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- 05/02/2022 00:00
Un merecido reconocimiento
Rondan las tres de la mañana, de un día de enero y se escucha el sonido de carrillo del personal de enfermería de una de las salas del quinto piso de Cardiología de una de la instituciones de salud pública más referenciales e icónicas de nuestro país, se trata del Hospital Santo Tomás, de repente se prende la luz del cubículo e inicia una de las faenas diarias del personal, tomar muestras de temperatura, glicemia, etc. En lo personal, fui testigo como paciente del enorme compromiso y vocación de nuestros ángeles blancos, cardiólogos, médicos residentes, enfermeras y enfermeros, laboratoristas, personal de nutrición, técnicos auxiliares, camilleros, personal de aseo que participan hora tras hora, día tras día, la hermosa labor de brindarle no solo salud, sino el cariño, amor y el aliento en momentos difíciles a los panameños y extranjeros que requieren constantemente los servicios hospitalarios que brinda el Hospital Santo Tomás.
Una experiencia que ha marcado mi vida y para siempre es poder haber convivido once días con tantas personas maravillosas que, al igual que cualquiera de nosotros, son madres y padres de familia que mantienen sus obligaciones y preocupaciones personales y familiares y que, a pesar de ello, logran sacar lo mejor de sí para ofrecerle a su prójimo siempre esa voz de aliento, una linda sonrisa y contagiar en momentos de poco sosiego el optimismo a quienes transitan por problemas graves de salud, trasmiten amor y paz en momentos difíciles a las personas hospitalizadas y a sus familiares.
Aún recuerdo de manera vívida a un anciano oriundo de las bellas tierras chiricanas que decía no tener descendientes, pero que resultó tener once hijos, no vidente, pero con un cuadro bastante comprometido por su edad y que durante las noches silentes de la sala de cuidados semiintensivos de Cardiología del Hospital Santo Tomás, los gritos de aquella sala, y de repente una voz cariñosa se le acercaba a socorrerle, hechos como el narrado no son sacados de ningún manual de procedimiento ni mucho menos de un ensayo literario contemporáneo, responden a la realidad de un nosocomio de salud pública en la que el compromiso, la vocación, y sobre todo el amor al prójimo es el ingrediente indispensable para producir esa sinergia entre las habilidades, conocimientos y competencias redunda en una calidad de servicio en materia de salud.
Para todo el personal de la Sala de Cardiología del Hospital Santo Tomás, quiero expresar por este modesto conducto toda mi admiración, respeto, aprecio y amistad, al Dr. Quiróz, Cardona, Amores, Frago, Wong y otros tantos que escapan a mi mente, a todas las enfermeras y enfermeros, como Lianette e Itan, que brindan con amor, pasión, dedicación y profesionalismo lo mejor de sí para la recuperación de su prójimo.
Como corolario final, me permito resaltar que los servicios de atención de salud de calidad que brinda el Hospital Santo Tomás no serían posible sin ese ingrediente imprescindible que es el amor, tan solo pensar en el hecho simple que sería observar cómo un adulto mayor inmóvil pueda ser bañado, limpiarle sus fluidos corporales y heridas solo es justificable a través de la calidad no solo profesional, sino también humana, por lo que hago este merecido reconocimiento a todo el personal del quinto piso de Cardiología del Hospital Santo Tomás.