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- 23/09/2021 00:00
La sensatez del coronavirus
La Palma, Paja de Sombrero, Gualaca. _ Cuando este maléfico virus alborotó a la humanidad, en Panamá el Gobierno impuso un estado de terror inaudito: encerraron a todo el mundo; quien no cumpliera era arrestado, multado y condenado por los jueces de paz. La población entró en pánico no solo por la enfermedad, sino por el terror de la policía y el bombardeo psicológico del Ministerio de Salud. Se generó una crisis por el encierro, el estrés, la falta de dinero, el desempleo, la violencia familiar y la secuela que dejó esta medida y que todo el mundo conoce, y que a la fecha no se ha superado ni el inicio siquiera. Desde un principio me pregunté cómo se podía combatir una enfermedad imponiendo el terror y echándole la culpa a la gente.
Algunas personas comenzaron a rebelarse y el Gobierno anunciaba cifras exorbitantes de contagiados y decían que por culpa de los rebeldes. El Gobierno intentó controlar el mal culpando a la población y usando la técnica más aberrante: la represión y el terror. Pero no dio resultado, porque era como echarle la culpa de la fiebre a la sábana.
El país no podía sostenerse con el encierro, y para marzo y abril de 2021, por arte de magia, sin ningún medicamento ni sin saber con exactitud cómo se contagia la gente, las cifras se fueron al piso y el Gobierno vio bueno autorizar la reapertura de muchas actividades económicas que estaban a punto de perecer.
Los científicos, en EUA, Inglaterra, Rusia, China y Cuba, inventaron entonces la vacuna milagrosa. Para mantener el terror, algunas de estas vacunas resultaron maliciosas; pero en Panamá se han puesto sin reparo y escogieron las más caras. Me gustaría saber cuánto ha gastado, o pretende gastar el Gobierno, en estas vacunas supercaras y que, según ha dicho la ministra consejera de Salud, no se garantiza que la persona vacunada no se vaya a contagiar (de paso, ya hemos comprobado que es cierto, incluso un médico y varios docentes que conozco, se han contagiado aún vacunados), Y me gustaría saber si no va a salir otro escándalo como los que conocemos, por el pago de estas vacunas.
Pues bien, ahora la ministra de Educación ha traído un nuevo elemento de terror: todavía no se ha certificado científicamente que estamos libres de los contagios masivos y ha obligado a los docentes a que asistan a las clases semipresenciales que ellos llaman. Esto ha creado, en todo docente, una situación agravada, puesto que ahora están sometidos a un terror duplicado. Le temen a la enfermedad, a la represión del Gobierno, y ahora a la obligación de cumplir o ser despedidos. El resto de la población le sigue a los docentes en esta incertidumbre, pese a todos aquellos que están alegres con la vuelta a la clase presencial.
No estoy con alarmismos, pero pienso que debíamos haber esperado una certificación científica que garantizara que esta medida de lo semipresencial no va a causar problemas; pero lo trágico es que, a la autoridad científica, el Instituto Gorgas, se le ha ninguneado desde un principio, y la gente que se gana un salario extravagante en la OMS todavía no encuentran al animal que originó el virus. Pienso que aquí falta algo de responsabilidad.