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- 30/09/2020 00:00
La profesión de historiador en el ámbito nacional
En las últimas semanas, se ha generado un debate académico con respecto a una iniciativa ciudadana que regula el ejercicio de la profesión de historiador en Panamá, sobre la cual me siento obligado a expresar algunas reflexiones, por ser egresado de la escuela de Filosofía e Historia.
Sobre este tema, he leído las opiniones de algunos personajes cuyas concepciones son contradictorias y confusas, además de que distorsionan la finalidad de la propuesta que consiste en proteger la profesión de historiador en el Estado, al igual que se ha hecho con las disciplinas de Sociología, Economía, Derecho, Ingeniería, Arquitectura y distintas ciencias médicas, entre otras.
En ningún artículo del texto analizado se prohíbe que algún ciudadano, no siendo historiador graduado, pueda escribir artículos o ensayos históricos para revistas periódicos o libros, como se ha pretendido afirmar. Cualquiera es libre de hacerlo, siempre y cuando tenga la motivación por determinado tema.
En sus artículos se crea el Consejo Superior de la Profesión de Historiador, algo que me parece trascendental, entre sus funciones están: regular y defender la profesión de historiador y la promoción del estudio profesional de la historia. El Consejo otorgaría adicional la idoneidad para ejercer la profesión de historiador y llevaría un registro de los profesionales idóneos. Como explicamos antes, esto no tiene nada que ver con la libertad que puede tener una persona de ensayar sobre historia, sino con el ejercicio de la profesión de historiador en el Estado por personas facultadas, como se hace normalmente con otras carreras.
El Consejo estaría conformado, de forma amplia, por un representante de la Universidad de Panamá (quien lo presidirá) y los ministerios de Cultura, Educación, Economía y Finanzas, incluyendo al Colegio Nacional de Historiadores. Cada una de estas instituciones sería garante de objetividad e imparcialidad al momento de sus evaluaciones, algo que me parece correcto.
En algunas declaraciones he escuchado que la propuesta limita la llegada de intelectuales extranjeros al país que deseen dictar clases, lo que es totalmente falso. Todos aquellos académicos pertenecientes a otras naciones que deseen ejercer la docencia en nuestro país, ya sea, en la Universidad de Panamá o en algún centro de educación privado, lo podrán hacer conforme las disposiciones internas que emanen de estos templos del saber, así siempre ha sido, y continuará siendo. En el caso del primer nivel de enseñanza y medio, la enseñanza se regirá por lo dispuesto en el Ministerio de Educación.
Algo innovador es la creación del puesto de historiador de la ciudad de Panamá y en las cabeceras de provincias. Esta idea ha dado un positivo resultado en algunas latitudes del continente, dado que su puesta en función ha permitido un desarrollo de la preservación del legado oral, escrito, patrimonial y arqueológico de las naciones.
Sobre el particular, siempre he considerado que la historia no puede ser vista como una simple recopilación cronológica de datos, práctica en la que han caído muchos escritores, y menos un estampado acrítico de archivos traídos del exterior, como observamos en algunas obras. La historia debe ser objetiva, dialéctica, crítica y reflexiva, tal como nos lo enseñó el maestro Ricaurte Soler en sus clases de Historia de las Ideas, y que, a propósito, se plantea en uno de los artículos que el 11 de agosto, fecha de su natalicio, sea considerado como el “Día del Historiador”.
He visto la oposición de algunos representantes de las élites a esta propuesta que busca homenajear a Soler. Al respecto debemos recordar que este académico panameño hizo la diferencia en el ámbito histórico, porque no se dedicó a reproducir los argumentos vertidos desde el inicio de la República por los historiadores oficiales, sino que, por medio de un análisis crítico e interpretativo, ensayó sobre el ser panameño desde sus orígenes coloniales, hasta el siglo XX, haciendo énfasis en las luchas patrióticas que libró el pueblo panameño en contra del enclave colonial estadounidense en la pasada centuria que tenía como aliado a los grupos de poder económico.
Las obras de Soler recorrieron todo el continente y Europa, sus ensayos fueron publicados por editoras de prestigio, como “Siglo XXI”, y en Panamá, cada uno de sus libros sirvió de inspiración a miles de estudiantes, y panameños en general, que vieron en sus escritos otro enfoque interpretativo de la historia nacional “no romántica”, que les permitiría avanzar hacia el camino de la liberación.
En conclusión, estimo que lo presentado por notables docentes universitarios contribuirá a fortalecer la profesión de historiador en Panamá e incentivará a que más jóvenes se interesen por la historia y desarrollen toda una vida a cultivar su legado, en especial, cuando vivimos en un mundo globalizado, donde la economía, el mercado y la era digital compiten por desplazar a las ciencias humanísticas que son la base de nuestra identidad nacional.