• 12/09/2020 00:00

'Si no mejoramos en septiembre, olviden lo demás'

Las palabras recientes, en Azuero, del presidente Cortizo son un editorial sobre su estado de ánimo. Atacado como mandatario por la pandemia, por todos los flancos, su problema, como el de los demás mandatarios, es que “los estrategas son médicos”; y él no lo es.

Las palabras recientes, en Azuero, del presidente Cortizo son un editorial sobre su estado de ánimo. Atacado como mandatario por la pandemia, por todos los flancos, su problema, como el de los demás mandatarios, es que “los estrategas son médicos”; y él no lo es. Depende de ellos, como todos los sectores del país. Y el pueblo jamás había resistido una guerra intensa de seis meses y está psicológicamente enfermo y sus emociones revueltas solo dan para críticas; miles y miles sin empleos, comida, enfermos, parientes queridos muertos, eso no da para un solo aplauso. La prueba son las redes sociales.

¿Qué más hacer, para el presidente y para todos? La OMS es hasta hoy, pero ahora solo en el papel, “Palabra de Dios” a nivel científico. Pero ese dios de la Ciencia ya no convence a nadie. La entidad prohibió taxativamente realizar autopsias de pacientes con COVID-19, y si no es porque los patólogos italianos desobedecen de sus forros la orden, no se descubren secretos vitales del coronavirus. Miles de médicos en el mundo se alzan en protestas rebeldes contra “el sistema”.

Tomemos en cuenta -sin rebeldías locales- y aún bastante sumisión a esa biblia, a nuestro país. La OMS dio un “ok” al uso de la Hidroxicloroquina y poco después la puso “outside”. Panamá siguió la regla y luego de iniciar su uso oficial, lo sacó del protocolo. Por fortuna, el nuevo Comité Consultivo, la devolvió al juego. Y el resultado parece obvio. En la fase temprana del virus el fármaco es un tiro mortal a favor del enfermo.

Si la ciencia “es ensayo y error,” como toda acción humana, se requiere de constantes ensayos para medir si hay errores o aciertos. Eso no se logra con represión o cobardía científica. Los cambios fundamentales y positivos de la sociedad mundial han sido frutos de las rupturas de viejos paradigmas. Y la ciencia no escapa a eso.

Un ejemplo es el siguiente: tenemos médicos en distintos países asegurando que “sí hay curas que el sistema no acepta, una de ellas el empleo en dosis razonables y guiadas, según cada situación personal, de la sustancia “Dióxido de Cloro”. Bolivia dio un paso audaz ante su crisis, y su Congreso autorizó por Ley su preparación, distribución logística y empleo en pacientes. Ese país, aparentemente de “indios con ponchos”, nos lleva más de 200 años en la fundación de facultades médicas, la nuestra, oficial, con 59 años de inicios, y supervisada exigentemente. Otra terapia muy recomendada en distintos países es la Ozonoterapia. Los dos tratamientos citados tienen muchísimos años de empleos positivos, pero aún “La Biblia”, con algunos médicos locales fanáticos, les descalifican “por supuestas faltas de evidencias científicas”; igual pasa con la Homeopatía, tan utilizada en Alemania y otros países avanzados.

Si nos salimos de lo local y nos tomamos de la mano de una catedrática española de Biología e Inmunología, directiva de “Médicos por la Verdad”, Dra. María José Martínez Albarracín -en un país donde las cátedras son por rigurosa oposición- ella afirma textualmente, apuntando a la crisis por el coronavirus, cito: “Sí hay tratamientos para el COVID-19, ya lo creo que los hay. En la etapa temprana, cuando los síntomas son leves, se puede tratar y muy bien con la Hidroxicloroquina, no en el síndrome grave. Entonces, ¿qué tratamientos efectivos hay? Los tratamientos extraordinarios y eficaces son los tratamientos oxidativos que destruyen cualquier virus y estos son; el Ozono, el Dióxido de Cloro y el Peróxido de Oxígeno, todos comprobados”. Pero, -agrego yo- todos prohibidos por “La Biblia”.

O la seguimos fanáticamente, o nos apegamos a una norma que ya es Ley del Bloque Constitucional nuestro por proceder del “Acuerdo de Helsinski”, del cual somos signatarios desde años atrás. En su artículo 37 (lo sustancial) expresa: “Cuando en la atención de un paciente las intervenciones probadas no existen u otras intervenciones conocidas han resultado ineficaces, el médico, después de pedir consejo de experto, con el consentimiento informado del paciente o de un representante legal autorizado, puede permitirse usar intervenciones no comprobadas, si, a su juicio, ello da alguna esperanza de salvar la vida, restituir la salud o aliviar el sufrimiento”.

¿Qué esperamos para repetir con las terapias mencionadas lo que se logró con la Hidroxicloroquina?

Abogado, coronel retirado.
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