• 06/08/2021 00:00

Tres dictaduras, un solo dios verdadero: la farsa (*)

“[…] mantener indefinidamente los obscenos atributos del poder es la meta descarada de toda dictadura. Algo, por supuesto, intolerable”

Cualquier persona medianamente informada, inteligente, humanista, no fanatizada, sabe que tanto en Cuba como en Venezuela y Nicaragua -émulos del régimen cubano- gobiernan por la fuerza dictaduras de extrema izquierda. Cuando no se permite disentir en países donde los más elementales derechos humanos, con cualquier pretexto, no se pueden ejercer; cuando con cualquier argumento, prohibiendo la participación de voces no alineadas a la recalcitrante voluntad de los jerarcas, sus elecciones incurren en la pantomima de realizarse con rectitud; cuando al manifestarte vas preso, evidentemente estamos frente a claras dictaduras. La de Cuba lleva casi 62 años de anquilosamiento e indoblegable autoritarismo.

Además, al cerrarse medios de comunicación, disolverse protestas pacíficas a palos y tiros y se tortura en ominosas mazmorras, se trata de procedimientos centrados en la fuerza, independientemente de si son regímenes de derecha -como los que años atrás ocuparon Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil- o de una izquierda inamovible, por más que hace años se haya disuelto la funesta Unión Soviética y desaparecido el Muro de Berlín. Y lo mismo ocurre siempre con las ortodoxias religiosas intransigentes desde los tiempos nefastos de la “Santa” Inquisición y los actuales fanatismos islámicos.

Aparte del sufrimiento cotidiano, lo que importa a final de cuentas es el inmenso daño sicológico, social, político y económico -actual o residual-, causado a sus sociedades durante y después que se logra desalojar del poder a los déspotas. Es muy fácil culpar de todo siempre al imperialismo yanqui, hace poco lo decía sin pelos en la lengua en una declaración pública nuestro querido Rubén Blades. Sin duda alguna los gringos han sido grandes explotadores de nuestras riquezas naturales, como durante otra época lo fue la corona española en América, pero también el marxismo-leninismo internacional tiene sus propias llagas que aun supuran.

En la Unión Soviética denunciaron ese sistema en su momento varios grandes escritores rusos que fueron perseguidos: Alexander Solzhenitsin, Vladimir Nabokov, Boris Pasternak y Joseph Brodsky los más conocidos. Otros autores universales que en su juventud fueron comunistas, han documentado los vicios de tal ideología, entre estos el italiano Ignazio Silone, el norteamericno Richard Wright, el francés André Gide y el peruano Mario Vargas Llosa. Y es sabido que en China, pese a ser hoy capitalista a ultranza, tampoco se puede disentir: recuérdese la matanza de Tiananmén (1989).

Por otro lado, hurgando un poco, es sabido que la cuantiosa riqueza de los hermanos Castro (que derrocaron al dictador Batista), de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello (que tras la demagogia populachera de Hugo Chávez dilapidaron la inmensa riqueza petrolera), así como de la pareja siniestra formada en Nicaragua por Daniel Ortega y su mujer (que como parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional derrocaron a la dinastía de los Somoza para en años recientes emprender la persecución en contra de connotados ex-compañeros de la guerrilla sandinista), es una afrenta a la realidad que viven esos tres países. Cabe señalar, por cierto, que en la Nicaragua actual han sido censurados de una manera u otra tres distinguidos escritores contemporáneos del país del poeta universal Rubén Darío: el gran poeta Ernesto Cardenal (1925-2020) y los novelistas Sergio Ramírez y Gioconda Belli, entre otros.

¿Cómo no tildar a estos gobernantes de traidores a las revoluciones que lideraron para terminar con la opresión de caudillos corruptos, pero que hoy se comportan peor que aquéllos? El poder corrompe, aunque a menudo los líderes ya vienen así. Los primeros notables autores cubanos perseguidos fueron Armando Valladares, Guillermo Cabrera Infante, Heberto Padilla, Huber Matos, Zoe Valdés y Norberto Fuentes, además de Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera y José Lezama Lima, estos tres por su abierta homosexualidad. Todos apoyaron durante los primeros años a la Revolución, y murieron en el exilio (menos el último). Y es de admirar el tenaz trabajo disidente del auténtico revolucionario Osvaldo Pallá, también perseguido y torturado durante 20 años de cárcel, antes de salir al exilio y revelarlo todo en su libro célebre “Cómo llegó la noche”; así como la labor de hormiguita incansable de la filóloga, periodista y bloguera Yoani Sánchez, ganadora de prestigiosos premios internacionales de Derechos Humanos. Recientemente, el destacado novelista Leonardo Padura y los famosos cantantes Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, quienes viven en la isla, al fin se atrevieron a criticar al régimen.

El drama de Venezuela es harina del mismo costal: país rico venido a menos, presa del hambre y la miseria. Autores venezolanos que lo han denunciado: Alberto Barrera Tyszka, Rafael Rattia y Leonardo Padrón, entre otros. Tres dictaduras latinoamericanas cortadas con la misma tijera, y un solo dios verdadero: farsa de espectáculos circenses montados por titiriteros patéticos para aparentar lo que no son, cuyos actos los pintan de cuerpo entero. Déspotas que jamás abandonarán el poder por voluntad propia; farsantes irredentos porque sus riquezas acumuladas desbordan el frágil Secreto de Estado ofendiendo la dignidad de compatriotas sumidos en la pobreza, obligados al silencio. Así, mantener indefinidamente los obscenos atributos del poder es la meta descarada de toda dictadura. Algo, por supuesto, intolerable.

(*) Para mis amigos escritores venezolanos residentes, solidariamente.

Cuentista, poeta, ensayista, promotor cultural.
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