• 25/06/2021 00:00

¿'Sapiens'?

“La sociedad se ha deshumanizado, dejando atrás el concepto de comunidad que tenían los antiguos humanos, cuya humanidad se muestra hoy muy superior a la nuestra”

Perteneciente al orden de los primates homínidos, “Homo sapiens” es la manera científica de decir “seres humanos”. “Homo”, hombre. “Sapiens”, sabio. El hombre sabio. De una manera narcisista, nos autonombramos inteligentes, puesto que ninguna otra especie desarrolló la capacidad de comunicación como la nuestra, haciendo imposible que refutaran el título de superioridad que nos dimos a nosotros mismos. Si un pollo, un pez o una vaca pudiera hablar, estoy seguro de que tendría mucho que decir en contra de nuestra supuesta inteligencia.

A lo largo de siglos perfeccionamos nuestras habilidades, logrando someter a la mayoría de las especies del planeta sin ser los más fuertes físicamente. Compensamos la falta de garras y dientes grandes con armas y herramientas. Mediante el uso de nuestro cerebro, aprendimos a planear y predecir el comportamiento de otras especies mucho más grandes que nosotros, hasta volverlas nuestras presas. Fue así como pudimos comer bisonte, y hasta mamut, convirtiendo a un grupo de “monitos calungos” en los más terribles depredadores que ha conocido la Tierra. Pero no siempre fue así. Tuvimos que unirnos y trabajar en equipo para volvernos exitosos y pasar de ser carroñeros y presas, a cazadores de élite, bien alimentados y en franco desarrollo evolutivo.

Nuestro éxito en la cacería nos ayudó a seguir evolucionando, pues, al contar con un suministro más o menos estable de alimentos, la proteína de la carne fue fundamental para el desarrollo cerebral, según un estudio de la Universidad de Harvard. Y así nuestro cerebro fue creciendo, dándonos las capacidades necesarias para llegar hasta hoy.

Pero, ¿cuándo dejamos de ser “animalitos” para volvernos personas?

Aristóteles dijo que el hombre es un animal racional. Esta aseveración deja claro que desde la antigüedad nos vemos como animales sofisticados. ¡Auch! Esto no les va a gustar a muchos sofisticados en la actualidad, pero la verdad es que debajo de toda la parafernalia tecnológica, no somos más que una madeja de instintos que no acabamos de gobernar, y que solo esperan los impulsos correctos para aflorar. Primitivos y predecibles seres que somos.

Para la antropóloga y poeta estadounidense Margaret Meade, el primer signo de civilización de una cultura fue algo alejado de la tecnología. Mientras se pensaría que las herramientas, la escritura, o cualquier avance tecnológico sería coronado como la prueba indiscutible de civilización, ella se inclinó hacia algo social. Margaret Meade vio en un acto de enorme bondad colectiva la prueba clara de que ya éramos civilizados.

La antropóloga planteó que un descubrimiento de un hueso humano que mostraba una fractura que había sanado era la prueba indiscutible de la civilización, de nuestra humanidad. Específicamente, se trataba de un fémur que había sanado después de una fractura. En el reino animal, semejante lesión era sinónimo de una sola cosa: muerte segura.

Sin embargo, este individuo sanó, y vivió más allá de esa herida terrible. Con la medicina actual, una fractura de fémur tarda de cuatro a seis meses en recuperarse. Imaginemos lo difícil que era la vida prehistórica. Que alguien haya prosperado luego de semejante desastre supone que hubo un grupo organizado de individuos que le proveyó no solo de seguridad y los cuidados necesarios, sino también de alimentos y agua hasta su recuperación. Ese gesto de reconocer en otro a mi igual, a mi prójimo denota inteligencia y, de manera más importante, sentido social de colectividad. Eran una unidad, no individuos. Tal vez desde entonces se estableció la frase del “hoy por ti, mañana por mí” que conocemos actualmente. Porque el infortunio podía golpear a cualquiera, y era estimulante saber que, de suceder, ningún miembro de la incipiente sociedad sería dejado atrás. Esos son valores, verdadera responsabilidad social, no el autobombo que conocemos.

Analizando el comportamiento de nuestros tatarabuelos, no eran los salvajes que vemos representados en películas que tratan del “hombre de las cavernas”. Eran individuos que llegaron a ser muy sensibles para con su círculo social, y para quienes cada miembro era importante.

Viendo nuestro comportamiento actual, no somos tan “sapiens” como creemos. Incluso, comparados con animales, resultamos inferiores a la hora de decidir como grupo. Una manada jamás permitiría que su líder fuera el menos capaz, pues se condenarían todos.

¿Qué nos pasó entonces? ¿Por qué ensalzamos a los que tienen un comportamiento abiertamente negativo? Cada quinquenio elegimos un nuevo grupo con colores diferentes, pero con un norte similar que nada tiene que ver con el bien común, sino con su propio bienestar.

La sociedad se ha deshumanizado, dejando atrás el concepto de comunidad que tenían los antiguos humanos, cuya humanidad se muestra hoy muy superior a la nuestra. ¿Acaso llegamos a la cima evolutiva tan solo para caer en picada?

Nuestros actos dicen que es probable que seamos la causa de nuestra propia aniquilación.

Entonces, ¿“sapiens”? No creo. Estamos más cerca de otra especie: “Homo animalis”.

Dios nos guíe.

Ingeniero civil.
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