• 08/12/2023 15:52

2023, otra Navidad triste y convulsionada

[...] año tras año, recordaremos a todos los patriotas caídos el 20 de diciembre de 1989

Aún con la declaratoria de inconstitucional del contrato Ley 406, por la Corte Suprema de Justicia, dejó un sabor amargo por no haber hecho la tarea completa, diciembre llega triste, amargo y envuelto en la aflicción que dejan los dos asesinatos de los maestros Abdiel Díaz e Iván Mendoza, por un gringo desquiciado, en las protestas y cierre de calles y por el recuerdo de los 3,000 muertos que dejo la invasión norteamericana (Causa Justa) el 20 de diciembre de 1989.

La alegría de haberse declarado inconstitucional la Ley 406 fue rápida y fugaz. Ahora empieza un tortuoso proceso que determine el cierre total de Minera Panamá S.A.

Pero el día a día sigue jocosamente, reafirmando, que los precios de la canasta básica siguen subiendo, los jubilados no recibieron sus aumentos, no hay medicina, vuelve la educación hasta el 29 de diciembre, siguen los apagones, no hay agua, aumenta el desempleo, las balaceras, los tumbes y la venta y trasiego de drogas. Llegó el momento de rifársela en la informalidad, es la única oportunidad para comprar medio pavo, pocos regalos, media pacha y el arbolito navideño.

Sin embargo, todos recordamos el 20 de diciembre de 1989, cuando más de 26.000 mariners desembarcaron en Panamá con un objetivo: arrestar al general Manuel Antonio Noriega. Nos recuerda con dolor, los muertos, baleados y quemados, tirados en las calles, El Chorrillo bombardeado e incinerado, los mariner pavoneándose por La Central, los rabiblancos tirándoles besos y flores a los mariners, mientras el pueblo, con hambre y sin casa, seguirán buscando los familiares desaparecidos. Se estima que la sangrienta intervención dejó como resultado un saldo entre 3000 y 5000 y aproximadamente 20,000 personas perdieron sus hogares.

Manuel Antonio Noriega fue extraditado a Estados Unidos y Guillermo Endara juró como presidente en Fort Clayton. Recordamos cómo sacaron a Noriega de la nunciatura, esposado, empujado y humillado por sus “amigos” de la Cia y el Pentágono.

Treinta y cuatro años no son barrera para olvidarnos de la humillación hecha por los gringos con el ánimo de poder posicionar nuevamente a sus amigos oligarcas, que ya llevan siete períodos presidenciales (1990-2023), repartiendo y vendiendo nuestros recursos mineros, canaleros y comerciales, sumisos a una política del “gran garrote”. Han acabado con la clase media, han aumentado la pobreza y el descontento nacional por la extrema depauperización del pueblo panameño. Pero sí han aumentado los grandes capitales de la oligarquía nacional (150 familias), que ahora no solo detentan el poder económico, sino que también tienen el poder político, ya que son los dueños de todos los partidos políticos, de los medios masivos de comunicación y de las redes e internet. Siguen dándole rienda suelta al modelo neoliberal, solo les falta privatizar el Canal, las cárceles y la salud.

La Doctrina Monroe (2 de diciembre de 1823), aun con sus 200 años de intromisión militar en Latinoamérica, ha agudizado sus intervenciones, en pleno Siglo XXI, con embargos y restricciones comerciales, intervenciones en el poder jurídico, en el poder legislativo que incluye cierres si no acatan sus injerencias políticas, deciden quien gobierna y en qué período gubernamental, según sus intereses, imponen políticas de austeridad para el Estado y libertad total para las empresas mono y oligopólicas.

La invasión de Estados Unidos a Panamá el 20 de diciembre de 1989 (42 días duro la invasión) dejó una marca profunda en las entrañas de todos los panameños, su análisis permite comprender el paso del mundo bipolar al unipolar de finales del siglo XX y al actual nuevo orden económico multipolar.

Por ende, el estudio de la invasión a Panamá de 1989, debe involucrar a las generaciones presentes y futuras de panameños, quienes tenemos el compromiso de no permitir que este hecho jamás se vuelva a repetir, ni que sea relegado al olvido.

Pero estamos en diciembre y como todo año, el 24 bailaremos, reiremos, daremos regalos, comeremos pavo y nos tomaremos nuestro wiski preferido, pero siempre, año tras año, recordaremos a todos los patriotas caídos el 20 de diciembre de 1989, por las protervas balas yankis. Entre cada trago siempre habrá una lágrima, un plauso y un ¡viva! por los mártires del 20.

El autor es economista.

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