• 17/12/2021 00:00

Sociópatas paradójicos

“Todo se acaba. Pero jamás acabará si nosotros no cambiamos, volviendo a la sociedad integrada, con gente que se preocupa por el prójimo, y no solo por sus bolsillos”

Sin importar la región del mundo en la que residamos, si bien existen marcadas diferencias en la idiosincrasia de cada lugar, abundan factores que son un denominador común para todos. Un caso muy particular sería el descontento generalizado de la ciudadanía.

No hay excepción. En cada país hay un porcentaje alto de la población que desaprueba la gestión del Gobierno de turno, y en general de los políticos. Este hecho establecido resulta paradójico, puesto que a los gobernantes los escogemos los ciudadanos, y los copiosos dineros que sostienen los partidos de siempre los aportamos los ciudadanos, en la forma de impuestos varios.

Lejos de buscar sacarnos de encima la sarna que constituyen estos parásitos, los ciudadanos tomamos bandos, defendiendo a tal o cual político criollo cuyo discurso haya calado en nuestras emociones. De salida vamos mal. Elegimos con emoción, no con razón y vaya que se nota.

Desde el inicio de nuestra vida soberana, si es que realmente hemos sido soberanos alguna vez, venimos poniendo y quitando gente en el poder, a quienes concedemos autoridad por cinco años para que hagan con el país, y con nosotros, lo que les venga en gana sin consecuencias. Estas personas a quienes empoderamos, apelan al conocimiento popular que tienen de la ciudadanía para ofrecer el cielo y la tierra para todos en un discurso tan falaz como vacío, pero muy efectivo.

Se supone que las personas deberíamos aprender de nuestros errores, pero la historia nos enseña que no aprendemos nada de la historia. Cometemos el mismo error cada cinco años y encima, agárrese fuerte, amigo lector, con la misma gente. Los políticos ni siquiera tienen que cambiarse de nombre después de haber destrozado el país, porque luego de que otro equipo de mentirosos lo destruya por cinco años, TODO LO MALO QUE HICIERON EN SU OPORTUNIDAD AL MANDO, QUEDA OLVIDADO.

Yo creo en el perdón, pero esto es pendejada colectiva, pura y dura.

¿Por qué nos comportamos así? ¿Qué causa que las personas sigamos entregando el control de nuestras vidas a gente evidentemente incapaz de hacer bien el trabajo?

Las sociedades surgieron en la medida en que los seres humanos fueron adaptándose a vivir en grupos sociales permanentemente establecidos, lejos de la temporalidad del nomadismo. A medida que algunos individuos desarrollaban habilidades, las traspasaban a otros miembros del grupo y todos se beneficiaban. Todos gozaban de los beneficios, pero todos tenían responsabilidades.

Creo que ahí radica la gran diferencia de la sociedad antigua, muy integrada, y el grupo de sociópatas que tienen que vivir juntos de manera circunstancial hoy en día.

Detallemos un poco en el término sociópata, mencionando algunas de las características que lo definen. “El sociópata se caracteriza por carecer de empatía hacia los demás, fuerte egocentrismo, desapego a las normas sociales, así como una tendencia a simular sentimientos. Es inestable emocionalmente y muy impulsivo, lo cual en ocasiones puede derivar en agresiones o situaciones de violencia. Al mismo tiempo, suele ser encantador, pero poco confiable. Carece de sentimientos de culpa, vergüenza o arrepentimiento”. ¡Auch!

La sociopatía, si bien es un trastorno de la personalidad, es una condición con la que no se nace. Se desarrolla en el transcurso de la vida. Esto apunta a que todos nacimos gregarios, si cabe, y fuimos cambiando hasta volvernos seres con mentalidades distorsionadas que creen que pueden vivir aislados unos de otros, mientras luchan por demostrar su “singularidad” a un grupo de sus iguales, sobre los cuales se sienten superiores. Ojo, la “singularidad” no sirve de nada si los demás, a quienes desprecian, no la notan. Creo que esto bien podría ser la definición de paradoja.

El mundo ha cambiado. Ya no vivimos en sociedades. Vivimos en grupos de sociópatas paradójicos, incapaces de pensar en nadie más que nosotros mismos, y sin comprensión de nuestro finito y frágil paso por esta Vida. Todo es hoy. Todo es ya. No hay futuro, y no hubo pasado.

Mucho me temo que eso explica por qué seguimos eligiendo y aplaudiendo a gente cuya única capacidad superior es la de mentirnos a todos mirándonos a la cara y para quienes el país, y el mundo, no son otra cosa que una mina de dinero sobre la cual poseen control absoluto.

Todo se acaba. Pero jamás acabará si nosotros no cambiamos, volviendo a la sociedad integrada, con gente que se preocupa por el prójimo, y no solo por sus bolsillos. La responsabilidad de cambiar es nuestra, porque los políticos quieren que todo siga igual.

Constituyente originaria para iniciar el cambio a favor de Panamá, y en contra de la corrupción.

Dios nos guíe.

Ingeniero
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