• 17/09/2021 00:00

Nebulosa

“Seguir creciendo nos obliga ahora a demostrar que subimos un gigantesco peldaño histórico para consolidar nuestras fuerzas en dirección a reducir la desigualdad y la pobreza”

Santiago. _ Aquí se desarrolla la realidad. Un centro con formas bien definidas, pero con bordes confusos y confines desdibujados. Por ejemplo. Es larga la lista de quienes, refugiados en las toldas del nacionalismo, la autodeterminación y la plena soberanía, dieron rienda suelta a la tiranía y a la conculcación de las libertades sociales. En nuestro caso, estar “bajo el paraguas del Pentágono” no es precisamente un estadio condescendiente con un concepto cabal de soberanía, pero nadie puede dudar que la firma de los Tratados Torrijos-Carter constituyó ¡el más puro acto de soberanía que se conozca en toda la historia de Panamá!

44 años después, esa realidad, que se desenvuelve en la nebulosa, ha sufrido cambios impactantes. La globalización es muy profunda, convirtiendo la interrelación mundial en un ingrediente sustancial de la felicidad doméstica, cuya dinámica va en aumento. Hoy, se mantienen en rigor muchos elementos originales del significado de soberanía. Ejercer exclusivamente la autoridad sobre todo el territorio nacional, sigue vigente. Un Gobierno propio emancipado de fuerzas externas continúa vigente. Tener control de sus fronteras y jurisdicción sobre toda la población dentro de ellas, son características inmutables de soberanía.

Pero dictar las pautas de la dirección socioeconómica de un país, resulta hoy, más que nunca, dentro del contexto señalado, una facultad imprecisa cuyo ejercicio se desarrolla bajo la lupa de la comunidad internacional. En este campo la soberanía se desdibuja en grado importante. Hacer valer los derechos de los panameños en una negociación con una empresa minera trasnacional, no es la mejor huerta para comprobar el carácter soberano de régimen alguno. Valores diferentes pueden debatirse, pero el de soberanía no tiene cabida.

Sacar provecho en esas negociaciones significa obtener beneficios tangibles, que se sientan en los bolsillos de los panameños, que este pueblo registre una mejoría efectiva en su calidad de vida, que el país asegure ingresos justos, que haya más que repartir y que todos tengamos acceso al bienestar integral. Pero esto, lo reitero, no tiene que ver con el concepto de soberanía. Tiene que ver con un Gobierno sensato, identificado con los intereses nacionales, en sintonía con las necesidades populares y respetuoso de las reglas actuales en un sistema apoyado por las grandes mayorías.

Panamá hace años superó su pubertad. Fue la madurez de una rica vida de adulto la que nos permitió alcanzar la plena soberanía. Seguir creciendo nos obliga ahora a demostrar que subimos un gigantesco peldaño histórico para consolidar nuestras fuerzas en dirección a reducir la desigualdad y la pobreza. El pasado es vital para recuperar el aliento necesario en esa victoria, pero no es exitoso traslapar concepciones que germinaron y se desarrollaron en realidades muy distintas y que, además, intrínsicamente corresponden a materias diferentes. Resulta preciso que es nuestro carácter soberano el que hoy nos facilita la decisión ordenada de negociar una concesión respecto de un recurso del que nadie discute su propiedad. Ser soberano hoy significa que nos asiste el derecho para negociar, pero hasta ahí. Las propuestas de este Gobierno serán entonces nacionalistas o no; certeras o no; puntuales o no; justas o no; y con cimientos en el actual modelo económico o no. La inocencia en confundir conceptos nos deriva a cometer el grave error de hacer señalamientos fuera de contexto arribando a definiciones inaplicables. ¡Este Gobierno sí lo entendió!

Abogado, embajador de Panamá en Chile.
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