• 10/05/2021 00:00

'Igualdad de oportunidades', una ficción tecnócrata

“La lucha de las clases trabajadoras, […], no es por la igualdad de oportunidades, sino por la igualdad de condiciones sociales o mejor aún, la superación de estas”

Es muy frecuente escuchar en los círculos de tecnócratas -y lamentablemente repetido por mucha gente- el trillado estribillo de que, en las acciones y medidas de políticas públicas, resulta importante la promoción de la “igualdad de oportunidades” para alcanzar el desarrollo humano. Para decirlo en los términos del Plan estratégico nacional, uno de los documentos de estrategias del Estado, de cara a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible: “… la igualdad de oportunidades facilita la reducción rápida de las brechas que generan desigualdades y exclusión, en tanto equipara capacidades y genera oportunidades”. (CCND, 2017).

Al respecto, Tolentino, un viejo combatiente de causas nobles de este país, cambia muy sabiamente este estribillo por el de la necesidad de “Igualdad de condiciones sociales”, lo que no deja duda de que le cabe toda la razón. Cuando vemos que, en los estratos socioeconómicos con los más bajos ingresos, el 40 % o menos de su población en edad escolar acude a los servicios -dígase oportunidades- ofrecidos por el Meduca en sus localidades, la estrategia de igualdad de oportunidades se cae por su propio peso.

En la comunidad de Mula -territorio Dule Nega-, lo mismo que en las barriadas espontáneas que hoy se erigen en Pacora, el Meduca tiene presencia con sus servicios de educación básica, tanto como de nivel medio. Asistimos así al hecho de que los niños, niñas y adolescentes de la mencionada localidad comarcal tienen frente a sí iguales oportunidades, en lo que compete al ejercicio del derecho humano a la educación.

A pesar de esta igualdad de oportunidades en materia de instrucción escolar hecha válida por el Meduca, Migdalia en Pacora y Pedro en Mula, no pueden aprovechar tal oportunidad, no porque no quieran, sino porque no cuentan con condiciones para ello. Con esto, se hacen parte de ese 60 % de estratos bajos excluidos del sistema escolarizado del país.

Dada esta realidad, ¿cuál es la condición que impide que tanto Pedro como Migdalia pierdan la oportunidad que el Estado les ofrece en forma igualitaria? Su pertenencia a un estrato socioeconómico con escasos recursos los induce o bien a apoyar al hogar con la realización de tareas de cuidado que no hay más personas para efectuarlas, como lo que le ocurre a Migdalia que actúa solidariamente en el cuidado de dos miembros de su familia que sufren de discapacidad física. O bien que, con los precarios ingresos de su hogar, Pedro con sus 16 años, se ve forzado a acudir al trabajo remunerado informal. Según afirma, la escuela deberá esperar, quién sabe hasta cuándo.

Ciertamente, las condiciones sufridas por Migdalia y Pedro impiden que las oportunidades existentes para seguir siendo parte de la población escolar puedan ser aprovechadas. Ergo, de nada vale la puesta en escena de la igualdad de oportunidades escolares, si las condiciones sociales colocan a nuestros adolescentes de Mula y Pacora, fuera de tal opción.

En este sentido, no queda otra conclusión que no sea la que favorece la sentencia de nuestro amigo Tolentino: si no se cuenta con las condiciones materiales e inmateriales para aprovechar las oportunidades ofrecidas, no tiene sentido seguir adulando la puesta en práctica de esta estrategia en las políticas públicas del país.

Esta manera de conceptuar y aplicar las políticas públicas -llevando a cabo la igualdad de oportunidades- es típica de la tecnocracia neoliberal, que termina disponiendo las cosas de tal forma que, al no resultar lo diseñado desde las oficinas lejanas a sitios como Pacora y Mula, recaiga la responsabilidad sobre los hombros y conciencia de las poblaciones cuyos programas dicen ser propuestos “para su beneficio”.

La verdad, resulta ser lo contrario, esto es, que las propuestas tecnocráticas de “igualdad de oportunidades” no son otra cosa que parte del librito de ficciones ofrecidas a nuestros países para mantener a las clases trabajadoras pauperizadas, en el círculo vicioso de la pobreza. La lógica de fondo es, llevar a nuestro país a seguir dependiendo de mayores empréstitos que ponen en entredicho nuestra soberanía, ante los banqueros internacionales. La lucha de las clases trabajadoras, pues, no es por la igualdad de oportunidades, sino por la igualdad de condiciones sociales o mejor aún, la superación de estas. Aquí, la práctica de la “inclusividad” entre los actores de sectores populares que se planteen esta demanda, se convierte en una ética imperativa.

Sociólogo y docente de la UP.
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