violencia doméstica hace presa de más de cuatro hogares donde los chicos, en espera de su turno durante el día, asedian a sus madres o, en su defecto, a las abuelas, con el “¿y cuándo me toca?”, “¿ya me toca?” (…) repetido tantas veces y saliendo a relucir sus ímpetus y energías propias de la edad, que las mamás y papás no alcanzan a manejarlo con la paciencia del caso. Recrudeciéndose aún más, cuando no saben las respuestas de lo que pregunta la maestra Pilón.

Esta violencia doméstica se torna perfectamente comprensible -no aceptable-, porque se trata de un área caracterizada por la alta incidencia del virus y de la mano, por la proliferación de adultos que no saben cómo aliviarán la pérdida del empleo para proveer de lo necesario a sus hogares… aquí, se requiere de la paciencia de Ho Chi Min para poder lidiar con los denuedos de los menores de la casa.

Pero volviendo a la misma maestra Pilón, su vocación rebasa sus capacidades físicas exigidas por una modalidad virtual, a todas luces resultante de un engaño perverso, de flamantes tecnócratas apologistas del mundo de la informática, que solo beneficia a los inversionistas de estas actividades.

Ni las nanas ni los escasos papás dispuestos a colaborar ni las abuelas ni las impacientes madres de los sectores populares -y de más de cuatro de los hogares de profesionales- saben cómo ayudar a los niños, niñas y adolescentes con esos nuevos aparatos de rápida obsolescencia.

La cuestión es que, al trasladarse el aula a las casas de docentes y alumnos -como apunta mi maestro Gerardo Maloney al reflexionar este tema- se pierde el carácter “nivelador” de las desigualdades sociales que hay en cada hogar, el cual se logra cuando se está en las aulas de los centros escolares. Si no son abandonadas por políticas que priorizan la salud de los banqueros, aquí no caben diferencias entre el que tiene comida y no la tiene, porque el comedor la suple. Aquí está nivelada la carencia de los dispositivos, porque esto lo disponen en el centro escolar; es decir, el espacio institucionalizado dota de estas capacidades por igual a los que asisten a ella, cuando se trata de un Estado que satisface derechos humanos de todos(as).

En fin, toda nueva tecnología sirve para alcanzar mayores y mejores resultados con igual o menor aporte del trabajo invertido. No obstante, cuando aquellas implican un aumento del aporte del trabajo, sin remuneración percibida, estamos frente a una sobreexplotación del trabajador(a). Esto es lo que nos revelan las experiencias de docentes como Luis y Magda Pilón. Una combinación de sobreexplotación de los docentes y engaños perversos acerca de los portentos escolares de la tecnología virtual. Estos, se quedaron en los imaginarios de la tecnocracia neoliberal.

Sociólogo y docente universitario.
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