• 17/01/2022 00:00

A la playa Juan Hombrón con mi totuma

“Los invito a la precaución sostenible “obligatoria” para este año”

Perdonen la humildad. Quién me haría pensar que uno de los mejores nadadores de Villa Rosario Capira, superado solo, en esos tiempos de 1960 después de Cristo, cuando revoloteaban sobre los pueblos panameños e iberoamericanos pequeñas amenazas, como polio, tosferina, trancazo, pulmonía, malaria, tuberculosis, mal de vista, diarrea, rasquiña, piojos, rabia, sífilis, labios leporinos, caspa y hambre … lo acepto, fui desplazado por dudosos centímetros, por otro renombrado “pela'o”, conocido como Alan Anof Alvarado Hernández, en los 100 metros estilo libre, cuando el río Perequeté tenía agua.

Imagínense la pena que sentirá hoy día uno de los doce entre dos mil estudiantes que no salieron anémicos en una zozobrante toma rutinaria de sangre en la secundaria de La Chorrera, que abarcaba poblaciones estudiantiles de “comebollos”, “comemonos” y “naranjeros” y que luego ganó clandestinamente siete veces la cruzada del Chorro de La Chorrera a nado, en pleno noviembre, aprovechando que los graduandos éramos menos violentos y tercos que Djokovic y teníamos visa para “pavearnos”. ¿A dónde no irá el concepto de los Hinestroza de La Palma de Darién, que fueron testigos de que crucé el río Tuira y que nadé en la peligrosa corriente de “María Pía”; qué no recelarán al verme ahora cuan viejo “enclenque”, con un pequeño “tambucho”, bañándome tímidamente en la orillita de una playa, qué no sospechará el más hidalgo de los presidentes del Istmo (“El Toro”), que publicaron se ha enfrentado a elefantes de cuatro metros de alto y 12 mil libras de peso en las salvajes llanuras africanas. Y qué no se figurarán los Lanje de Bisira y Canquintú de Bocas del Toro, que me recibieron en esos parajes guiados por el Cricamola, Jesuitas y la pasión de Mamachí. Pero lo que más me preocupa a estas horas es la segura devaluación de mi “prestigio” como caminador, es la sospecha que germinará en la mente del dirigente natural más longevo, fiel y en que la gente cree en La Pintada de Coclé: don Félix Hernández, quién sabe qué, hace 10 años me atreví a presenciar, de muy cerca y en madrugada, una de las crecidas del río Potrero, afluente del río Grande de Coclé, que ha ahogado maestras, lugareños, vacas, caballos y puercos.

Ahora. No declinaré en mi costumbre de ir cada principio de año a darme un baño salado y, si DS lo permite, antes que finalice este enero de 2022 lo haré en la solitaria y estruendosa playa de Juan Hombrón, pero con una bangaña, mirando para todos lados, cuan meracho en celo. La ropa la dejaré colgada en uno de los horcones de un rancho propiedad de la viuda del gobernador asesinado, don Darío Fernández, con una carta sin una palabra (en blanco), para la que sabemos y varias notas para cada una de las inimaginables, tanto para las que están en el cielo, el infierno o en la Tierra. Si no me ahogo y como me queda cerquita el RM de Coronado, luego de enseñar la prueba del Minsa de las tres dosis, celebraré con un barquillo de vainilla. Los invito a la precaución sostenible “obligatoria” para este año.

Economista, escritor costumbrista.
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