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- 15/02/2021 00:00
Los encierros sin ciencia ni evidencia
En mi artículo anterior (La improvisación de los encierros poblacionales, La Estrella de Panamá, 08.02.2021) expuse que los encierros poblacionales ensayados durante la pandemia de COVID-19 no tenían ningún respaldo en planes preparativos contra pandemias respiratorias. No estaban contemplados ni recomendados, ni eran considerados ni siquiera una opción, en planes de respuesta a pandemia respiratoria de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni en planes nacionales de Estados occidentales que los han terminado aplicando. Parte de la razón de que los Gobiernos occidentales hayan adoptado estos encierros sin ciencia ni evidencia, está en la imitación y en el deseo por mostrar que se está haciendo algo para controlar un fenómeno, aunque este no esté sujeto a nuestro control.
“Para cada problema complejo hay una respuesta clara, simple y equivocada”, Henry Louis Mencken. Ante una crisis, los líderes tienen un incentivo a mostrar que están haciendo algo, aunque ese algo sea inútil o, como suele ser más común, contraproducente. Esto es el sesgo a la acción o sesgo de la intervención. Cuando una persona confronta una situación crítica, llena de incertidumbre, es más probable que intente intervenir para alterar el curso de las cosas, aunque no tenga control alguno sobre el fenómeno. Esto se observa también en el plano social. Así es como surgen, por ejemplo, supersticiones como las rituales danzas de la lluvia.
“La imitación es una respuesta común entre tomadores de decisiones cuando el efecto de una decisión es incierta; la adopción con otros puede proteger a los tomadores de decisiones de las críticas por parecer 'rezagado', esto es, un país lento en actuar […] Las presiones para no 'quedarse atrás' y querer parecer como los demás puede venir tanto desde dentro del país como de sus vecinos, y los tomadores de decisiones pueden hallar difícil la adopción [de las intervenciones] cuando dichas presiones se hacen fuertes”, indican los autores de un estudio sobre la difusión cuasihomogénea de las intervenciones no farmacológicas en países muy heterogéneos, con motivo de la COVID-19, publicado el año pasado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences [PNAS September 1, 2020 117 (35) 21201-21208]. Los autores del estudio referido señalan que, dadas las complejidades y heterogeneidad entre países y poblaciones, el hecho de que en marzo de 2020 tantos Gobiernos nacionales hayan actuado con tanta homogeneidad en sus intervenciones no farmacológicas ante la COVID-19, es fuerte indicador de un fenómeno de acción por imitación.
Tal cosa ha sido cándidamente admitida por Neil Ferguson, el modelador cuyo modelo sirvió para que el mundo occidental entrara en pánico, prediciendo en todas partes una mortalidad al menos diez veces superior a la observada en el mundo real con la COVID-19. En una entrevista a fines del año pasado, señaló que de no haber sido por el ejemplo de China (un Estado no democrático), ningún Gobierno occidental habría soñado con colocar a su población bajo arresto domiciliario. Ferguson no pareció mostrar ningún indicio de lamento al señalar tal cosa, sino más bien parecía que, para él, el hecho de que occidente haya copiado de China una medida violatoria de derechos humanos es algo digno de encomio y celebración.
Los autores del artículo citado del PNAS, señalan el peligro de que la adopción de medidas tan draconianas como los encierros poblacionales, pueda llevar a un deterioro institucional y una pérdida del respeto por el Estado de derecho: “si las restricciones a las libertades ciudadanas debido a la pandemia de COVID-19 son más rápidamente adoptadas por países que ya experimentaban un deterioro de su democracia, tales países pueden ser susceptibles a mayor autocratización ante choques exógenos como pandemias”. En otras palabras, la tentación de aprovechar la excusa de una crisis como una pandemia, para violentar el orden constitucional y abusar de poderes, es un peligro muy real de haber consentido con estos abusos de poder por parte de los Gobiernos. Esta es una realidad muy evidente en Panamá, donde ya vamos para un año en que el orden constitucional ha sido violentado a partir de la declaratoria de un estado de emergencia inconstitucional, y que cada vez degenera más.
Los encierros poblacionales no eran, hasta marzo de 2020, parte de ningún plan de respuesta pandémica en occidente. La razón de que fueran aplicados no tiene nada que ver con ciencia. Han sido más bien una muestra del viejo “hagamos como que hacemos algo”, y también han sido excusa para que gobernantes ávidos de poder se desvincularan de los pesos y contrapesos del Estado de derecho. Pero es injusta la analogía de los encierros poblacionales con las danzas de la lluvia tribales. Las danzas de la lluvia, al menos, son divertidas para la comunidad, y en ellas no se suele violar sistemáticamente los derechos humanos de los miembros de la tribu.