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- 14/12/2020 00:00
El agua llegó a Wall Street o recrudeciendo la lógica suicida
Hace una semana, se conoció internacionalmente que los financistas del imperio han dado pasos sinuosos en el camino que conduce hacia el sometimiento total de un bien vital para la especie humana, tal es el agua. Cabe advertir que, en este momento, no parece representar lo que muchos han difundido, generando algunas confusiones, pensando que eso toca a los países como Panamá.
En efecto, esto no es aplicado mundialmente aún, sino que se trata de una fijación de precios fluctuantes, para los derechos del agua por usos agrícolas o industriales del estado de California en EUA y que encuentra antecedentes desde el año 2018.
Este tipo de medidas, vienen precedidas de argumentos apologistas, tales como que estas dan lugar a: “Una mejor gestión del riesgo futuro vinculado a este bien. Agricultores, fondos o municipios podrán protegerse o especular ante los cambios en el precio del agua” (El País.com.es y Forbes.com.mx, 9/12/2020).
¿Y qué resultados se han observado a la fecha? Este mercado del agua, en este estado, es de tamaño considerable. Al escasear este líquido vital, los precios se han elevado el doble, el último año. Así que, el acceso desigual resultante sobre este bien natural ha puesto en evidencia la ampliación de la brecha socioeconómica, vista a través del derecho al uso del agua, en pleno país de primer mundo.
Por lo tanto, las filípicas de los financistas especuladores favoreciendo este tipo de mecanismo para “racionalizar” el uso del agua, no resultan sino en cruel cinismo, que ha hecho crisis en cierta medida con la llegada del virus planetario COVID-19, exigente cual más, de una amplia disponibilidad del agua por parte de quienes aspiran a defenderse de este. Ergo, mientras unos muchos tienen un acceso crecientemente costoso al agua -si se trata de productores, sin duda trasladan esos costos a los precios de sus productos-, otros pocos, lucran con la necesidad de aquellos. Estas son, ni más ni menos, las reglas del mercado. Nada de solidaridad, nada de primar el bien común; eso sí, mucho de egoísmo individualista.
En Panamá, si bien no hemos llegado a ese punto, la lógica suicida del mercado ha ido acelerando su marcha, al someter al escarnio mercantil el derecho de uso del agua con las famosas concesiones, mayoritariamente a las lucrativas empresas hidroeléctricas. El tema del caudal que están obligadas a garantizarle a las poblaciones y actividades productivas que están a su paso es tema harto debatido entre los moradores de las cuencas hidrográficas que se ven impactadas por estos agentes del mercado. Hay, además, la amenaza de la gestión del Idaan y otras entidades vinculadas al manejo del agua, que tiene entre ceja y ceja “formidables” concesiones para “satisfacer el abastecimiento del agua para las poblaciones de Azuero y la región metropolitana. Los casi mil millones en estas aventuras robustecedoras del mercado del agua, llevan a resultados que están a un paso de coincidir con la “puesta en valor” del agua en cualquier bolsa de valores.
Algo similar ocurre frente al tema de los medicamentos, incluida ahora las vacunas. Hace un mes atrás los pacientes renales, la asociación de farmacéuticos, entre otros, denunciaban, sin quererlo reconocer, lo que significa someter bienes vitales, que son derechos humanos a la lógica suicida del mercado. Con anterioridad, el exdirector de la CSS, Julio García Valarini, antes de dejar el cargo, denunció que: “Estamos secuestrados”, (…) un tratamiento para la falla renal, que la CSS compra en 117 dólares, agregó, cuesta en la farmacia privada 350 dólares. “En Colombia cuesta unos 48 dólares, pero no puedo comprarlo allá porque la Ley no me lo permite” (La Estrella de Panamá, 24/11/2020).
Moraleja: no necesitamos llegar hasta el punto de someter a la especulación de Wall Street nuestros bienes vitales, para que las reglas del mercado operen con su lógica suicida. Y esto es recurrente, si nos detenemos a observar críticamente los hechos, con los procesos de fragmentación de las partes que entran en juego en el proceso, sea en la dotación de energía, agua, o atención de salud -Minsa y CSS distanciados- lo cierto es que las concesiones a consorcios privados, la fragmentación de las entidades que ofrecen servicios a la población, están sometidas a la lógica suicida del mercado. Así, un Estado, aunque quisiera, no podrá resolver las inequidades sociales.