• 30/09/2021 00:00

Angela de Europa

“Merkel, no de manera improvisada, sino todo lo contrario, dedicó cada una de sus intervenciones y decisiones a construir la confianza de su pueblo”

Los medios de comunicación, con las recién pasadas elecciones alemanas, se llenan de notas informativas sobre el final del mandato de Angela Merkel. Si bien, no está tan cercano, puesto que, siendo un régimen parlamentario, puede tomar algún tiempo la definición de su reemplazo, sí es cierto que ha permitido reflexionar sobre su impronta en la política mundial.

De otro canciller alemán, Konrad Adenauer, hay un pensamiento que, sin duda, la forma de Gobierno de Merkel ha dibujado a plenitud. Adenauer dijo que “la historia es la suma de todas aquellas cosas que podrían haber sido evitadas”. Su sucesora, con un estilo más prudente que frío -como algunos lo han catalogado- ha mantenido un compromiso con dar estabilidad a su país.

Su gran responsabilidad ha sido con la estabilidad. Lejos de los sobresaltos y, utilizando siempre su poder para amainar las aguas, no importa cuán graves sean las crisis o los problemas que le ha correspondido enfrentar. Hay en esto una lección intrínseca. La autoridad no está para imponer, está para crear las condiciones que permitan a la sociedad -a los ciudadanos- construir su propio destino ojalá de la mejor manera, o si no, de la manera que quiera. La intervención del Estado debe tener como norte la felicidad de quienes lo componen.

Un liderazgo como el que admiramos en Angela Merkel requiere una gran convicción democrática y una conciencia clara del impacto del ejercicio del poder. De sus propias palabras, se puede colegir que lo que otros llamaban un extremado “autocontrol” de su parte como canciller, en realidad es la “conciencia de que sus decisiones tienen consecuencias directas sobre su país y sus habitantes”.

Con un historial profesional de física y química, pero, también con una larga carrera política, presenta la reflexión de fondo como un valor fundamental del ejercicio del poder. Por más apresurado que sea el acontecer del presente, la apuesta sobre el estudio sopesado, tranquilo y ponderado de los temas a resolver es otra gran lección de Merkel. Aquí me pregunto, si muchas de esas imágenes en las que la fotografiaban haciendo las compras de supermercado y que le permitían mantener los pies bien puestos sobre la tierra, no habrán sido periodos de reflexión sobre algún gran problema, fuera de las mesas plagadas de reportes y asesores.

Casualmente, sobre esto de que estaba permanentemente bajo la mirada y el escrutinio público, deja otra lección para los servidores públicos, en una entrevista: “Visto así, también podrían preguntarle a una peluquera si le molesta tener unas tijeras en la mano todo el día. Presentarme a este cargo fue una decisión libre, nadie me obligó a ser canciller”.

No es común que un papa cite a un líder mundial contemporáneo, de hecho, es poco común que haga citas fuera de la lista de los miembros del santoral. Sin embargo, en una reciente entrevista para la emisora Cope en España, Francisco exteriorizó que un pensamiento de Angela Merkel lo había “tocado” y la calificó como una de las “grandes figuras de la política mundial”. La frase que tocó al papa es otro de los legados de Merkel, que podría pensarse frente a la situación de Afganistán, pero va mucho más allá: “Es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera y de construir en otros países la democracia ignorando las tradiciones de los pueblos”. Esta expresión no solo tiene el peso de la canciller, sino que hay que interpretarla como dicha por la canciller de un país que tiene una larga historia imperialista, vale recordar la Alemania Guillermina o el llamado Segundo Reich.

Sin pretender sintetizar las lecciones que deja su extendido periodo de Gobierno en Alemania, porque sin duda va a seguir corriendo tinta sobre él, rescato algo que, por sencillo, no menos importante. Merkel, no de manera improvisada, sino todo lo contrario, dedicó cada una de sus intervenciones y decisiones a construir la confianza de su pueblo. Entendió, como pocos políticos, que el liderazgo democrático exige que los ciudadanos confíen en sus líderes, que “se fíen” de ellos. No importa cuantos votos obtuvo en la última elección ni la mayoría que se tenga en la Asamblea, la confianza hay que construirla diariamente y se sostiene, principalmente, en la certeza de que las decisiones están basadas en el bienestar general y no en los beneficios personales.

Abogado, presidente del Grupo Editorial El Siglo - La Estrella de Panamá, GESE.
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